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21º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata
Sección: Heterodoxia


Raro, rarísimo


Ten Skies (Diez cielos. Estados Unidos, 2004. Dirigida por James Benning). Film experimental si los hay, Ten Skies consta de diez planos fijos del cielo, cada uno de diez minutos de duración. No es la primera vez que James Benning, el director, hace esta clase de cine con reglas tan matemáticamente definidas. 13 Lakes era, por ejemplo, 13 planos de diferentes lagos, cada uno de 10 minutos de duración y Los, 35 planos de Los Angeles de 2 minutos y medio cada uno. El primer acierto de Benning ha sido no elegir diez cielos convencionalmente bellos. Eligió diez cielos muy diversos para que dialoguen entre sí y para que el espectador, con toda la libertad y el tiempo del mundo, busque relaciones, compare, contemple. Yo no pude, pero supongo que también se puede –a modo de ejercicio zen– perderse en esas nubes cambiantes, dejarse llevar por los ritmos internos, las formas. Con la mirada uno puede convertir, o dejar que se convierta, lo figurativo en abstracto. Quien no pueda perderse en los cielos, puede, como yo, categorizarlos. Hay cielos más narrativos, más estáticos, más cambiantes, más agresivos, más económicos, más frontalmente hermosos, más aburridos. Hay mucho cielo. Y está uno a veces fascinado con el cielo, a veces sintiéndose un tonto, mirando y categorizando. En el universo de esta película, una gaviota que pasa volando constituye todo un acontecimiento. Indudablemente, mi momento más placentero del festival. Ezequiel Schmoller

Shin Sung-il está perdido (Corea del Sur, 2004. Dirigida por Shin Jane). La ficción narrativa de unos chicos en un orfanato que comen poco, o a escondidas, o directamente ayunan, porque la encargada del orfanato les dice que comer es pecado. Al principio esto no lo sabemos. Olemos que algo raro pasa, la película va construyéndose de a poco, tira pistas, sugiere cosas, pero no termina de decir qué pasa. Cuando por fin nos enteramos, la historia pega un vuelco. Se hace más escatológica, más bochinchera, más rebuscada espacial y temporalmente, deja de construir el clima asfixiante del orfanato y empieza a alternar entre orfanato y ciudad. El clima enrarecido se explicita primero, y se pincha después. Para cuando termina, poco importa si lo del orfanato era la fantasía de un chico pobre y hambriento en la ciudad o alguna otra cosa. La película, que venía bien, de repente dejó de ser una película y pasó a ser tres. Basta de esta nueva tendencia de meter reglas, géneros e ideas en la licuadora y apretar el botón. Basta de esta competencia a ver quién mea más lejos. Quién cita más películas, quién es más ingenioso, quién es más cool. Basta de violencia y escatología cancheras. Basta de Park Chan-wook, basta de Johny To, de Takashi Miike, del Tarantino de Kill Bill. Esta mezcolanza no es sinónimo de libertad, menos de revolución. Tampoco quiero ser injusto con Shin Sung-il está perdido. Por momentos la película está muy bien y hasta tiene momentos brillantes, por lo menos cada vez que alguien come algo. No es una película demasiado cool, ni tan canchera e ingeniosamente escatológica o violenta. Es decir, nunca llega a caer del todo dentro de esta nueva tendencia de cine-licuadora. Pero comparte la actitud de querer ser una y más películas al mismo tiempo, de no comprometerse con nada. Por ejemplo, ni con el color ni con el blanco y negro. Ezequiel Schmoller

