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POR AMOR
(Left Luggage)

Bélgica-Holanda-Estados Unidos, 1998


Dirigida por Jeroen Krabbé, con Laura Fraser, Isabella Rossellini, Maximilian Schell, Jeroen Krabbé, Marianne Sägebrecht, David Bradley.



Quiso el destino que ese muy buen actor que es el austríaco Jeroen Krabbé (El cuarto hombre) debutase como director con una fábula acaso bienintencionada, pero rutinaria, endeble, irremediablemente falsa. Por amor vuelve sobre un limón al que el cine norteamericano le exprimió hasta la última gota: los judíos ortodoxos. O más concretamente, las temporadas enriquecedoras que, sin buscarlo, un individuo "común y corriente" (vale decir, no sometido a los preceptos de ninguna secta) pasa entre los miembros de alguna de esas colectividades, cuyo pasaje a la pantalla siempre estuvo presidido por brutales operaciones de travestismo artístico. Un extraño entre nosotros (acaso la más reciente) ponía a Melanie Griffith entre los jasídicos de Brooklyn, cuya simpatía –nula al comienzo– iba previsiblemente en aumento con el correr de los minutos. Allí, como aquí, la varita mágica del despropósito hizo aparecer a los atavismos como pintoresquismos, disfrazó a las negaciones de tradiciones e hizo pasar por razones a los prejuicios. Claro que en el film de Lumet "lo jasídico" estaba inserto en el formato de un thriller (digámoslo: lo decoraba) y algo parecido sucedía en Testigo en peligro, aunque con resultados mucho más interesantes (y con la secta amish en lugar de los jasídicos). Pero acá no hay thriller. Y la "operación", muy al desnudo, se mueve con la aparatosidad de un elefante.

Ahí está Chaja (Laura Fraser, prometedora), una veinteañera algo ingenua, muy bonita y entusiasta que se conchaba como niñera de un matrimonio jasídico (con varios niños). La historia transcurre en Antwerp, Bélgica, a comienzos de la década del '70. Naturalmente, lo primero que le pregunta la señora Kalman a Chaja es si es judía. ¡Menos mal que sí! ¿Qué hubiera pasado con el "mensaje" de Por amor si esta buena señora se hubiera visto obligada a cerrarle la puerta en la cara por ser cristiana, atea o musulmana? Acto seguido la patrona saca a relucir el primero de una larga lista de mandamientos para reprocharle a Chaja el uso de pantalones. La muchacha se indigna como cualquiera... pero se aplaca como ninguna ante la primera respuesta (poco menos que ridícula) de la mujer. Es el primero de muchos intercambios similares, en los que los sectarios llevan invariablemente las de ganar. El más flagrante llega con el clímax, en que se enfrentan niñera y jefe de familia (el propio Krabbé). Chaja está furiosa por las rigideces con que el señor Kalman mortifica al más pequeño de sus hijos (y en segunda instancia, a ella: lo primero que había hecho fue tratarla de puta por llevar minifalda). Hete que el cavernario se limita a mostrarle a Chaja una vieja foto familiar: ahí está él, de pequeñito, junto a sus padres, luego muertos –cuenta– a manos de los nazis. Como si el Holocausto justificara la barbarie de los ortodoxos... ¡contra los que no lo son! Por supuesto que Chaja agacha la cabeza convencida, pega media vuelta y se va. Es momento de decir que la señora Kalman obtiene de Isabella Rossellini (más parecida que nunca a su mamá Ingrid Bergman) una composición excepcional. Tanto que, pese al contexto, conmueve.

Por si hiciera falta, los papás de Chaja (Marianne Sägebrecht, la de Bagdad Cafe, y el ilustre Maximilian Schell) protagonizan una subtrama que tiende a reforzar metáforas y moralejas. El representa "la memoria": se obsesiona por recuperar ciertas maletas que enterró en algún lugar para preservarlas de las garras alemanas. Ella representa "el olvido": se la pasa cocinando tortas.

Hay un vecino (el actor israelí Chaim Topol) que es muy sabio, cariñoso... y suele entretener a Chaja... con aforismos... ¡filojasídicos! El más pequeño de los Kalman es un hallazgo. Simcha (Adam Monty) es tan tierno y dulce que al mirarlo uno se encariña casi tanto como Chaja, y hasta le perdona a Krabbé la excesiva amortización de los rasgos y gestos del gurrumín. Simcha tiene cinco años pero todavía no articula palabra (algo después se animará con unos cuacs que constituyen lo mejor del film). Su ternura y su mutismo hacen que Chaja se guarde varias veces la "renuncia" en el bolsillo para continuar allí (y no sólo de niñera sino de empleada doméstica multipropósito). Ella dice que Simcha es su "novio". Pero lo cierto es que a su novio verdadero lo abandona a poco de empezar esta aventura. Y no es para menos. Se trata de un jovencito que se declara "revolucionario" y "marxista" pero está tan caricaturizado como los jasídicos. Sólo que en sentido inverso. Hacia abajo. Como para contrastar.

Guillermo Ravaschino