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LA CAIDA DEL HALCON NEGRO
(Black Hawk Down)

Estados Unidos, 2001


Dirigida por Ridley Scott, con Josh Harnett, Ewan McGregor Tom Sizemore, Sam Shepard, Eric Bana.



Ridley Scott atraviesa el peor y más exitoso momento de su carrera. Hace 20 años que no hace una película importante, más allás de la sobrevalorada Thelma y Louise. Después de una trilogía excelente (Los duelistas, Alien, Blade Runner), fue declinando hasta convertirse en un realizador del montón. Pero con Gladiador y Hannibal no sólo se transformó en un director ultrafamoso; también demostró que había perdido la capacidad de narrar medianamente bien. La caída del halcón negro marca el retorno de Scott como narrador y confirma al mismo tiempo que está dispuesto a filmar cualquier cosa con tal de seguir estando en el candelero.

Tras la caída de las torres gemelas, los americanos sacaron a relucir su más recalcitrante nacionalismo. En el cine se evidenció en dos sentidos: nada de imágenes de la New York pre-atentado y un aluvión de películas bélicas de propaganda.

La caída del halcón negro es un intento ridículo de justificar la invasión y el bombardeo norteamericano en paises subdesarrollados. Y se desenmascara rápido, por sí sola.

Scott filma el tercer mundo como Soderbergh: con una fotografía amarillenta que hace de Somalía el país más sucio y temible del globo terráqueo. Allí deben trasladarse los americanos para evitar que Aideed, "el señor de la guerra", mate a los somalíes de hambre adueñándose de los alimentos que envía la ONU. Por supuesto que lo primero que vemos es a sus muchachos disparando a mujeres y niños que se acercan desesperados a la montaña de comida.

Entonces, los héroes entran en acción. Dos comandos especiales –los Delta y los Ranger– unen sus fuerzas para una misión que en principio no presenta complicaciones: tomar un edificio y secuestrar a dos secuases de Aideed. Pero algo sale mal y la misión de secuestro se transforma en rescate. Un Halcón Negro (helicóptero militar) cae en medio de la ciudad rodeado de presencias hostiles (el jefe del escuadrón ya había dado la alarma cuando se quejaba de que Washington no le había mandado vehículos más sofisticados –léase: que el Estado invierta más plata para acciones militares–). Entonces todo empieza a girar en torno de cómo sacar a los soldados heridos antes de que los somalíes se los coman vivos.

Los combates son narrados en plan de película de acción, un poco a la manera de Rescatando al Soldado Ryan –cámara próxima, vertiginosa, violencia extrema–, con héroes de película de acción. Es decir, personajes que casi nunca muestran temor y están dispuestos a sacrificar sus vidas por sus compañeros. Lo que no se puede negar, entre tanto patrioterismo y heroísmo extremos, es que Scott le saca el jugo a las batallas. Son casi dos horas de tensión ininterrumpida, contada con una destreza que en el director parecía perdida.

Para el espectador tolerante de la propaganda desembozada, la película resultará sumamente entretenida, bien filmada, con actuaciones discretas y un realismo extremo a la hora de transmitir el terror que se vive en una zona de guerra. Después de todo, el género bélico siempre floreció –salvo contadas excepciones– de la mano de los deberes patrióticos. La caída del halcón negro es precisamente eso: una buena película de género, con una ideología proyanqui, absolutamente conservadora.

Ramiro Villani     

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