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XI Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente


Sección: Panorama


Il Divo (Italia-Francia, 2008. Dirigida por Paolo Sorrentino). Un primer acercamiento a Il Divo, como a los trabajos anteriores de Paolo Sorrentino (último gran nombre de la alicaída cinematografía italiana), provoca cierto desconcierto: se trata de un cine moderno, novedoso y a contracorriente del grueso de la producción europea. Es que Sorrentino apuesta a lo que los autores de su país, desde el Neorrealismo a Gomorra, poco se han animado: al cine como artificio y espectáculo.

En Il Divo consigue hacer cine político con uso de una estética publicitaria y videoclipera y, a la vez, logra un biopic que escapa a todas las anquilosadas formas establecidas por el mainstream para este sub-género. Y más corajudo aun, se mete a contar la vida de Giulio Andreotti, siniestra figura de la política italiana perpetuada en el poder desde la posguerra, quién atentó severas veces contra la cinematografía (gugleen Ley Andreotti) y ha sido procesado en tantas causas judiciales que sólo ser comparado, en nuestro país, con un personaje de la talla de Carlos Menem. Todo musicalizado con temas de bandas de moda como Bloc Party y montado a un ritmo velocísimo.

Hay que aclarar que no se trata de un cine cínico y descomprometido; antes bien, Sorrentino logra de su personaje un retrato profundo y complejísimo sin caer nunca en la demagogia o el lugar común. Mientras, critica a la política de su país desde la cinefilia y la puesta en escena: hace que Andreotti (personificado por Toni Servillo) se parezca por momentos al lúgubre Nosferatu o presenta a su entorno partidario como si fueran gangsters sacados de una película de Guy Ritchie. Nunca con obviedades o recursos esperables; a las balas de la política y la mafia Sorrentino responde con balas de puro cine.

Sólo resta destacar que Il Divo despierta un enorme deseo por tener en la Argentina al menos un Paolo Sorrentino. Ya que acá sobran gobernantes con prontuario como materia prima, y faltan directores de su talento. Juan Schmidt

Gigantic (Estados Unidos, 2008. Dirigida por Matt Aselton). Las primeras tomas muestran al protagonista yendo a visitar a su amigo al laboratorio donde está trabajando con ratas de experimento. ¿Sufren el miedo, se sienten indefensas, luchan por sobrevivir? Quizá seamos espejo de ellas mismas y alguien nos esté manipulando para observar nuestras reacciones.

Brian vende colchones y quiere adoptar un hijo: una niña china. Happy viene a buscar el colchón que su padre, un extravagante rico con aires de El padrino y un humor políticamente incorrecto, ha comprado. Ese cruce permitirá que los jóvenes merced a una serie de equívocos e intencionalidades creen un vínculo que los rescatará de una vida común, gris o anodina (a pesar de su freakismo).

Historia de amor que igual excede el género romántico. Personajes bien construidos y mejor actuados (un gran elenco donde Goodman descuella), un guión que suma situaciones que elaboran un mundo reconocible, humor y melancolía en dosis acertadas hacen de esta opera prima, a pesar de cierta pátina sundance y familia disfuncional, una película interesante. Dano ofrece un tímido y añorado protagonista y Deschanel se asoma como una fresca Audrey Hepburn, despistada, bella y querible. Javier Luzi

Stalags - Holocaust And Pornography In Israel (Israel, 2007. Dirigida por Ari Libsker). Los Stalags fueron libros económicos, más cercanos al pulp que al folletín de Corín Tellado, pero en esa tendencia, y con un tema que más allá de sus variantes siempre giraba en torno de un soldado de las fuerzas aliadas (yanqui o inglés) que en plena segunda guerra mundial se ve atrapado por los alemanes y conducido a un campo de concentración manejado por mujeres dominantes y sádicas que lo torturaban y violaban a gusto. Durante dos años esta literatura disfrazada de material traducido se vendía como pan caliente en Israel y ahora como objeto extraño se descubre -investigación mediante-, resultado del trabajo de escritores judíos con seudónimos y “gustos”, por lo menos, extravagantes.

