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LAS HORAS
(The Hours)

Estados Unidos, 2002


Dirigida por Stephen Daldry, con Nicole Kidman, Julianne Moore, Meryl Streep, Toni Collette, Ed Harris, Miranda Richardson, Jeff Daniels.



Podrían formularse muchas observaciones críticas sobre las fallas de Las horas. Que es un producto dirigido a los premios, como espacio para lucimiento de un elenco brillante y como film de época que permite una elaborada reconstrucción y fotografía; que es una película demasiado ambiciosa, con tres historias que resultan íntimamente entrelazadas, cada una de ellas con varios personajes, ubicadas en tiempos y espacios diferentes; que es demasiado "prolija": la recreación de épocas, la cuidada ambientación y la paleta de color predominante en cada una de las historias son impecables, la continuidad del montaje en la obertura es un tour de force maestro que acentúa el paralelismo entre ellas, la composición de cada cuadro busca la admiración del espectador, etc. Y bien, sí. Debo agregar que la disfruté en cada momento, con todas sus contradicciones.

La película de Stephen Daldry está cargada de historia literaria: el guión de David Hare es una trasposición de la novela de Michael Cunningham, ganadora del Pulitzer en 1998, que articula tres historias atravesadas por la literatura de Virginia Woolf. En cada caso, se relata un día clave en la vida de cada protagonista, un momento de alta presión psicológica. En 1923 Virginia (Nicole Kidman) se encuentra escribiendo su novela "Mrs. Dalloway", sobre un día en la vida de una señora de la alta burguesía londinense. La mujer prepara una fiesta, y durante unas horas se sumerge en una revisión nostálgica de su pasado, de las ilusiones perdidas, de lo que pudo ser y no fue. La novela constituye una meditación sobre el paso del tiempo y la complejidad de las relaciones humanas. Virginia se aferra a la literatura como una tabla salvadora ante la amenaza de locura y suicidio, siempre acechante. En 1951 Laura Brown (Julianne Moore), madre de familia en una típica casa de los suburbios de California, deprimida y embarazada de su segundo hijo, se prepara para festejar el cumpleaños de su esposo mientras lee "Mrs. Dalloway", y esa lectura la mueve a cuestionar toda su existencia ante la mirada sensible de su hijito, quien adivina la crisis por la que atraviesa su madre. En 2001 Clarissa Vaugham (Meryl Streep), una moderna Mrs. Dalloway, organiza en Nueva York una fiesta para su amigo y tal vez ex amante, un escritor premiado y enfermo de sida, al cual ella dedica sus cuidados diarios. Clarissa lleva el nombre de Mrs. Dalloway, y como ella –como Laura– siente que su mundo está fisurado y a punto de caer al vacío.

No he leído la novela de Cunningham pero sí "Mrs. Dalloway" hace años, cuando exploré el mundo de Woolf. Estoy obligada a referirme al rasgo más sobresaliente de la novelista: su elaboración del fluir de la conciencia, su expresión de la interioridad de los personajes, preferentemente femeninos (como lo hiciera Joyce, a veces Proust).

Ese es el espíritu de Virginia presente en el film, logrado básicamente por el formidable trabajo de las tres actrices, que no recurren a la voz en off para manifestar sus sentimientos más íntimos. Mucho se ha dicho de la curiosa caracterización de Nicole Kidman, quien lleva una máscara que la hace casi irreconocible. Kidman no necesitaba de ese artificio para confirmar que es una de las mejores actrices dramáticas del momento, aunque la prefiero en Los otros o en Ojos bien cerrados. Aquí está superada por Julianne Moore y sobre todo por Meryl Streep, en mi opinión. Moore compone una maravillosa víctima del sistema paternalista: casi sin decir palabra transmite la opresión y el ahogo de la vida doméstica, su extravío, frustración e impotencia. Streep, en el otro extremo de la verborragia, despliega con sutil variedad de registros toda la inseguridad de la mujer emancipada contemporánea. Las actuaciones secundarias no van a la zaga: Miranda Richardson es una excelente Vanesa Bell –pintora y hermana de Virginia, un personaje riquísimo lamentablemente poco desarrollado. (Paréntesis para cinéfilos: en la versión cinematográfica de "Mrs. Dalloway" que dirigiera Marleen Gorris, la protagonista fue interpretada por la gran Vanessa Redgrave, y el guión era de Eileen Atkins, de breve aparición es este film.) Y la extraordinaria Toni Collette roba cámara en una única e impactante aparición de diez minutos. Entre los masculinos, Jeff Daniels se destaca sobre Ed Harris, algo sobreactuado.

Virginia Woolf fue una riquísima personalidad de matices diversos: entusiasta editora de escritores noveles, líder intelectual del grupo Bloomsbury –que contaba entre sus integrantes a la pintora Carrington, la escritora Vita Sackville West y el economista Maynard Keynes–, Virginia elaboró una aguda crítica de la sociedad de su época, fue una de las escritoras inglesas más notables del siglo XX e ícono del feminismo. De este personaje polifacético, la película sólo explora dos aspectos: su creatividad literaria y su locura, que aparece como causa de su posterior suicidio, sin siquiera mencionar que en 1941 Woolf estaba obsesivamente angustiada por las victorias nazis en la guerra y perseguida por el origen judío de su esposo. Este es el pobre recorte que hace el film de la escritora, cuya lucidez sólo se revela en el diálogo final que sostiene con su marido. El lesbianismo de Virginia está abordado por desplazamiento, transferido a las tres protagonistas: Clarissa es una lesbiana socialmente asumida, las otras dos tienen una sexualidad por lo menos confusa y el beso entre mujeres que recuerda Mrs. Dalloway en la novela está actualizado en los que las tres protagonistas dan a otra fémina.

Daldry se había revelado en Billy Elliot como un realizador delicado; aquí demuestra que sabe explorar y transmitir la naturaleza femenina, y quiere recorrer el camino que hicieron Bergman, Allen y Almodóvar. Dejando en segundo plano el origen literario, pone el lenguaje puramente cinematográfico al servicio de la expresión de la interioridad femenina, de su ansia de liberación, sus dudas, emociones, el agua en suma, presente desde el principio del film. La escena inicial del suicidio de Virginia en el río Ouse instala la muerte como una amenaza ominosa y elección posible. Todo el film –como la novela de Virginia Woolf– resulta una reflexión sobre la muerte y el paso del tiempo. "Las horas" era el título tentativo de la escritora para su novela "Mrs. Dalloway". Cada historia del film transcurre durante unas horas, pero el contrapunto que se establece en las tres variaciones sobre el tema pone en claro la relatividad de las medidas del tiempo, evita la linealidad tradicional (tan masculina) y apela a la unicidad del tiempo, la posibilidad de que un momento del así llamado pasado se reactualice en otro del presente o del futuro, y pone de relieve también la identificación entre los personajes. Y todo eso gracias a un estupendo trabajo de montaje que logra la continuidad espacio-temporal y desarrolla el paralelismo con un excelente sentido del ritmo.

Este logro en el montaje –aunque a veces resulte algo manierista– torna disfrutable la sobreabundancia de acción, de personajes y sobre todo, de melodrama, tratado siempre de manera seria y hasta solemne. En Hable con ella, el film de Almodóvar, la cámara se posa brevemente sobre el libro de Cunningham. El manchego declaró que le hubiera gustado llevarlo a la pantalla, pero llegó tarde. Es interesante imaginar cuál habría sido su propia elaboración de este melodrama. Pero esa ya es otra película.

Josefina Sartora      

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