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Contracampo 2000


5 Estrenos 5

* Yendo al colegio con papá sobre mi espalda. China, 1998. Dirigida por Zhou Youchao.
* La herida (Yara). Turquía-Alemania, 1998. Dirigida por Yilmaz Arslan.
* ¿Dónde queda la casa de mi amigo? Irán, 1987. Dirigida por Abbas Kiarostami.
* La vida continúa. Irán, 1992. Dirigida por Abbas Kiarostami.
* Primer plano (Close-Up). Irán, 1990. Dirigida por Abbas Kiarostami.

Yendo al colegio con papá sobre mi espalda
Esta película china es un cuento moral basado en la historia real de un chico que pone todo su esfuerzo en sus estudios, y al que todo el sistema (podríamos decir stablishment) apoya. Al mismo tiempo, trata con cierta delicadeza el peso de las antiguas tradiciones que relegan a la mujer al último lugar. Su director, Zhou Youchao, es un ex colaborador de Zhang Yimou en Judou y Sorgo rojo, y de Wu Tianming en El rey de las máscaras.

La herida
Esta es una coproducción turco-germana concretada por un director que, como cientos de miles de turcos, eligió a Alemania como su segundo hogar. La protagonista vivió el mismo desarraigo, en un proceso de transculturación que sacudió toda su estructura psíquica. Forzada a volver a su país, a sus tradiciones y represiones, la joven se interna en una senda que la llevará hasta las profundidades de la locura. Un film denso, que reitera las alucinaciones de la joven. Y concluye confusamente.

EstrenoKiarostami x 3
Las figuras centrales de este Contracampo 2000 (que continúa de algún modo con la difusión de cinematografías distintas que la seccíón homónima del Festival Internacional de Mar del Plata encaró) son los demorados estrenos de tres excelentes películas de Abbas Kiarostami. Desde el estreno en Buenos Aires de El sabor de la cereza, que ofició de puerta de entrada al cine iraní, Kiarostami se nos ha revelado como uno de los realizadores más creativos y originales del cine contemporáneo. Nacido el 22 de junio de 1940 en Teheran, debutado en la dirección de largometrajes un cuarto de siglo después, tras numerosos cortos didácticos y publicitarios, Abbas inspiró la "nueva ola" del cine iraní, un cine que -como el suyo- ha estado sometido a las restricciones impuestas por la república islámica. Que proscribió las películas europeas y americanas, prohibió tocar temas como la política, la religión, el sexo o la violencia, y discutir la condición de la mujer.

Kiarostami trabajó con las limitaciones y las prohibiciones, sacó provecho de las mismas. Su opción fue mostrar ciertas caras del mundo real, y sus películas bordean permanentemente la frontera entre lo documental y lo ficticio. Aquello que ha hecho grande a Kiarostami ante una parte de Occidente es tal vez lo mismo que le granjeó la condena de otro sector: un modelo de representación absolutamente propio. Las características de su cine están presentes en estos tres estrenos: historias abiertas, finales indefinidos, motivos recurrentes, la filmación siempre en ámbitos naturales y mayormente en tiempo real -para muchos demasiado lento-, la presencia de actores no profesionales -casi todos masculinos-, la intensidad del deseo en los personajes, la improvisación, el testimonio documental, el uso del fuera de campo, la manía y la manera de comentar al cine desde el cine mismo.

Dos de las películas estrenadas integran la llamada "trilogía de Koker", región a 350 km de Teheran donde fueron filmadas. De la primera, ¿Dónde queda la casa de mi amigo?, de 1987, podría decirse que es la más simple, y tal vez la más bella y poética. Kiarostami construye una historia lineal, de ficción, con chicos, género en el que más tarde los iraníes se consagrarían como expertos. El protagonista, de ocho años, se da cuenta de que su compañero de clase dejó olvidado su cuaderno, sin el cual no podrá hacer la tarea, y para evitarle un severo castigo inicia el camino hacia el pueblo vecino con el fin de restituírselo. Este viaje es una suerte de mini-odisea de exploración del mundo exterior y del mundo de los adultos. El muchacho obedece a su sentido de responsabilidad, y aunque no encuentra mayor apoyo ni comprensión, sigue adelante.

Como ouroboros (sí: la serpiente que se muerde la cola), La vida continúa, de 1992, remite al film anterior. En 1990 toda Koker fue asolada por un terrible terremoto, que destruyó gran parte de las viviendas y dejó miles de muertos. Kiarostami concibe un film en el que ficción y realidad van de la mano: el protagonista –interpretado por un actor– es el supuesto director de, justamente, ¿Dónde queda la casa de mi amigo? Una suerte de Kiarostami ficticio, que después del terremoto regresa con su hijo al pueblo adonde filmó esa película, para averiguar qué suerte han corrido los dos chicos que la habían protagonizado. Kiarostami (el real) aprovecha este viaje para documentar los efectos del terremoto, con una técnica que después haría frecuente: filmar a través de la ventanilla de su auto, especie de sub-marco de la pantalla. En medio de la devastación, la gente atiende sus necesidades inmediatas, las de la supervivencia. Ya es característica de su cine presentar el choque entre las ancestrales costumbres campesinas y la vida de los personajes urbanos, conflicto que extrema en su último film, que aún espera estreno: Y el viento nos llevará. Cine dentro del cine, en La vida continúa padre e hijo reencuentran a actores del film anterior, al que se remiten, e incluso uno de ellos hace evidente el proceso de producción del film: "esta no es mi verdadera casa, es mi casa en esta película. Me daría un vaso de agua?", pregunta a una asistente fuera de campo, y ella se lo alcanza. Más tarde, entrevista al protagonista del film que cierra la trilogía, Detrás de los olivos, que a su vez hace referencia a la filmación de La vida continúa. Además de los mismos escenarios, los films de la trilogía comparten una imagen recurrente en el cine de Kiarostami: el camino zigzagueante que recorren los protagonistas, obvia metáfora de la vida.

Su reflexión sobre el cine como ética está expuesta y desarrollada en Primer plano, el film más complejo y sorprendente de los que Contracampo 2000 depara, basado en la historia real de un cinéfilo a quien confunden con Mohsen Makhmalbaf (el director de Gabbeh y padre de Samira, directora de La manzana... película que, como ésta, surgió de una noticia en el diario). Tomado por el arquetipo del doble, el hombre sigue el equívoco y engaña a toda una familia, movido por el deseo de unos minutos de gloria. Esta película pretende ser un documental del proceso que se le inicia al farsante por fraude. Kiarostami reconstruye el juicio y consigue que los protagonistas hagan de sí mismos, en un juego de cajas chinas, mezclando realidad con representación, escenas documentales con otras reconstruidas. Al final, el propio Makhmalbaf aparece en escena, filmado con cámara oculta, a la manera en que Jafar Panahi lo haría más tarde en El espejo. Una obra interesantísima, en la que Kiarostami investiga a fondo los límites del cine guiado por su profundo humanismo.

Josefina Sartora      

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