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QUE ABSURDO ES HABER CRECIDO (1)

Diciembre 5, 2000


Un técnico bioquímico (Gustavo Garzón), harto de tomar exámenes, gana una beca organizada por una empresa norteamericana. Stop. Regresa a su pueblo natal y ocurre lo previsible: reencuentro con viejos amigos, evocación de personas que ya no están y esencialmente la reaparicion de una ex amante, proveniente de Francia. Esta mujer (Laura Melillo), otrora novia del personaje que compone Leo Masliah, había tenido sus primeras relaciones con el personaje de Garzón. Este investiga cómo reemplazar un compuesto químico y descubre irregularidades que, por su inseguridad (que pareciera ser más del director-guionista que del protagonista) no se atreverá a denunciar. Contradictoriamente a la actitud que tenía en los 70, donde se conducía con arrojo, en la actualidad, por temor a perder su empleo, vacilará. Luego, amenazado por la situación en la que se encuentra, huirá a Francia donde negociará la información que posee por 100 mil dólares.

Esta opera prima de Roly Santos parece adscribir a los concpetos de Bela Balasz, escritor y ensayista húngaro, que postuló la noción de supremacía del guion como pieza literaria autónoma. De esta concepcion deviene un énfasis en lo discursivo más que en lo cinematográfico. Es decir, fagocita la imagen en nombre del texto. Esto solo se justifica en la densidad filosófica y conceptual de Ingmar Bergman. Hay un predominio de encuadres oblicuos, procedimiento originario de la escuela expresionista alemana, luego revalorizado con inteligencia por el gran cineasta norteamericano Orson Welles. Este recurso no se ajusta al film, con respecto a la relación forma y contenido. El nivel actoral es tan ambiguo como la propuesta. Lo único que se puede rescatar es el sonido de "Creedence Clear Water Revival", utilizado en dos segmentos de la película, en el primer tercio y en el final. No vaya a verla, en todo caso, escuche al excelente grupo mencionado en discos, casetes o CD.

Raúl Valls (Lanús Este, Argentina)

 

 

QUE ABSURDO ES HABER CRECIDO (2)

Diciembre 5, 2000


Esta opera prima de Roly Santos nos hace pensar en cómo se malgasta el dinero del InCaa en guiones que no son seguidos en su realización y que, en definitiva, estamos pagando todos. Tomar una cámara no es hacer cine. Aquellas premisas de que el guión, cuando es bueno, está por sobre las técnicas aquí no tiene cabida, sale al revés o directamente Roly Santos se olvidó de todo lo que estudió. Para colmo, utiliza recursos televisivos que desbaratan cualquier inquietud suya. Tener las tuvo: los planos inclinados, que deben acentuar la tridimensionalidad del cine, terminaron por arruinar lo que ya era un desastre. El tema principal son las materias primas adulteradas.

Un bioquímico, encarnado por Gustavo Garzón en su primer protagónico para el cine, se relaciona con una multinacional y vuelve a su pueblo natal. Allí Santos aplica otra técnica cinematográfica: la explicación en off, que no debería ser obvia. Pero a Santos le gustó que Garzón explicara lo que se veía, por lo que resulta, por momentos, la lectura de los epígrafes de las fotos en diarios o revistas. Este bioquímico de esta manera se reencuentra con su casa, con la iglesia donde su amigo es párroco (Leo Masliah) y con la ex novia de éste, a cargo de Laura Melillo, casada con un francés y obviamente viviendo en París. Vuelve porque su madre está por morir. Curiosamente, este personaje tuvo sus primeros escarceos amorosos con el rol de Garzón y no con su novio de ficción (Masliah). Un buen subtema para ahondar. Pero no. Con osadía poco común, Santos opta por armar una serie de triángulos amorosos y hasta obliga al espectador a escuchar largas parrafadas en francés sin subtitulado a pesar del esfuerzo que hace Melillo por ser parecer "paqueta" y afrancesada, como en el tango. Al mismo tiempo, el personaje principal tiene enfrentamientos más subidos de tono con sus directores, entre los que hay amigos de su padre. No pasan de "inserts" sin densidad de imagen o conceptual. No tienen peso porque todo está al mismo nivel que los triángulos amorosos. Entonces, da lo mismo que el personaje central se enfrente a su superior como que tome mate con su amigo el párroco o intente besar a la ex novia de su amigo, o sea su ex amante. Una buena confusión folletinesca.

Por si fuera poco, se asistirá a pobres escenas de tiroteos, explosiones chiquitas, personajes enharinados por supuesto desprendimiento de mampostería, persuciones automovilísticas, todo de cotillón. Sí, todo por dos pesos. Una pobreza de imágenes insoportable. Ni siquiera se puede creer que el marido francés de Melillo no se enfurezca cuando ve a su mujer haciendo el amor con Garzón. Su máximo "ataque" de furia es arrojar un ramo de flores en una bella calle parisina. De todo esto se desprende que, en el cine argentino, hay tres temas casi excluyentes, son como coordenadas ineludibles que hacen fracasar el mejor intento: los sermones de los curas cuando es simplemente para mostrar a un personaje en acción, los entierros y, lo peor aún, la matanza de mascotas.

¿Es necesario que el personaje de Garzón, para provocar gran dramatismo en la escena que sería como el nudo dramático de esta película, en vez de estrellarle un jarrón en la cabeza a su director corrupto mire, calcule y se lo estrelle al pobre hamster, mascota del superior, y el espectador asista a una truculenta mancha de sangre en la pared? O que un norteamericano, para mostrarnos su poderío y cómo estamos por debajo de su nivel en todo sentido, le apunte a un pobre búho y se vea cómo saltan sus plumas por el aire? Habría que penar qué nos ocurre en el inconciente colectivo para que tantos directores (Jorge Polaco entre ellos) se engolosinen con este tema. Roly Santos tuvo una historia aceptable con triángulos amorosos que pudo haber explotado. Pero para èl, París no fue una fiesta. Estuvo allí y se olvidó, fue lo mismo que San Telmo. Se le fue de las manos todo: desde el guión hasta los personajes y llegó a un objetivo que seguramente no imaginó ni siquiera febrilmente: un mamarracho.