En el mismo momento en que el juicio a Adolf Eichmann se estaba desarrollando el auge de los stalags alcanzaba su clímax. Y esa mezcla entre lo sexual y lo político dice mucho sobre una sociedad y su forma de construir una cosmovisión. Cuando oímos a un entrevistado exponer una especie de hipótesis de compensación por la cual cada vez que se coge a una alemana lo hace por las victimas del Holocausto, un frío sudor corre por la espalda; cuando escuchamos a otro que gustoso se podría quedar en ese campo de concentración que describen los libros, ya es un río de agua, pero cuando el documental consigue descifrar la identidad de uno de los escritores ocultos y resulta ser Ka-Tzetnik -sobreviviente de Auschwitz, autor de Dollhouse y actual y fundamental fuente histórica en los colegios secundarios israelíes- ya no sabemos qué pensar. Horror, sadismo y pornografía como basamentos de la conciencia judía generacional, una tesis escalofriante pero que habría que analizar, reflexionar y discutir. Javier Luzi

Waltz With Bashir (Vals Im Bashir. Israel, 2008. Dirigida por Ari Folman). Propuesta absolutamente original para acercarse a un conflicto bélico, Waltz with Bashir cuenta la búsqueda de su director por evocar los recuerdos de su participación como soldado en la guerra contra el Líbano en 1982. Un sueño recurrente (el intrigante gran comienzo de la persecución de perros) lo lleva a entrevistarse con sus ex compañeros para averiguar lo que relegó al inconciente por su carácter traumático. De lo personal a lo histórico, de lo documental a lo animado, del sueño a la realidad, de lo reprimido a lo conciente, el documental animado de Ari Folman es un relato fascinante sobre los efectos que la guerra y la muerte pueden traer sobre la memoria, y de la capacidad del cine para reelaborarla. La fuerza de la estética animada no necesitaba el golpe de efecto del final, que saca al film de la delgada línea que pisaba al unir el registro documental con el relato animado sin caer jamás en la manipulación sensacionalista. Es como si el redescubrimiento del horror oculto en el inconciente estallara en la mente del director como un olvido culposo que busca golpearlo(nos) en los riñones. Y el valor de la búsqueda interior, de la lucidez alcanzada no debería concluir con semejante recriminación. Exceptuando sus últimos planos, Waltz with Bashir resulta emotiva y reflexiva gracias a la creatividad y originalidad de su propuesta estética. Ramiro Villani

No Subtitles Necesary: Lazslos And Vilmos (Estados Unidos, 2008. Dirigida por James Chressanthis). Documental que narra la amistad entre los directores de fotografía húngaros Lazslos Kovacs y Vilmos Zsigmond, sus orígenes en común y sus innovaciones en el mundo de la fotografía cinematográfica en Hollywood. El formato es básico, apelando continuamente a las entrevistas y testimonios de los protagonistas y sus allegados, y a fragmentos de films en los que trabajaron. Pero la historia de amor (porque es patente que los dos tipos se aman, como sólo dos mejores amigos pueden hacerlo) es tan apasionante como dulce. Y escuchar a estos dos maestros (porque tienen la capacidad de hablar sencilla y didácticamente, sin subestimar al que tienen enfrente) se convierte en una lección intensiva de cine. La película exuda vitalidad por todos sus poros pero, paradójicamente, también melancolía, porque delata el paso del tiempo. Un tiempo que Lazslos y Vilmos se empeñan en estirar al máximo, aún con la muerte de frente. Rodrigo Seijas

