Sí, es verdad. Narc es
un policial que no se priva de ninguna de las minucias argumentales que ya
vimos mil veces en este género: dos agentes atormentados por su pasado a
quienes una investigación pone a trabajar juntos y que, a medida que la
acción avanza, deben enfrentarse a la corrupción del sistema policial y a
sus propias contradicciones. Hasta tenemos la típica (¡infaltable!) escena
de los dos en el auto, bajo la lluvia, a la espera del sospechoso y hablando
de sus mujeres. Pero castigar por eso al film de Joe Carnahan sería como
retroceder un siglo y retomar la discusión que enfrentó a los padres del
género con la élite literaria de su época, que los acusaba de masificar la
lectura repitiendo formatos, mientras el público respondía que ¡sí!, que
justamente esa repetición era lo atrapante, lo distinto, lo particular. (Lo
que a la larga definió los rasgos del cuento policial clásico.) Tal vez,
entre tanta bazofia filmada, Narc vuelva a instalar esa idea
en el público. Porque aunque el film no innova, interesa, y su mérito no es
tanto la historia que cuenta sino cómo la cuenta.
Realizada de manera
independiente, la película vuelve (oooootra vez) sobre la podredumbre del
submundo del narcotráfico, los asesinatos, los junkies patéticos, los
barrios bajísimos y el límite borroso por el que se pasean los policías que
lo investigan. Suena –literalmente– muy Traffic, con Cliff Martínez
ocupándose de la banda sonora (algo que hay que agradecer). Sin embargo,
Traffic (y todo lo que se pueda decir en favor o en contra de esa
película) fue los ‘90 y Narc es los ‘70.
El guión
fue escrito por el mismo Carnahan (cuya opera prima fue Blood, Guts,
Bullets And Octane, en 1998, y cuyo próximo trabajo será Misión:
imposible 3) y está basado en el documental The Thin Blue Line,
sobre el cual el director ya había filmado un corto en 1994 (Gun Point).
Sin demasiados sobresaltos, Narc narra la historia del detective Nick
Tellis (Jason Patric), quien queda suspendido del servicio cuando, en un
tiroteo, una bala perdida causa la muerte de una mujer embarazada. Meses
después, el departamento de narcóticos de Detroit le ofrece una segunda
oportunidad: investigar la confusa muerte de otro policía, junto al
detective Henry Oak (Ray Liotta), amigo de la víctima y de su familia.
Carnahan
construye su film como un policial negro, oscuro, marginal y entrecortado,
que produce en el espectador la adecuada sensación de cámara al hombro.
Sumerge a sus personajes en una atmósfera densa, donde todos los ambientes
–a excepción del hogar que Tellis comparte con su esposa y que está siempre
a punto de derrumbarse– parecen oler muy mal y donde todas las paredes
parecen llenas de humedad y pobreza humana. Hay sangre y hay brutalidad en
primer plano, como no podía ser menos, y una secuencia de tiroteo, la
primera del film, que será difícil de olvidar.
Carnahan,
además, se empeñó en contar la historia desde la mirada que sus
protagonistas echan sobre el mundo: policías cansados, ambivalentes,
quemados por la rutina, asqueados de ver las mismas porquerías todos los
días y que, como enfermos, no encuentran el camino de vuelta de ese mundo
que los contamina con las mismas miserias contra las que luchan. Las
interpretaciones de Patric y Liotta son lo más logrado del film. Patric está
impecable en la piel de Tellis, el detective perseguido por los errores de
su pasado y demasiado racional para compartir los métodos violentos de su
compañero, tal vez por el temor de tropezar dos veces con la misma piedra. Y
Liotta, bueno… Liotta realmente mete miedo con todos esos kilos de más, con
esa barba y tanta furia en los ojos.
Narc
(que fue aplaudido el año pasado en el festival de Sundance) no es un
gran film. Ofrece varios cabos sueltos, como esas referencias a
cuestiones políticas y raciales en las que el director no quiso (o pudo)
profundizar, y un final de esos que generan demasiadas dudas… aunque tal vez
también eso sea parte del juego. No es un gran film, no, pero tampoco un mal
momento.
Analía Crivello
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