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EL ORFANATO

España-México, 2007


Dirigida por Juan Antonio Bayona, con Belén Rueda, Fernando Cayo, Roger Princep, Montserrat Carulla, Edgar Vivar, Geraldine Chaplin.



El orfanato narra una historia de madres, niños, fantasmas y casa embrujada, contada ya miles de veces (contemporáneamente, en Sexto sentido y Los otros, por ejemplo). Laura se muda con su marido Carlos y su hijo Simón a la mansión en la que creció hasta que fue adoptada (en aquel momento funcionaba como un orfanato). La pareja planea convertirla en una residencia para niños discapacitados. Relacionados con el pasado de la mujer y de la casa, los misterios y secretos de esta familia comenzarán a aflorar a medida que el niño acentúe su vínculo con sus amigos invisibles.

Hay varios temas sobre los que la película avanza, y tal vez su mayor defecto sea esta abarcativa indecisión. Al comienzo todo parece inclinarse hacia los conflictos familiares (relación madre-hijo, adopción, muertes prematuras, infancia, sentimiento de culpa), pero las vueltas de tuerca del guión distraen poco a poco la atención hacia la fe, las creencias y el coraje maternal. Si hay un tema que se mantiene con más firmeza, y coherencia estilística, es el del universo lúdico de los niños.

En el nivel narrativo, el director Juan Antonio Bayona demuestra su potencialidad. Inicia magistralmente la película con una intriga de predestinación (el juego de las escondidas que la protagonista jugaba con sus amigos cuando era niña), y dedica la primera media hora (incluyendo los títulos) no sólo a sentar las bases de la historia, los personajes y el universo fantástico, sino también a esparcir los indicios de todo lo que va a ocurrir en el resto del metraje. Utiliza la naturaleza como signo amenazante (nubes, tormentas, grutas y oleaje embravecido anteceden sin excesos las secuencias más estremecedoras). Las sábanas –disfraz de fantasma que sólo funciona en el mundo infantil– cubren el rostro de madre e hijo en su primera aparición. La destreza de Bayona parece residir en su poderío audiovisual. Casi toda la información nos la transmite mediante imágenes; los diálogos nunca son explicativos. El leve movimiento de la calesita, el funcionamiento del faro costero, el destino de una cadenita religiosa; ellos proveen el sentido que se nos comunica.

Una caverna nos da el primer indicio del mundo de los muertos, y un camino sembrado con caracoles los invita a la residencia. Vale la pena atender al detalle de que cuando Simón ingresa a la caverna y charla con su amigo invisible, le pide permiso a su madre para llevarlo a jugar a la casa, y ella responde afirmativamente. Los fantasmas de esta casa embrujada son claramente invitados, no solo por el niño, sino también por su madre, que seguirá desde el principio los pasos de su hijo hacia el mundo fantástico, mucho antes de que el devenir de la historia la obligue a hacerlo. Las simetrías de los juegos infantiles, tanto el mencionado de las escondidas como el de la búsqueda del tesoro, son los principales desencadenantes del vínculo entre ambos mundos. Y ambos son jugados tanto por Laura como por Simón. Uno no puede más que dudar sobre el fin último de está madre desesperada cuando todas sus acciones conducen a un reencuentro consigo misma, con su propia infancia. Desde la mudanza a su antiguo hogar, hasta la elección de su hijo adoptivo, parece ser la madre quien más desea ese encuentro con el universo de los muertos. Por eso la referencia a Peter Pan, en un tenso diálogo entre Laura y Simón, es el verdadero nudo dramático del film. ¿Quien está más interesado en dejar de crecer y viajar a la Tierra del Nunca Jamás? ¿Simón o Laura?

El orfanato ofrece grandes aciertos visuales en su primera mitad... para destruirlos sorprendentemente una vez que  comienza a desenvolver la trama. Un ejemplo es Tomás, el niño fantasma con una máscara en el cuello. Mientras la lleva puesta, resulta aterrador. Pero al quitársela, pierde la fuerza de lo desconocido. Si su rostro cubierto refería claramente al amenazante espantapájaros del antiguo orfanato –ver cómo lo dibuja Simón–, al mostrar su cara quedará automáticamente humanizado. Otra cosa que resta es el primer plano innecesario de cierto personaje secundario muerto, una imagen gore que desentona completamente con el resto del film.

La segunda mitad de la película introduce personajes, flashbacks explicativos y subtramas que no hacen más que mellar la fuerza dramática del relato. La aparición de una médium (Geraldine Chaplin, recomendada –ver para creer– por quien interpretara al Sr. Barriga en "El Chavo") desvía a la historia de la intimidad familiar e introduce la contraposición entre quienes creen y quienes no creen en lo sobrenatural, algo que en el caso de El orfanato ya estaba establecido desde el principio (lo mismo que la naturaleza del marido que, por decirlo de alguna manera, ni pincha ni corta).

A partir de los mentados golpes de timón, el clima de terror comienza a desbaratarse, y lo único que queda por ver es la explicación de lo que ha ocurrido; la revelación, uno por uno, de todos los misterios. Y como en el cine fantástico lo amenazante, lo que nos atrae y nos intriga, es lo desconocido, El orfanato empieza a caer en picada. Y termina siendo un film fallido, que promete mucho y cumple poco, aunque deja entrever a un director talentoso, con la suficiente capacidad como para ilusionarnos con una gran película, aunque aún no esté listo para hacerla realidad.

Ramiro Villani      


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