So Much Rice (Demasiado arroz. China, 2005. Dirigida por Li Hongqi). Una película muy rara, opera prima de un novelista chino. Está filmada en planos con cámara fija en su inmensa mayoría (los personajes pasan por delante y siguen en fuera de campo, o permanecen marginados, haciendo caso omiso de la “posición central”), y echa mano de un nivel de humor absurdo que desorienta y, aunque no alcanza a consolidarse del todo, la vuelve bastante interesante. Jugando a las escondidas con su esposa, al Sr. Mao no se le ocurre mejor estrategia que la de abandonar su casa (parte con un saco de arroz al hombro)... y tomar más y más distancia. En ese tránsito llega al hogar de su amigo Xiao He. Allí ambos vivirán un tiempo compartiendo casa, comida, amores, sueños y lecciones de vida junto con una muchacha de un servicio de acompañantes. La bolsa de arroz se convertirá en testigo y metáfora de los hechos concatenados. La narración resulta expelida por el tiempo y el espacio y los nexos causales no tienen preeminencia en las acciones que se suceden, por lo que bien podríamos considerar al film dentro de la categoría de “moderno” al decir de Deleuze. Fotografía en blanco y negro, personajes completamente excéntricos y una imprevisibilidad evidente se amalgaman para volver disfrutable por momentos esta cinta que igualmente no termina de cerrar, quizá porque abusa del ingenio o de un exceso de racionalidad que termina resultando elitista. Bella música. Javier Luzi

Evolución de una familia filipina (Filipinas, 2004. Dirigida por Lav Díaz). Una de las curiosidades de este Festival, no sólo porque pocas veces tenemos la oportunidad de ver películas filipinas, sino porque dura más de... diez horas. Y no es del tipo de film como los de Jonas Mekas o Béla Tarr, sino que aquí hay una historia muy áspera, sin gota de humor en la narración de los avatares de una familia filipina durante dieciséis años bajo el régimen dictatorial de Ferdinand Marcos. El film no está concebido para que uno pueda entrar o salir más o menos libremente, por lo que en mi caso, que vi 4 horas de su primera parte y 3 de su segunda (fue exhibida en dos tardes), me quedaron algunos agujeros en la historia de los personajes. Tampoco se previeron, ni se incorporaron, pausas durante cada proyección, de manera que mis interrupciones fueron aleatorias. Me pregunto cuántos habrán podido verla íntegra, pues ambos días, al dejar la sala, sólo quedaban 3 espectadores a mis espaldas (¡y no eran los mismos!).

El hecho es que vi 7 horas, y eso indica que me despertó bastante interés. Claro está que a mí me gusta el melodrama, y las películas en blanco y negro, con planos fijos muy orientales, de seca belleza, largos, a veces interminables, de escenas de la vida cotidiana –la cámara filma la larga caminata de un grupo de campesinos que no cruzan palabra, o la silenciosa preparación de una comida, o la infructuosa búsqueda de oro en los arroyos de una montaña–, y todo ello sin música, con sonido real. Obviamente, sentimos en esos planos el peso –y el paso– del tiempo. El relato está articulado de manera fragmentaria, con saltos temporales hacia atrás y adelante, y sigue la trayectoria de un chico abandonado, su adopción por una familia matriarcal, desintegrada por la represión, y su posterior inserción en otra familia patriarcal autoritaria. En ambos sistemas el muchacho vive una existencia traumática, y ambas familias luchan por salir de la miseria, con el trasfondo histórico y social del sistema de terror que impuso Marcos, apropiador de las riquezas del país. La historia de Reynaldo es la historia del pueblo filipino. El director Lev Diaz tardó nueve años en filmar esta ambiciosa película, utilizando los mismos actores, en consecuencia los vemos crecer, madurar o envejecer en la pantalla a través de todo ese tiempo. Dos detalles recurrentes: el sonido de disparos, que funcionan como una presencia no siempre vista del régimen represor, y la afición popular por los radioteatros, tema de conversación de toda la familia, cuya realidad es mucho más desesperante que los dramas que escuchan en la radio. El film incluye noticieros y tomas de archivo que registran las barbaridades cometidas por el gobierno durante su período (1971-1987). Josefina Sartora

A Travers La Foret (A través del bosque. Francia, 2005. Dirigida por Jean-Paul Civeyrac). Hay una chica que no consigue olvidar a su novio, muerto en un accidente. Cree verlo, conversa con él. Sus hermanas la llevan ante una especie de vidente, allí conoce a un tipo similar a aquel novio... y todo se empieza a ir al carajo. En realidad, todo ya había arrancado muy mal. Porque el director tenía en sus manos una historia atractiva por el lado fantástico, pero decidió atestarla de parlamentos recargados de filosofía barata. Un film aburrido, pedante, creído. Insoportable. Rodrigo Seijas


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