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HUMO SAGRADO
(Holy Smoke)

Estados Unidos, 1999


Dirigida por Jane Campion, con Kate Winslet, Harvey Keitel, Pam Grier, Julie Hamilton, Tim Robertson, Sophie Lee, Daniel Wyllie.



Ruth ya no es Ruth; ahora la llaman Nazni. También ha dejado de ser esa veinteañera común y corriente de Sans Souci, un pueblito perdido en alguno de los desiertos de Australia, para sumarse a la legión de fanáticos de Baba, uno de los gurúes más famosos de la India. Ruth está allí. Fue de vacaciones con sus amigas, pero se enamoró de Baba o, en sus palabras, se iluminó. Cubre sus hombros con un sari (especie de sábana blanca), luce sobre su frente esa pieza de bijou que hace las veces de tercer ojo, y no hay modo de convencerla para que vuelva a casa. Pero sus padres y sus dos hermanos dan con el hombre indicado: PJ Waters, el cult exiter (o "desprogramador") más exitoso del planeta. Quien recomienda que la traigan de vuelta por cualquier medio y garantiza que en tres días expulsará todo vestigio de hinduismo de su mente. La madre hace sus valijas y vuela a la India con una mentira en la manga: la inminente muerte del padre de Ruth. El plan funciona y así, virtualmente secuestrada, Ruth vuelve a Australia. Poco después queda aislada con PJ en una "choza de transición" que servirá de laboratorio para que este hombre aplique sus métodos.

El último largometraje del siglo XX de la neocelandesa Jane Campion (Un ángel en mi mesa, La lección de piano) es inusual por varias puntas. Empieza de tal modo que uno se prepara para una larga temporada en Asia, con las sectas y su folklore en el centro de la escena. Pero no; ya no volveremos a la India, y la fe y el fanatismo no serán temas dominantes, sino más bien excusas. Por otro lado, el registro. Grave en un principio, se salpicará cada vez más de trazos humorísticos. Esto es lo que salva de algún modo a PJ (Harvey Keitel), algo así como un cowboy de camisa, jeans y anteojos negros, gurú del antiguruismo proveniente de Los Angeles, cuyo "sistema de desprogramación" es tan sencillo como inverosímil: el primer día prevé la aislación de Ruth; el segundo, la captación de su atención y respeto; el tercero, la conversión, el reencuentro con su familia, los besos y los abrazos. Obviamente que esta chica (que no es otra que Kate Titanic Winslet) le complicará los planes.

Más allá de las mentadas etapas, los empeños de PJ no son muy diferentes de los que cualquier persona pondría en práctica para refutar a una secta. Una pizca de sentido común, unas pocas preguntas, algunas concatenaciones lógicas. Este tramo de Humo sagrado es demasiado largo, lo que se justifica en parte ya que allí se opera la transición fundamental del film: no la de Ruth hacia la "mentalidad occidental" sino la de la historia, que gana en humor e intensidad mientras desplaza progresivamente la mirada hacia un nuevo territorio: el de la intimidad de esas dos almas en conflicto. Y la intimidad es el terreno adonde Jane Campion pisa más fuerte. Con el correr del metraje, PJ dejará de ser aquel cínico con las ideas bien puestas para adaptarse a esa muchacha que le mueve el piso. Ruth dejará de ser la hinduista irreductible para hacer tabla rasa y empezar, una vez más, a buscar su rumbo desde cero (o casi). La inmensidad del desierto que los rodea y la fotografía, que es esplendorosa sin perder –permítanme– calor de hogar, se postulan como buenas formas para acompañar la desnudez de Ruth y PJ. Que oportunamente será literal, con las ya famosas nalgas de Keitel y los generosos pechos de Winslet paseándose por la pantalla... pero no así gratuita.

Las idas y vueltas del corazón, sus desgarros y sus picos (lo que incluye a Ruth haciéndose pis encima "por amor") nutren al último tercio de la película. Y lo hacen condensadamente, habida cuenta de que la "choza de transición" termina funcionando como un laboratorio bien distinto del que se preveía: como un campo de pruebas para los vaivenes del amor. Y si la diferencia de edad opera como un ingrediente trágico, las idas y vueltas llevarán la relación hacia otras aguas, no poco turbulentas: las de la protección, las del paternalismo, las del "sexo por el sexo", etc.

A Humo sagrado le sobran unos cuantos minutos, alguno que otro personaje secundario y muchas veces gira en torno de ese punto tripartito en el que la intensidad limita con el desafuero y hasta con el tedio (tiene algo de Corazón salvaje, de David Lynch). Dos cosas justifican su visión: las veces en que las que la intensidad triunfa y el trabajo de Kate Winslet, que se entrega en cuerpo y alma para potenciarla.

Guillermo Ravaschino