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VEINTIUN GRAMOS
(21 Grams)

Estados Unidos, 2003


Dirigida por Alejandro González Iñárritu, con Sean Penn, Benicio del Toro, Naomi Watts, Charlotte Gainsbourg, Danny Huston, Clea DuVall.



Después del espectacular suceso de Amores perros, Alejandro González Iñárritu consiguió reunir para esta película a un elenco de primera línea, encabezado por Sean Penn, Naomi Watts y Benicio del Toro. Pero a pesar de todo, 21 Gramos no consigue mejorar los resultados de su ópera prima.

El título remite a una teoría que afirma que el cuerpo humano al morir pierde 21 gramos, que equivaldrían al peso del alma. Iñárritu se propone no sólo explorar el tema de la muerte, sino también el de la vida después de una tragedia, la venganza, la culpa, el arrepentimiento, la religión y la relación con Dios. Ambición no le faltó, y eso es algo que ya había demostrado en su primera película. Aquí vuelve a apelar a un relato coral compuesto por tres historias que convergen en un accidente automovilístico: la de un delincuente (Del Toro) que intenta reformarse por el camino de la religión pero atropellará a un hombre y sus dos hijas; la de la madre (Naomi Watts) que deberá afrontar la pérdida de su familia; y la del hombre enfermo (Sean Penn) al que le trasplantarán el corazón del individuo muerto en el accidente. El primero irá a la cárcel por propia voluntad y su fanatismo religioso enfrentará una crisis gigantesca que dañará también a su familia; la segunda caerá en la adicción a las drogas para tratar de ahogar su pena; el tercero se obsesionará con la idea de saber quién fue su donante.

Iñárritu confirma ciertos valores y convicciones que lo movilizan, como su capacidad para retratar la crudeza de la vida urbana y la creencia de que no hay casualidades, sino que todo está planeado, predestinado de alguna manera. Pero si en Amores perros los personajes buscaban rebelarse a ese destino que parecía tenerlos prisioneros –tropezando, cometiendo errores e incluso saliendo muy mal parados–, en 21 Gramos la rebelión apenas si se insinúa en la forma de algunas rabietas. Los componentes del relato transitan errantes, librados a esa especie de voluntad superior que lo decide todo. El amor, la revancha, la muerte, la ira, todos los sentimientos obedecen, así, a la predeterminación. Si la energía que movía a Amores perros era la de sus personajes, el motor que impulsa todos los acontecimientos en 21 Gramos es la Fatalidad (para bien o para mal). En cierto punto, todo se convierte en una gran tragedia en la que todos tienen que juntar los pedazos (propios y ajenos) para intentar seguir adelante. El guión refuerza esa sensación con una estructura particular, en la que la narración, que es no lineal, anticipa de algún modo los hechos.

En verdad, los mayores méritos de 21 Gramos pasan por los nombres propios del elenco: las actuaciones son excelentes. Y aunque este film confirma al cineasta mexicano como un hacedor de imágenes impactantes, con respecto a Amores perros no deja de ser un retroceso. Esto no constituye ningún desastre, teniendo en cuenta el alto nivel de aquel largometraje. Pero uno no puede evitar abandonar la sala con la sensación de que tanto pesimismo y tantas desgracias planificadas es sencillamente demasiado.

Rodrigo Seijas      

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