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DESTINO FINAL 2
(Final Destination 2)

Estados Unidos, 2002


Dirigida por David R. Ellis, con Ali Larter, Tony Todd, A.J. Cook, Michael Landes, Terrence Carson, Jonathan Cherry, Sarah Cart
er, Lynda Boyd.



Como se recordará, en el centro de Destino final estaba el elemento argumental que la distinguió de las remanidas películas de terror para adolescentes: el malo, el monstruo, no era un personaje de carne y hueso sino la muerte. Y más que la muerte, su fatalidad. Es decir, la idea de que a todos nos llega la hora, que esa hora (y las circunstancias precisas que la signan) está fijada de antemano, y que si alguien consigue esquivar el designio la propia muerte se encargará de encarrilar las cosas persiguiéndolo y, mucho más temprano que tarde, alcanzándolo. Esa sigue siendo la idea central, aunque no ya novedosa, y por eso, aunque no sólo por eso, Destino final 2 está por debajo de su predecesora.

A poco de empezar, la teenager Kimberley (A.J. Cook) sale a la ruta con sus amigos al volante de una soberbia camioneta roja. Enseguida la asalta una premonición: ve mentalmente el sangriento choque en cadena que se cobrará las vidas de 18 personas, incluidos todos ellos. Eso la lleva a intentar alterar el curso de los acontecimientos deteniendo el vehículo al borde de la autopista, lo que genera un embotellamiento. El choque se produce igual, pero Kimberley y sus amigos, junto a otros automovilistas que se atascaron detrás de ellos, se salvan. La muerte, pues, irá por todas y cada una de esas almas. La secuencia del choque no se acerca a su estupenda análoga en el film original (ese accidente aéreo que todavía y ya van a hacer tres años guarda un lugar en la memoria), pero está bien filmada y montada.

Un poco porque asumió el notable éxito del título que inauguró la saga, otro poco por distracción quizá, Destino final 2 invierte poco y nada en fundamentar su premisa. Todo se pone en marcha rápidamente. Los sobrevivientes empiezan a caer. Ahora, ¿todo lo que nos queda es esperar que cada una de las muertes sea lo suficientemente tremenda, sangrienta y espectacular como para sostener nuestro interés?

Mayormente a esto último se consagraron el director y el guionista, y no sólo por el lado de la truculencia sino también a partir de la comicidad. Varias veces dieron en el blanco: algunas muertes ponen los pelos de punta, otras arrancan risas (es de esas películas que se pueden disfrutar en grupo, medio borrachos todos), y unas pocas, ambas cosas al mismo tiempo.

Por supuesto que un film de hora y media que sólo apuesta a conmover con escenas puntuales cuenta con poco margen. Los responsables también estuvieron al tanto, e inyectaron –por aquí y allá– modestos condimentos argumentales que complementan el esquema original (todos ellos relacionados con el modus operandi de la muerte). Estos condimentos resultaron algo ingenuos, inverosímiles.

Conclusión: si les gusta este tipo de películas esperen a que Destino final 2 salga editada en video (y si aguantan hasta el verano, tanto mejor), convoquen a un par de amigos (o a más de un par: el número perfecto podría ser 18), compren bastante cerveza... y que empiece la fiesta.

Guillermo Ravaschino      

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