Paul Auster es escritor. Y de
los buenos. Aquellos capaces de provocar silencios mentales, empatías
lejanas, excitaciones felices y reflexiones intertextuales. Puede llegar a
narrar la búsqueda de la identidad con la estructura del relato policial,
mostrar la desolación ante las desapariciones y ausencias con pocas
palabras y criticar al sistema americano a través de sus personajes
existencialistas en el seno de la ciudad de Nueva York. Sin embargo, a
pesar de su capacidad como narrador dio a luz Heridas de amor: Una
película desoladora, incoherente, superficial y ridícula.
La leyenda dice que
Auster escribió el guión y se lo envió a Wim Wenders para que lo
filmara. El alemán se lo devolvió diciendo que no podía hacerse cargo
de una historia tan personal como la de Lulú On The Bridge
(título original) así que el escritor abandonó por un tiempo la pluma y
decidió encarar él mismo la realización de la película. Se rodeó de
actores reconocidos como Harvey Keitel, Mira Sorvino, Willem Dafoe y
Vanessa Redgrave.
La historia de Heridas
de amor comienza cuando Izzy Maurer, un saxofonista de jazz, recibe
una herida de bala en el pecho. A partir de ese punto se desarrolla un
cuento fantástico al estilo Auster-escritor. Un asesinato, indicios
misteriosos al lado del cadáver, una mujer hermosa (Mira Sorvino) de
quien Izzy se enamora perdidamente y el rodaje de una nueva versión de la
Caja de Pandora (de Georg Pabst) en la que Sorvino encarna el papel
que antes interpretara Louise Brooks. Es extraño que alguien tan diestro
en el uso del lenguaje como Auster haya escrito diálogos tan
estereotipados, "americanos", aburridos y previsibles. Nada hay
aquí de la magia de sus historias de frases simples.
Auster-cineasta tuvo un
buen debut con el guión de Cigarros dirigida por Wayne Wang. No
fue tan buena su segunda parte, Humos del vecino, donde no conforme
con escribir se hizo cargo también de la dirección. En esta oportunidad
quedan descubiertas dos incapacidades de Auster. La primera se evidencia
en la escritura de guiones: después de Cigarros, Auster perdió la
inspiración. La segunda tiene que ver con la incompetencia del autor de
"El país de las últimas cosas" para la puesta en escena.
Auster desperdicia muchas situaciones de Heridas de amor por
el encuadre, como si no supiera adónde ubicar la cámara. Sus actores no
responden, como si hubieran perdido la capacidad interpretativa que
supieron mostrar en otros filmes. Y la historia no tiene ningún sentido,
aunque con muy buena voluntad podría decirse que se trata de un par de
solitarios que se encuentran con el amor de un modo fantástico. Y ese
amor los rescata, los redime.
En conclusión, a Paul Auster hay que leerlo. De ser posible, en
aquellos textos en los que el cine es una atractiva referencia dentro de
la historia o un objeto de comunión entre los personajes.
Eugenia Guevara
|