El canto de los pájaros (El Cant Dels Ocells. España, 2008. Dirigida por Albert Serra). Como en Honor de cavallería, Serra vuelve a ocuparse de (o a descansar en) personajes extraordinarios, legendarios, mitológicos. Si antes fueron Don Quijote y Sancho, ahora son los tres Reyes Magos. En ambos casos, los despoja de psicología tanto como vacía a la narración de conflictos de un modo casi provocativo, caprichoso, claramente programático. Eso no es un problema en sí mismo, pero se revela gratuito al hacerlo por segunda vez en su carrera sin introducir variaciones relevantes. El deambular de los tres actores no profesionales que encarnan a los magos, así como el estar generalmente quietos y en silencio de quienes actúan de José y María, no conduce a ninguna parte. Carece de gracia tanto como de sentido. Incluso la utilización del blanco y negro neutraliza la importancia que adquiría en su anterior película el anochecer, la llegada de las sombras nocturnas cuyo efecto era todavía más violento que en esta, debido al contraste con la luz solar que la película en color potenciaba. Sólo se salva la belleza de la única irrupción musical cuando la presencia de los magos ante Cristo, y la de la caminata en el desierto, buscando a tientas una estrella tanto como el espectador un motivo de interés, alguna dirección más o menos cierta. Marcos Vieytes

The Biggest Chinese Restaurant In The World (Dinamarca-Holanda-Reino Unido, 2008. Dirigida por Weijun Chen). Esta película trata sobre lo que el título anuncia, con la salvedad de que el establecimiento en cuestión debe ser el restaurante de cualquier tipo, clase y origen (chino o jerosolimitano) más grande del mundo. Viene a ser algo así como un Disney World de la comida, con muchos espectáculos, mucha variedad, mucha organización, muchos clientes, mucho personal y mucho, pero mucho, dinero circulando. Es difícil no pensarlo como una metáfora de la propia China o hasta del entero planeta, mezcla rara de capitalismo hipertrofiado y rigidez jerárquica entre militar y religiosa. Dos personajes se distinguen con una potencia que excede a los de las mejores ficciones: la dueña del lugar, mujer de cubiertos tomar que irradia una sensación de pavorosa soledad detrás de su temible carácter, y una de las empleadas, junto a quien conoceremos el lado oscuro del sueño chino globalizado. Marcos Vieytes

Encarnación del demonio (Brasil, 2008 Dirigida por José Mojica Marins). ¿Quién es José Mojica Marins? El más importante director latinoamericano de películas de terror de la historia del cine. Sin duda que también el más excéntrico de todo el planeta, el creador de Ze do Caixao. Este es un personaje también conocido como Coffin Joe o Pepe Ataúd que viste siempre de capa y galera negras, duerme en el mencionado cajón y tiene unas uñas tan largas y enroscadas como la cornamenta de un ciervo. Sólo que, a diferencia de todo lo anterior, esas uñas son reales, verdaderas, concretas, pues pertenecen tanto a la persona como al personaje. Quizá la mayor particularidad de este último sea su ateísmo militante, su desprecio de toda creencia, tanto divina como satánica. La única obsesión que lo domina es la de engendrar una raza superior sin condicionamientos morales, sin culpa y sin otra fe que la que tiene en sí mismo. Nada de discursos piadosos y ni siquiera humanitarios. Esa aparente negación de toda metafísica contrasta con la frondosa cultura sobrenatural brasileña en la que se desenvuelve, y justifica la brutalidad física de sus actos (sexuales y criminales), paralela al rústico estilo exagerado de Marins como director. Esta última película suya retoma las andanzas de su anticristo nietzscheano y lo enfrenta al peor escenario posible: aquel en el que todos sus sueños parecen haberse realizado y en exceso, en medio de favelas y grupos parapoliciales que asesinan pibes a mansalva. No apta para gorefóbicos y reverentes. Marcos Vieytes

