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EL ESPINAZO DEL DIABLO

España, 2001


Dirigida por Guillermo del Toro, con Marisa Paredes, Eduardo Noriega, Federico Luppi, Fernando Tielve, Iñigo Garcés, Irene Visedo.



Una voz en off sugerentemente parecida a la de Narciso Ibáñez Menta introduce el paseo. Porque a la vieja usanza de los films del maestro del terror, y a pesar de que el comienzo plantea el latiguillo "¿Qué es un fantasma?", la película no es un juego de gato y ratón por saber quién está vivo o muerto. Por suerte, Guillermo Del Toro ignoró la moda impuesta por Sexto sentido y continuada por Los otros para simplemente relatar un cuento. Y no es casualidad que la voz se parezca a la del creador de El pulpo negro. De hecho, es la de otro argentino, otro maestro: Federico Luppi.

La historia transcurre durante la guerra civil española, en una casona perdida a un día de viaje del pueblo más cercano, en el desierto paisaje de Cataluña. Una vieja profesora y un viejo poeta cuidan de un grupo de niños al que los franquistas dejaron sin familia. Los chicos llegan en forma rala de la mano de algún guerrillero republicano que sobrevivió a sus padres con la promesa de cuidar al chaval y los depositan en el oculto bastión, junto con lingotes de oro robados que contribuirán a la causa. Desgraciadamente, el dorado metal no se puede canjear por leche en la despensa del pueblo y lo que se suponía un momentáneo tiempo de espera, se ha transformado en una situación indefinida de años: ¿cuánto tardarán en llegar los franquistas? ¿Cuándo y cómo se podrá usar el oro para la causa republicana? ¿Qué darle de comer a los chicos? ¿Cuánto más habrá que esperar?

A esta fracción de universo sin vida, donde los vivos parecen haber muerto hace rato y donde los fantasmas tienen deudas por saldar, llega Carlos, otro huérfano de la revolución. Con una pequeña caja de recuerdos, el espectador deberá cruzar con el chico ese mundo de la niñez que todos mantenemos en la memoria, pero bajo la circunstancia particular que sólo una guerra puede plantear: el constante merodeo de la muerte. Si los suspiros y las sombras que arrastran sus amenazas en la noche son la representación de la prueba a sortear, son los fantasmas del más acá a los que habrá que vencer para escapar al sangriento mundo de los adultos y seguir con vida.

Producida por Agustín y Pedro Almodóvar, El espinazo del diablo no es un complicado cerrojo de puertas que se cierran y sombras que cruzan la pantalla para hacernos saltar de la butaca. Los recursos obvios, cuando el director recurre a ellos en un par de oportunidades, se ven venir rápido y no son más que una anécdota. La propuesta es otra: una reflexión acerca de los fantasmas terrenales, que viajan por esta vida atados a los hombres de carne y hueso porque son ellos quienes los alimentan. Un plácido relato acerca del ser y su alma.

Javier Rey     


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