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ATLANTIS, EL IMPERIO PERDIDO
(Atlantis, The Lost Empire)

Estados Unidos, 2001


Largometraje de animación dirigido por Gary Trousdale y Kirk Wise.



Antes de entrar en digresiones, me gustaría dejar claro que la película animada Atlantis es entretenida, de argumento simple y engalanado con graciosas peripecias, con algunos momentos bellos. Si tiene un hijo despierto, invente alguna excusa para acompañarlo o, simulando hastío, déjese llevar. Ahora sigamos.

De los reinos perdidos, quizás el más renombrado sea el de la Atlántida. Unos 9000 años antes de Solón (c 640-559 aC), el primero que los nombra, los atlantes eran poderosos, con una organización política ideal y una civilización avanzada. Enojados los dioses por las pretensiones de los atlantes, hundieron la isla para siempre. Antes que aparezca el título de esta nueva producción de Disney, vemos cómo la Atlántida sucumbe y una luz celestial arranca a una mujer, abduciéndola como en las historias de platos voladores, del abrazo de su hijita.

Sobre la Atlántida, Platón relata que Critias fue informado de la existencia del reino por su abuelo, a quien la noticia le había llegado de su padre. Así se transmiten las leyendas y de esta manera continúa la película, con el torpe lingüista y cartógrafo Milo –voz de Michael J. Fox–, añorando la Atlántida que su abuelo buscó toda la vida y explicándonos su descabellada teoría: el reino se encuentra en Islandia.

Con el Libro del pastor bajo el brazo partirá Milo, junto a un explorador contorsionista –compañero de aventuras de su fallecido abuelo– y un grupo de ayudantes. Los más graciosos del equipo son la oficial de comunicaciones Mrs. Packard, una vieja pesimista y abúlica, fumadora empedernida, que está siempre pronosticando la destrucción de la expedición, y el Topo, un enigmático personaje que no se sabe bien qué es y que en cuanto ve un puñado de tierra ya está cavando para enterrarse; también agrada la experta en motores Audrey Ramírez (una latina de labios gruesos que sabe boxear –¿reminiscencias de Golpe de mujer... ?); los menos simpáticos, los que nos despiertan una sospecha que se confirmará en la trama, son el comandante de la expedición y su compañera de armas. Pronto nos daremos cuenta que buscan algo más que la ciudad perdida.

Al llegar Milo a la Atlántida conoce a la princesa Kida, una huérfana criada por su abuelo, el rey del imperio. La princesa Kida es una hermosa animación, que rescata las formas ideales femeninas; hace soñar a Milo y a los espectadores.

Después lo previsible, y sin embargo agradable, en este tipo de producciones: cuando la trama empieza a debilitarse por la ausencia de un malvado (acuérdense de Hitchcock, que creía que debía haber un personaje verdaderamente malo en una película para que la trama funcionara), estos aparecen en cantidad, aunque son bienvenidamente ambiguos. Más irónicos que cínicos; malos, sí, pero no diabólicos. Y como en tantas historias de Jack London, se producirá el enfrentamiento entre los malvados que se quedan con el botín.

Las animaciones son planas, con intercalaciones de planos generales más pictóricos de dibujo fino y completo, que aprovechan el formato ancho –cinemascope, raramente utilizado en animación–, trabajados en tercera y segunda dimensión con la técnica desarrollada para Tarzán. La dirección de arte en general está muy bien llevada; el diseñador de producción es Mike Mignola, autor de las tiras de comic Hellboy, que aporta una imagen más estilizada y enérgica, alejada de la mayor parte de los productos Disney. El trabajo de voces –tememos que el doblaje reste encanto– es excelente.

Hay momentos en que la acción dramática decae y otros en que el argumento no parece muy bien trazado, pero esto se siente porque la propia película, en cuanto respetable trabajo de animación, reclamaba un poco más.

El espectador adulto disfrutará... probablemente más que el infantil. Y si está bien o no que una película dirigida a los pequeños termine gustando más a los adultos, bueno, ese puede ser un tema para nuestro Foro.

Adrián Fares     


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