HOMEPAGE
ESTRENOS
VIDEOS
ARCHIVO
MOVIOLA
FORO
CARTELERA
PRENSA
ACERCA...
LINKS















NADIE ES PERFECTO
(Flawless)

Estados Unidos, 1999


Dirigida por Joel Schumacher, con Robert De Niro, Philip Seymour Hoffman, Barry Miller, Christopher Bauer, Skipp Sudduth, Rory Cochrane.



Nadie es perfecto cuenta con un argumento relativamente original, aunque un ejército de mañas hollywoodenses se lo deglute sin prisa ni pausa. Es la historia de Walt Koontz (Robert De Niro), un valeroso ex guardia de seguridad que queda semiparalizado por una embolia, lo que lo lleva a confraternizar con Rusty (Philip Seymour Hoffman), ese vecino travesti que era algo así como su enemigo público número uno. Todo transcurre en un hotelucho de los bajos fondos neoyorquinos, cuya escenografía tiene algo de la claustrofobia y la paranoia que supieron respirar varios relatos de Roman Polanski. Cierta cuota de intensidad aflora por este lado, para empalmar con la soledad y la desolación de Koontz, de Rusty y, por extensión, de tantas criaturas suburbanas más o menos semejantes. Pero la intensidad no es completa ni mucho menos.

La manifiesta antipatía inicial que se profesa nuestra pareja es el aperitivo de un plato predecible: ¿quién que haya visto dos "buddy movies" en su vida podrá dudar de la amistad a la que están fatalmente condenados los protagonistas? Pero el acercamiento no se produce con prontitud, y muy pocas novedades puntuales vienen a matizarlo. Los amigotes de Koontz son tan reaccionarios como él. Las amiguitas de Rusty, tan mariquitas como cabía imaginarlas. Una patota de negros e hispanos puntúa el drama. Su destino es igualmente previsible, mientras que su villanismo raya en la caricatura, aunque no abona la vertiente cómica sino los tibios esbozos de thriller del drama. A Koontz, cuya hemiplejía está lo suficientemente subrayada como para evocar al catatónico que encarnó De Niro en Despertares (Penny Marshall, 1990), le prescriben clases de canto para acelerar su recuperación. Rusty se las da. Claro que el precio de esas lecciones incluye el afecto del gay, y qué mejor que el afecto de un gay para apurar la apertura mental de un vigilante rudo. Una breve comentario de Rusty sobre las oscuras intenciones de ciertos amantes, por ejemplo, basta y sobra para que Walter Koontz, hombre grande ya, descubra esas mismas intenciones en la mujer (para colmo, una prostituta) que lo ha estado viviendo durante meses. Ay.

De Niro no está del todo bien: luce tan cachuzo y patético que está llamado a provocar risitas indeseadas (no las proferí –lo juro– aunque no condenaría a nadie por hacerlo). Hoffman arranca brioso, pero a poco de andar se queda corto de recursos e incurre en la sobreactuación. La mayor parte de los chistes se alimenta de juegos de palabras que naufragan en los subtítulos y de guiños cinéfilos oxidados. Y el final es tan rosa que parece trasplantado de una comedia romántica producida por Adrián Suar.

Guillermo Ravaschino