Chelsea On The Rocks (Estados Unidos, 2008. Dirigida por Abel Ferrara). El gran Ferrara se adentra en el terreno documental con esta mirada nostálgica sobre el Chelsea Hotel, que hospedó a montones de grandes artistas (desde Mark Twain a Bob Dylan, de Sid Vicious al propio Ferrara) poniendo siempre por encima del dinero la necesidad de ofrecer una atmósfera artística a sus particulares clientes. Claro que por lo que cuentan los entrevistados, no se trataba de una especie de hotel-museo ni mucho menos, sino de un lugar donde la libertad y los excesos –de drogas, de alcohol, de sexo y de patologías psiquiátricas- se llevaban de la mano. Ferrara, por supuesto, está en su salsa. Su figura encorvada y su voz aguardentosa se entrometen caprichosamente en varias entrevistas, mientra que en otras tantas prefiere permanecer tácito. Si bien por momentos flaquea al dar demasiado espacio al trágico paso de Sid y Nancy por el hotel (que incluye una dramatización de los hechos demasiado exacerbada), Ferrara logra presentar el espacio como un lugar mítico, perteneciente a lo sagrado, poblado de fantasmas que sus travellings por los pasillos tratan de invocar. El Chelsea Hotel está a punto de caer en manos de una corporación que buscara explotarlo comercialmente, y sus paredes roídas y su pintura saltada, su desorden, sus obras, sus artistas están, en el momento en que las imágenes los inmortalizan, a punto de ser desalojados. Chelsea on the Rocks evoca con éxito la tristeza de está pérdida y Ferrara, fiel a su estilo, recupera el clima de excesos del pasado como vía válida para la exploración artística. Ramiro Villani

Tom Yum Goong (Tailandia, 2005. Dirigida por Prachya Pinkaew). Cuando empezamos a extrañar las coreográficas artes marciales de Jackie Chan (hoy disminuido a títere de Hollywood) y la estética de hermosa violencia de John Woo (también fagocitado en LA), no sabíamos que en la lejana Tailandia se estaba gestando un monstruo incontenible: la combinación del talento de Jackie con una puesta en escena virtuosa como la de John, cargada de la misma violencia y conflictos freudianos delirantes que habíamos disfrutado en El Killer, entre otras. Tres nombres son ahora la gran revelación de este BAFICI: el realizador Prachya Pinkaew, el actor Tony Jaa –sumaremos en la reseña de Chocolate a su versión femenina, Jeeja Yanin- y el director de coreografías Panna Rittikrai. Habrá que practicar duramente para aprender a pronunciarlos y poder difundir el descubrimiento. Tom yum goong es el tipo de película que provoca los aplausos de los espectadores después de cada escena de acción. Nada de cables ni trucos, Tony Jaa y sus rivales pelean sin trampas, sin cortes antibazinianos y con una violencia que hace que corramos la cabeza instintivamente hacia atrás para evitar que nos alcancen los golpes de la pantalla. Prachya Pinkaew goza de las libertades que solo su hábitat natural permite a esta altura de la historia del cine. El guión es tan ridículo y consistente a la vez que uno puede dejarse llevar por el delirio y disfrutar de las coreografías. Recordemos: en el cine no importa el realismo del guión, sino el respeto por sus propias reglas, por la cosmovisión instaurada desde el principio del film, que nos indica que es posible en ese mundo y que no. La trama de la película podría definirse así: Kham, un jóven tailandés, viaja a Australia a recuperar a los dos elefantes que lo acompañaron junto a su padre durante toda la niñez, secuestrados por traficantes tailandeses residentes en Oceanía y liderados por un transexual capaz de eliminar a su familia para alzarse con el liderazgo del clan mafioso. Pero Pinkaew no es un realizador cualquiera: da la impresión de ser un autor y un cinéfilo. La primer secuencia del film narra la infancia del protagonista en la selva junta su padre y los elefantes (uno grande y uno pequeño), y el espectador entrenado no puede más que pensar en un film de Disney. Acto seguido secuestran a los elefantes y no faltará mucho para que empiece la persecución en Australia (previo cruce con Jackie Chan en un cameo en el aeropuerto). A partir de ahí, Kham se presentará en cada escenario con el siguiente reclamo: “¿Dónde diablos están mis elefantes???”. Luego vendrá una pelea, una pequeña pausa para desarrollar algún que otro personaje secundario y otra escena de acción con la misma pregunta inicial (cada vez más desesperada y violentamente vociferada). Y así sucesivamente hasta el final.

¿Alguien recuerda esa gran película de John Boorman llamada A Quemarropa (Point Blank, 1967), en la que un enceguecido e imperturbable Lee Marvin eliminaba a cuanto matón y ejecutivo se le cruzara para recuperar unos pocos miles de dólares que le debían, repitiendo persistentemente la pregunta “¿Donde está mi dinero?, ¡quiero mi dinero!!!”? Me es imposible desligarla de Tom yum goong, con la que comparte además, la misma oscuridad y tristeza. Hay también referencias a la saga de Indiana Jones y al primer Kill-Bill.

