En la actualidad, son pocas las oportunidades de encontrar entre los
estrenos un film como El reinado del fuego. Con un alto
presupuesto, fastuosos efectos especiales y enmarcada en el cine de
acción, no son éstas las condiciones para que una película sobresalga
por su osadía. Sin embargo, la mirada de esta película sobre Estados
Unidos y sus recientes conflictos bélicos la ubica en una solitaria
posición ideológica dentro del cine americano. Y lo mejor, no relega por
eso de una narración aceitada.
Corre el año 2020, la civilización como la conocemos ha dejado de
existir. De las profundidades de la Tierra despegaron los dragones, que
habían permanecido congelados durante millones de años. Pronto se
transformaron en una amenaza lo suficientemente grande como para que las
potencias utilicen su poderío nuclear para intentar destruirlos. Lo que
no sólo resultó insuficiente, sino que ayudó a que el mundo se
transformase en cenizas. Cenizas que, curiosamente, son el principal
alimento de los dragones. Quedan entonces muchos dragones y pocos humanos,
ocultos en comunidades suburbanas como la que lidera Quinn (Christian
Bale) en las afueras de Londres, con tan poca comida como esperanzas de
sobrevivir al fuego de los monstruos.
Esta trama llega al espectador por medio de cartas escritas e imágenes
fotográficas de la catástrofe. Las imágenes muestran, entre otras
cosas, edificios en llamas. Primer atrevimiento: el director Rob Bowman
elude la censura que campea en todo el Primer Mundo con una
alusión al 11 de septiembre imposible de pasar por alto, por más que se
trate de estructuras europeas. Para más, critica el uso de las armas
nucleares contra los dragones, que se transforman inmediatamente en un
símbolo de la "amenaza oriental".
Ahora bien, la comunidad de Quinn recibe pronto la visita de un grupo
de americanos cazadores de dragones, que liderados por Matthew
McConaughey y con tanques y armamentos poderosos, prácticamente invaden
la base del protagonista. "Sólo hay algo peor que los dragones...
los americanos" dice un personaje secundario.
A esta altura no se puede negar la osadía de la propuesta y sólo cabe
rezar para que la película no recule, para que sostenga su planteo combativio.
Y, gracias a Dios, lo sostiene. El reinado del fuego es una
película de acción que se atreve a tildar a los americanos de
imperialistas más peligrosos que sus propios enemigos. No recuerdo una
visión tan oscura del belicismo norteamericano desde Pequeños
guerreros, de Joe Dante.
Pero como se trata de una película de acción futurista, de nada
servirían las ideas del subtexto si no las sostuviera una narración
adecuada al género (sino recordar Estigma, un film de terror con
interesantes ideas sobre la religión pero que de terror no tenía nada).
En principio, hay que decir que la imaginería visual que ofrece El
reinado del fuego es digna de comparación con el último Spielberg.
Cada enfrentamiento con los dragones sorprende por su originalidad. El
mejor se lleva a cabo en las alturas, con paracaidistas en caída libre
atravesando las nubes para embolsar a un dragón con una red, guiándose
sólo por coordenadas provistas por sensores especiales.
Bowman maneja la puesta en escena con el pulso de un artesano,
combinando el suspenso con la acción en las dosis apropiadas. Muestra a
los dragones lo suficiente como para que el equipo técnico se luzca, pero
los mantiene en la niebla el tiempo necesario como para crear un clima
aterrador. Y esto no es casualidad: el director tiene como principal
antecedente la película y varios capítulos de Los expedientes X
(popularmente, Código X), como productor y realizador. Y casi
podría decirse que la primera secuencia del film es un homenaje a la
serie.
Como plus, El reinado del fuego permite otras lecturas. Por
ejemplo, la de la herencia cultural. Existen muchas películas
apocalípticas pero ninguna se ha planteado qué resabios culturales
sobrevivirían a la catástrofe. Aquí, los chicos de la comunidad
presencian atentamente una puesta teatral sobre una saga intergaláctica
que incluye combates cuerpo a cuerpo con sables láser. "I am your
father" es la frase que deja boquiabiertos a los infantes que rodean
al protagonista. Esto no es todo; tras haber sobrevivido al fuego de un
dragón, se celebra una fiesta. ¿Y qué suena? Jimi Hendrix, cantando
"Let me stand next to your fire".
Son contadas las ocasiones en que Hollywood permite que un producto de
estas características se salga con la suya (o se distribuya en EE. UU.),
combinando un contenido a contrapelo de las ideas imperantes con una
puesta en escena que no relega la narración en pos de los efectos
especiales. El reinado del fuego logra todo esto. Esquivó los ojos
de la censura, ojalá no pase inadvertida para el público.
Ramiro Villani