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MOULIN ROUGE, AMOR EN ROJO
(Moulin Rouge)

Estados Unidos, 2001



Dirigida por Baz Luhrmann, con Nicole Kidman, Ewan McGregor, John Leguizamo, Jim Broadbent, Richard Roxburgh.



"It’s a story about love" (es una historia sobre el amor), denuncia la frase que intenta resumir el espíritu de la nueva película de Baz Luhrmann. Pero Moulin Rouge es mucho más que eso. Podríamos decir que es un musical que recorre la historia del cine. Y también, que es un film tragicómico atravesado por una amplia selección de canciones pop del siglo XX.

A partir de una trama muy simple, la película despliega una enormidad de recursos cinematográficos que la tornan abrumadora en un comienzo, pero apasionante a medida que avanza el relato. Todo lo que al principio parece excesivo (el ritmo acelerado, los encuadres, la música, la iluminación, los efectos especiales –la puesta en escena, en definitiva–) empieza a cobrar sentido y a encajar perfectamente en este rompecabezas que conforma Moulin Rouge. El exceso nunca disminuye, pero funciona en favor de una narración que busca construir un mundo mágico, casi surrealista. Las nuevas ideas bullen de manera vertiginosa en el mundo del pintor Toulouse-Lautrec y su "Revolución bohemia", y Moulin Rouge corre a la par de lo que retrata.

En primer plano está siempre la historia de amor. Esa que relata Christian (Ewan McGregor) en las páginas que está escribiendo. El flashback y la voz en off nos introducen en el París del 1900, precisamente en el famoso cabaret al que el protagonista llega en busca de un futuro idealizado. El film no lo delata verbalmente, pero las imágenes aluden a los comienzos del cine: la llegada del joven a la ciudad luz es mostrada con proyecciones en blanco y negro como las del cinematógrafo de los hermanos Lumière. Más adelante aparecerán otras referencias a los realizadores pioneros (las puestas teatrales, los "trucos de magia" y la famosa luna de Georges Mèliés, por ejemplo).

Satine (Nicole Kidman en su impecable debut cinematográfico como cantante) es la prostituta más famosa del Moulin Rouge y, como era de prever, deslumbra a Christian en la primera noche. Pero él no es el único que tiene intenciones de intimar con la bella y algo superficial cortesana. El millonario y malvado Duke (Richard Roxburgh) también está al acecho. Los personajes están delineados con trazos gruesos, pero este efecto paródico refuerza la intención humorística que alterna con el tono dramático del film.

Ya desde las primeras escenas los personajes se ven envueltos en un juego de enredos que, además de divertir, revela sus motivaciones. Satine es prostituta pero quiere convertirse en una gran actriz; Christian es un poeta que escribe sobre el amor aunque nunca se ha enamorado; Toulouse-Lautrec (John Leguizamo) y su grupo de inadaptados buscan una obra para montar en el Moulin Rouge pero les falta el autor; y Duke tiene el dinero necesario para cumplirle los sueños a todos... a cambio de poseer a la heroína.

Como en sus dos películas anteriores (Strictly Ballroom y Romeo + Julieta), el director australiano Baz Luhrmann sitúa una historia determinada en un contexto insólito, para lograr un efecto original. En este sentido, Moulin Rouge es un gran espectáculo con varias capas para desgranar. La reconstrucción de época es realista sólo en el maquillaje y el vestuario. El telón rojo que abre y cierra el film, los íconos parisinos (la torre Eiffel, el propio Moulin Rouge) hechos a pequeña escala, todos los decorados interiores en los que se desenvuelven los personajes, las miradas a cámara y otros tantos recursos que quiebran la transparencia, recuerdan que una película es un gran artificio. El espectador se entretiene y reflexiona a la vez.

Lo mismo ocurre con la elección musical de Moulin Rouge. Rinde homenaje a los clásicos musicales de Hollywood de los años ‘50, pero también a las más conocidas canciones pop de las últimas décadas: de David Bowie a Elton John, de Madonna a Queen, de John Lennon a Nirvana. Reconocer el origen de las melodías puede ser un desafío para memoriosos; más allá de eso, todas las letras aportan sentido y resignifican la historia, que nunca deja de funcionar. Para el espectador resultará natural que los personajes de repente comiencen a cantar y "La novicia rebelde" se fusione con "Like a Virgin" (Madonna) o "Roxanne" (The Police) con un tango de Mariano Mores.

Paralelamente a la trama amorosa y sus contratiempos (el amor secreto entre la prostituta y el escritor, las maldades de Duke, la enfermedad de Satine), se desarrollan los ensayos de la obra teatral que los personajes están preparando. Esta puesta dentro de la puesta hace avanzar dramáticamente la acción y en el estreno final es donde se resuelven todos los conflictos. La proyección se repite, el telón se cierra, y las capas de sentido comienzan a fluir. A fuerza de excesos, buenas ideas y transgresión, Moulin Rouge construye una experiencia cinematográfica única.

Yvonne Yolis     


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