Y que decir de la hitchcockeana secuencia sin cortes en la que la cámara sigue a Kham por las eisenstenianas escalinatas de un edificio de lujo, piña va piña viene, hasta llegar al penthouse en el que los burgueses comen ferrerianamente la carne de animales salvajes. Un prodigio de puesta en escena y fisicidad en el que el cine de artes marciales, el videojuego de acción, la cinefilia y la narración cinematográfica se dan la mano sin temor a represalias verosimilistas u otros purismos por el estilo. Dura cuatro minutos sin cortes y tardó un mes y cinco tomas en filmarse. Y está a la altura del comienzo de Ojos de Serpiente de Brian DePalma.

Pinkaew se permite incluso algo así como un psicologismo zoofílico. Kham no busca solo a sus elefantes: busca metafóricamente a su madre. Recordemos: en la escena inicial de la infancia no hay figura materna a la vista, pero si un plano en el que el pequeño Kham es llevado “en brazos” (en cuernos de marfil, pero es lo mismo) por el elefante adulto mientras descansa en posición fetal. Y está vuelta imposible al seno materno es lo que marca la inevitable tragedia de Kham. El falso Happy End no debe hacernos olvidar la incontenible ira de su protagonista: no hay final feliz posible para el Edipo de Kham. Ramiro Villani

Chocolate (Tailandia, 2008. Dirigida por Prachya Pinkaew). Dicen los que han visto Ong-Bak, primer colaboración entre Tony Jaa y Prachya Pinkaew, que Tom Yum Goong es una remake no declarada de aquélla. Lo mismo podría decirse de Chocolate respecto de TYG, dado que, si uno deja de lado la premisa argumental y los primeros tramos del film, rápidamente se encuentra con la misma propuesta: piñas y patadas acrobáticas en escenarios con reminiscencias de videojuegos y una dirección destinada transformar esa coreografía en el más bello y visceral de los eventos cinematográficos del año. En este caso, la protagonista es la adolescente Zen (Jeeja Janin), que nace autista y con dones especiales. Hija de padres mafiosos pertenecientes a distintos bandos que han debido exiliarse separadamente para escapar de un capomafia, la niña ha crecido bajo la protección de su madre mientras observaba a los luchadores de artes marciales entrenarse en el gimnasio de al lado, y fue desarrollando tanto sus reflejos y su destreza física, como esa capacidad de aprender con solo mirar unos segundos el estilo de sus oponentes (una de las cosas que observa en su etapa de aprendizaje, es nada menos que los videos de Ong-Bak y Tom Yum Goong, los films previos de Pinkaew con Tony Jaa de protagonista, como si el propio director le enseñara a su actriz pelear/actuar mostrándole sus trabajos anteriores). El talento de la chica queda latente –relegada a ser una atracción de feria, que atrapa sin mirar y con una mano todo lo que le arrojen- hasta que la madre cae gravemente enferma y su hija decide cobrar las deudas de los ex colegas de la mafia. Aquí la referencia a A Quemarropa (y su digna pero inferior remake, Revancha, protagonizada por Mel Gibson) es casi literal: un gesto con las manos o un “¡Quiero el dinero!!!” alcanzar para que las batallas comiencen. Desde un living a un frigorífico, todos los espacios son adecuados para las magistrales secuencias de acción que nuevamente Pinkaew filma con precisión y respeto por el arte –marcial- de sus protagonistas, cortando solo cuando la pirueta, el golpe o el porrazo han concluido. Chocolate eleva la apuesta de su antecesora en términos de riesgos actorales, y se vanagloria de ello en los títulos de cierre -en un breve “making of” en granulado blanco y negro- que nos dejan entrever como un extra se rompe el cuello y termina internado o como la protagonista sufre severos golpes y heridas sangrantes en varias partes del cuerpo. La batalla final, llevada a cabo en una doble cornisa de un edificio y en los carteles de neón que cuelgan de la pared (a decir verdad, el asfalto, varios metros abajo, también forma parte crucial del escenario, recibiendo un cuerpo tras otro) es un festín de violencia anti-stress. Nuevamente los temas autorales de Pinkaew reaparecen: el aferrarse de su protagonista al amor materno que está a punto de perder es el único móvil de Zen, que quebrará cualquier hueso ajeno con tal de salvar a su madre. La tragedia es nuevamente irremediable, y el falso happy end vuelve a balancear la violencia de su protagonista. Tanto Tom Yum Goong como Chocolate ameritan una revisión atenta, no solo por el placer que provocan, sino por lo que intuyo -habiéndolas visto solo una vez- es un sabio uso del humor en las secuencias más violentas de cada film, similar al que Kitano nos tiene acostumbrados. En la escena de la carnicería hay un pobre villano que recibe tajos de todo tipo ante la mala puntería de sus secuaces. Pinkaew, proveedor de vertiginoso entretenimiento, parece un director más complejo de lo que quiere aparentar. Ojala el Bafici lo catapulte coreográficamente a nuestras pantallas comerciales. De lo contrario habrá que buscarlo por caminos alternativos. Ramiro Villani