Elsa Bragato (Buenos Aires, Argentina)

 

 

QUE ABSURDO ES HABER CRECIDO (3)

Febrero 11, 2001


Vi la película en el Tita Merello, un poco interesado porque la crítica en los diarios era despareja. Realmente, me pareció excelente cómo el director abordó un tema tan complejo, como la culpa, de una forma tan llevadiza, con diálogos inteligentísimos y cargado de significados. NO he visto films nacionales que se metieran además con explicar qué le pasa a mi generación, (que es la misma que los personajes) de una forma no lacrimógena. La película empieza con cierta intriga, un bioquímico está podrído de su trabajo y quiere irse al exterior (para esto empieza tomándole un examen a dos alumnos que el diálogo es genial, pero la cosa es que lo mandan al interior!! Esta contradicción es muy buena porque marca al personaje que Gustavo Garzón interpreta muy bien. Al llegar al lugar se le revuelven los recuerdos, sus amigos de infancia y ciertas luchas del pasado. Para colmo en su nuevo trabajo descubre que estan experimentando una vacuna jodida para la gente. De tal forma que se le replantea ahora una nueva lucha. Lo cierto que esto es lo que aparece superficialmente. Porque lo que tiene de inteligente la pelicula no es la historia del experimento de esta vacuna, sino del autoengaño del personaje de Garzón, que inventa un escenario (el del justiciero), para reencontrarse con el sentir del pasado. Es alli cuando aparece Leo Masliah y la otra actriz que no recuerdo (muy buena) y se arma un reencuentro a la manera de "nos habíamos amado tanto". La pelicula tiene un final para la polémica. Y a los hombres le gusta más que a las mujeres. Por lo menos eso me pasó con mi mujer y una pareja de amigos. En fin, creo que fue uno de los mejores estrenos del 2000 y la recomiendo para aquellos que no gustan del cine efectista ni americanista, sino un cine inteligente y entretenido.

Santiago Peretti (Buenos Aires, Argentina. Edad: 41)

 

 

QUE ABSURDO ES HABER CRECIDO (4)

Febrero 15, 2001


“Que absurdo es haber crecido” no es lo que parece . No es una película formal con los viejos vicios del Cine Argentino (una frase vieja que fue buena cuando por primera vez la dijo alguien que sabe y ahora algunos la repiten viciosamente). En principio el film arranca como una comedia y un personaje que interpreta Garzón de profesor. Dos alumnos (muy graciosos) rinden un examen frente a él y frente a cámara. Desde el inicio se explica cómo está hecha una vacuna. Nada más claro que eso para explicar una cosa difícil de contar. Además queda en claro que el profesor no está muy a gusto con su trabajo en la Universidad. La ironía continúa cuando el profesor recibe una carta con la noticia que ha ganado una beca. La ironía digo, porque esa beca que el profesor dice haber buscado, era para irse a Estados Unidos, y –fatalmente o casualmente- le sale hacia su pueblo. Aquí esta planteado todo el conflicto del personaje – El se quiere ir pero en realidad llega al lugar donde está todo su pasado, toda su historia, toda su contradicción. Una vez que llega al laboratorio donde debe trabajar, la película comienza a incorporar elementos de intriga. No es que exista una gran intriga, pero sí es cierto que el profesor descubre que la vacuna que están utilizando causa daño a la gente. A partir de aquí la película contará entonces qué es lo que sucede, cómo sucede y qué hace el profesor para terminar con un experimento. Esta parte de la película es la de más acción, pero no es una película de acción ni de intriga como parece, porque se interpone el pasado en el personaje de Garzón. El pasado está explicado con una buena dosis flashback que no detienen la narración. Muy por el contrario el flashback permite entender porqué reacciona como reacciona el personaje principal. Y cómo actúa este personaje? De forma intempestiva, exagerada, contradictoria, porque justamente el flashback muestra, devela, que sus “acciones justicieras” de la adolescencia estaban mezcladas con un triángulo de amor. Un triángulo formado por su mejor amigo y su mejor amiga. Entonces lo que parecía de intriga es en realidad la historia de tres amigos que vuelven a juntarse, en un lugar que no es común, en un lugar del pasado, y es allí donde empiezan a vibrar los tres, otra vez, después de tantos años. La película deriva en una narración romántica, con una cámara ligera y diálogos inteligentes. Me gustó principalmente el encuentro entre el personaje femenino (Laura Melillo) y el protagonista (Gustavo Garzón) en una cancha de basquet. Allí hay mucha poesía. En la interpretación se observa que el director tuvo que lidiar con los clishe televisivos de Gustavo Garzón, pero la labor de la Melillo es muy buena (el final sobre todo) y Leo Masliah tiene un monólo incomparable. Es un film melancólico, cuando el pasado se transforma en una visión romántica y no descarnada. Me gustó que se hable del pasado de esta forma, no rasgándose las vestiduras del sufrimiento como algunas películas argentinas lo hicieron, sino simplemente rescatando lo importante del amor y de la amistad como paso previo y necesario al compromiso político. Roly Santos ha sabido dar testimonio de lo que sienten muchos de su generación hoy. A mi juicio es una muy buena película, que recomiendo para todos aquellos que tuvieron un pasado.

Emilio Chomsky (Buenos Aires, Argentina. Edad: 37)

 


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