Luego del traspié que significó su primera
excursión fuera de España (Perdita Durango, no sólo estadounidense
sino "hollywoodiana" en el peor sentido), Alex de la Iglesia volvió más maduro y hasta más solemne. Pero
a no asustarse, que se trata de una madurez que es extensión y resultado de la línea
teenage-gore que había cultivado con maestría en dos de sus anteriores films: Acción
mutante y El día de la bestia.
Con un guión notable,
aunque no
iguala al de El día de la bestia, en Muertos de risa Alex deja entrever con fuerza
su visión pesimista, nihilista casi, de las relaciones humanas. Acaso eso es lo que se
esconde tras la escatología de su estética: el profundo descreimiento maquillado de
humor negro de la generación del nevermind. Así lo hizo saber él
mismo cuando estuvo en Buenos Aires ante la pregunta de uno de sus fans ("¿Creés en algo?"); así lo
confirmó en este largometraje. Que ese discurso, con el que se puede estar de acuerdo o
no, esté tan bien planteado habla de que más allá de los altibajos nos encontramos ante
un gran artista. Que en este caso se da el lujo de homenajear con gran
altura a Federico Fellini, Orson Welles y a más de un formato de lo que
se conoce como "cine clásico americano".
¡Ah!, la película trata de dos humoristas que empiezan de cero, alcanzan
el éxito y fermentan un odio tan profundo el uno por el otro que los lleva a pegarse
golpes y tiros.
Máximo
Eseverri |