Entrenamiento elemental para actores (Argentina, 2008. Dirigida por Martín Rejtman y Federico León). Hace un par de años Canal 7 impulsó un proyecto llamado Bicentenario que consistía en llamar a un dramaturgo o director teatral, que a su vez se vincularía con un director de cine, para realizar a cuatro manos un telefilm. Teniendo en cuenta las ricas relaciones recientes entre teatro y cine que evidencian películas como Todo juntos, Historias extraordinarias y otras, la idea de este proyecto era más que interesante. Gracias a él se juntaron Caetano y Muscari, Spregelburd y Javier Olivera, Carri y Banegas, entre otros. Esta vez les tocó a Martín Rejtman (Silvia Prieto, Los guantes mágicos) y Federico León (la mencionada Todo juntos, Estrellas). El resultado es una especie de manifiesto sobre la actuación en cine por la vía del absurdo. Los actores del título son chicos de no más de 12 años, vale decir que no actores, tabula rasa, materia virgen y a la vez inmanejable, imprevisible, a medio camino entre los modelos de Bresson y un animal cualesquiera. El entrenamiento viene por parte de un adulto (Fabián Arenillas) insobornable, un profesional no dispuesto a gesto alguno de condescendencia. Entre ambos, citas de Ponette (Jacques Doillon) que funcionan como las Instrucciones para llorar de Cortázar y nos dejan con la extraña sensación de no saber si vimos una tragedia, una comedia o ninguna de las dos cosas. Marcos Vieytes

180 Grados (Argentina, 2008. Director: Raúl Perrone). Perrone es un director tremendamente prolífico. Por momentos demasiado. Esta historia de un joven adolescente que lidia con la separación de sus padres a la vez que con una relación extremadamente problemática con su novia y su mejor amigo (que por momentos roza el triángulo amoroso) es una muestra de ese exceso. El realizador de Peluca y Marisita focaliza permanentemente alrededor de su objeto de estudio, del que extrae básicamente un pedazo de su vida, procedimiento que caracteriza a su filmografía. Asimismo acierta al mostrar a los adultos como figuras borrosas, fuera de foca, simbolizando ese abismo de incomprensión que los separa de los adolescentes. Pero también se regodea en tiempos muertos carentes de fuerza y sentido, además de redundar en estilizaciones visuales vacías e improductivas. A pesar de su corta duración, termina cansando, perdiendo todo impacto. Un film que sólo se justifica como pasaje a la mucha más lograda Bonus Track (reseñada en otra página de esta cobertura). Eso sí, la escena-homenaje a Jules Et Jim evoca adecuadamente la belleza del original dirigido por el gran Truffaut. Rodrigo Seijas

