Hay que reconocer que Javier Torre es muy original. ¿A quién se le hubiera
ocurrido filmar una historia de la vida de Jorge Luis Borges como si se
tratara del mismísimo Forrest Gump? Durante el transcurso de la película
se espera que la versión criolla de aquel grito alentador: "Run
Borges, run" (por "Corre Forrest, corre") irrumpa en alguna
de las aburridas y solemnes escenas. La incitación al jogging bien
podría provenir de su posesiva madre (Inda Ledesma), de su amor imposible,
Estela Canto (Inés Sastre) o de su exquisita mecenas, Victoria Ocampo
(Mónica Galán).
El Borges de Torre es interpretado por Jean Pierre Noher (idéntico al
escritor, ¿no? Y de paso me pregunto: ¿quiénes hacen los castings de las
películas argentinas? Si lo de Sbaraglia en Los libros y la noche
era patético, esto carece de adjetivo calificativo), quien compone a un
Borges fronterizo, tartamudo, casi idiota. Y su voz... es una extraña
mezcla de compadrito porteño con un personaje remoto (hasta hoy lo había
olvidado) creado por Juana Molina para Juana y sus hermanas: aquella
conductora de programas femeninos que repetía un melodioso
"coco".
Las explicaciones de tamaño horror podrían ser varias: 1) Torre no sabe
nada de Borges y no se molestó en realizar un verdadero acercamiento a esta
figura mítica de la literatura. 2) Su ignorancia no le impide faltarle el
respeto. 3) Paradójicamente, su escaso conocimiento entronca con la
cobardía endémica del cine argentino a la hora de enfrentar a ciertos
personajes públicos, que después de cada una de estas intentonas quedan
mucho más "intocables" de lo que estaban antes.
Pero acá no termina sino que empieza el verdadero espanto (porque a
Javier Torre y a Borges, indudablemente no los une el amor). Basándose en
"Borges a contraluz", la biografía del autor escrita por Estela
Canto, un nombre que cualquiera que haya leído El Aleph conoce,
Torre intenta reconstruir ese amor trunco entre el escritor y la dama. El
que conoce algo del apócrifo mundo literario borgeano podría haber creido
que Estela no era menos ficticia que Pierre Menard. Sin embargo, fue real.
Los amigos de Borges la odiaban. Silvina Ocampo decía que era "la
mentirosa más divina que había conocido" mientras que su esposo,
Adolfo Bioy Casares, se limitaba a definirla como "medio chusma".
Esta mujer, comunista, traductora y aspirante a escritora, fue una de las
tantas que enamoró a Borges. La historia que Torre no cuenta indica
que ella lo abandonó por otro hombre y que cuando el escritor ganó fama y
prestigio internacional, ella intentó reconquistarlo. Borges, casi ciego,
no volvió a darle una oportunidad. Pasaron los años, el autor de
"Historia universal de la infamia" murió y poco tiempo después
Estela, destruida por el alcohol, publicó su biografía de Borges que él
ya no podría contradecir.
Por su lado, Torre no sabe qué contar. ¿Quiere hablarnos de ella?
¿Cree acaso que un paneo de su cuarto (mostrando los libros de Marx y
Lenin) alcanza? ¿No hubiera sido mejor que Estela hablara? ¿Por qué
Borges se enamoró de una mujer inexpresiva, muda? Quizá quiera contarnos
sobre Borges. Pero, ¿quién pretende hacernos creer que era? ¿Un Forrest
Gump muy leído? ¿Un charlatán que citaba sin cesar y practicaba
filosofía de cuarta? ¿Un impotente o traumado sexual? ¿Un dominado por su
autoritaria madre? ¿Un pelele sobrevalorado? El título de la película
parece anclar en un sentido: se trata del amor de Borges por Estela Canto.
Sin embargo, ¿cuándo nace? ¿Por qué se termina? ¿Por la ineptitud de
Borges para el sexo?¿Por las intromisiones de su madre y los consejos de
Victoria Ocampo?
Se podría agregar que Torre tiene un pésimo manejo de los actores
(¿qué son esos extras zombies que deambulan por las calles de la Buenos
Aires del ‘40?) y que el director incluye escenas que no sirven para nada,
personajes a los que no termina de relacionar con la historia (Patricio
Canto, por ejemplo, o Elvirita, la aristócrata empobrecida) y situaciones
silenciosas, aburridas y solemnes.
Lo más triste no es que esta versión argentina de Forrest Gump no
va a recibir ningún Oscar, sino que su director se acaba de poner al
descubierto como el padre de uno de los productos menos inteligentes del
2000. Y como si eso fuera poco le dedica el zafarrancho a su respetable
padre, Leopoldo Torre Nilsson... ¿qué más se puede decir?
Eugenia
Guevara
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