Adventureland (Un verano memorable. Estados Unidos, 2009. Dirigida por Greg Mottola). Adventureland es la película de Greg Mottola posterior a la divertida y sobrevalorada Superbad. En este caso los protagonistas son adolescentes tardíos que pasan el verano trabajando en un parque de diversiones. Como en Superbad, estamos ante una película que no aporta nada muy original, pero que funciona perfectamente en el terreno seguro de la comedia de adolescentes. Mottola logra personajes queribles y de fácil identificación, sin trampas emotivas (aunque algunas escenas dramáticas estén algo sobreactuadas), con un elenco eficaz encabezado por Jesse Eisenberg, que repite protagónico muy similar al de Historias de familia (The Squid & The Whale, Noah Baumbach, 2005), aunque menos ambicioso en su profundidad. En tiempos en que los buenos sentimientos y la nobleza son demasiado estimados en el cine, vale la pena aclarar que estas no son virtudes que se puedan esgrimir para la valoración crítica de una película (¿le exigiríamos acaso a El ángel exterminador o a Psicosis que nos muestren personajes nobles?). La nobleza de los protagonistas de Adventureland potencia la identificación con la platea, pero importa tan poco como que suene la voz de Lou Reed en el stereo del coche de uno de los personajes (un gran artista, una gran canción de Velvet Underground –Pale Blue Eyes– y un gran momento de la película). Si Adventureland es recomendable es porque su director maneja a la perfección el humor, el romance y el espacio del parque de diversiones, logrando un relato clásico sin mayores ambiciones que hacernos reír durante dos horas. Qué hace en el Bafici, no sabría decirlo. Debería estrenarse comercialmente, ya que las buenas comedias se disfrutan más en la experiencia colectiva y contagiosa que proporciona una sala de cine que en la soledad del living de casa (al que estará confinado este título en caso contrario). Pocas cosas se potencian tanto entre un grupo de desconocidos como una buena carcajada. Ramiro Villani

Les Bureaux De Dieu (Francia, 2008. Dirigida por Claire Simon). Ex documentalista, la directora Claire Simon había presentado anteriormente en Bafici una muy buena película llamada Ça Brûle, en la que mezclaba tomas documentales de un incendio descomunal con la historia de una adolescente conflictuada en un pueblito francés. Aquí duplica la apuesta, ya que se trata de una ficcionalización de registros previos de imágenes documentales (algo que, tengo entendido, también lleva adelante la inminente La Clase, de Laurent Cantet). La acción se sitúa entre los muros de una clínica francesa de Asistencia Social dedicada a atender las dudas y necesidades de las mujeres de todas las edades que requieran consejos o suministros de anticonceptivos, píldoras del día después, o incluso la tramitación de un aborto a llevarse a cabo en Barcelona. Pero la más exigente tarea de estos profesionales (en su mayoría mujeres) es brindar asistencia psicológica e informativa al tiempo que recopilan datos anónimos para próximos estudios sociales. Claire Simon, provista de indudable talento en la dirección de actores, logra transmitir el clima de trabajo de la clínica y las aptitudes y preocupaciones de sus protagonistas, como así también las dudas y temores de las entrevistadas. Un tema tabú como el aborto se nos presenta desprovisto de toda tensión o polémica gracias a la naturalidad imperturbable con que fluyen las imágenes. Simon lleva al límite la propuesta de Jogo De Cena (Eduardo Coutinho, 2007) presentada el año pasado en este festival, que mezclaba relatos reales con sus versiones ficcionalizadas por actrices sin aclarar cuáles eran los verdaderos. Les Bureaux De Dieu parece un documental, especialmente cuando muestra la labor de los médicos de la institución mencionada. Pero el poder del relato también deja una huella excepcional al transformar las entrevistas en narraciones que no ahorran comedia, melodrama, intriga y romanticismo. Como la historia de una prostituta rusa con actitud glamorosa que se presenta a solicitar su tercer aborto: a medida que la doctora comienza a interrogarla, nos revela que pese a usar sistemáticamente preservativo, se olvidó de cuidarse en los tres encuentros casuales que ha tenido a lo largo de su vida con un viejo amigo, del que no conoce su paradero ni si volverá a aparecer. Una historia de amor emocionante en las manos de Claire Simon y su estupendo elenco femenino. Ramiro Villani


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