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Festival de Mar del Plata 2004


Cinco días en Mardel


Estuve cinco días en el XIX Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, y los dediqué a ver películas tan exhaustivamente como pude. El estudio previo del catálogo me inclinó hacia la sección Punto de Vista, que presentaba un conjunto de títulos de directores con una trayectoria importante. Afortunadamente para mí, resultó el segmento más interesante de la muestra. Pero también tuvo sus agujeros, así como otras secciones depararon hallazgos.

Chascos
Si con La humanidad y La vida de Jesús Bruno Dumont me había parecido un realizador destacable, original y a tener en cuenta (por su poder de sugerencia y la elocuencia de su cine “del cuerpo”), Veintinueve palmas fue una total decepción, y vino a confirmar esa regla no escrita que nos advierte del efecto pernicioso que produce Hollywood sobre los directores europeos. Filmada en un desierto de California, donde la pareja de protagonistas deambula durante varios días sin que sepamos qué están haciendo allí, además de practicar asiduamente el sexo y pasear desnudos por donde se les antoja (en medio del desierto, entre las rocas, en la piscina del motel, e incluso en el dormitorio), el guión no propone rumbo alguno y carece de sentido, hasta de lógica. En todo caso, se trata de mostrar la animalidad de los hombres y la magnificencia del desierto, bien fotografiado, por supuesto. Para colmo, culmina con una escena de violencia que de tan sorpresiva, brutal y ridícula motivó las risas del público, a esa altura harto del film.

La otra decepción me la produjo el último film de Bernardo Bertolucci, Los soñadores, aunque en este caso las opiniones de los críticos estuvieron bastante divididas. Esta realización, que parece querer evocar a Ultimo tango en París, muestra un Bertolucci añejo, reblandecido y exhibicionista. La historia de lo que pretende ser un homenaje a la Nouvelle Vague está ambientada en abril y mayo de 1968 en París, cuando la juventud salió a la calle para manifestarse por un mundo distinto. Dos hermanos adoptan a un joven estudiante yanqui y se lo llevan a vivir con ellos al enorme departamento familiar, en ausencia de sus padres. A partir de ese encuentro, el film se encierra en ese ámbito hermético, donde los tres protagonistas se dedican a juegos literarios y cinéfilos y a ceremonias eróticas en las que se articulan el sexo, el incesto y la homosexualidad. Con homenajes a los films franceses que cambiaron el cine y obvias alusiones a Los hijos terribles de Cocteau y un patético montaje paralelo con Mouchette de Bresson, Los soñadores me pareció un ejemplo patético de cuando el mal cine imita al arte, exhibiendo todos los clisés de la decadencia.  El tiempo y los planos que Bertolucci dedica a los enormes y hermosos pechos de Eva Green hablan del limitado alcance del film, que no será recordado como una historia de iniciación a la madurez sino –y en todo caso– como un retrato de la obsolescencia de este director. Y los ideales del ’68… ¿dónde fueron a parar?

En El milagro de P.Tinto había descubierto que Javier Fesser es un director absolutamente delirante, creativo y genial, por eso su esperada y postergada La gran aventura de Mortadelo y Filemón fue mi otra gran decepción del Festival. Fesser adora homenajear las tiras cómicas, las historietas, y lo hace bien. El problema radica, empero, en la falta de dosificación de los elementos que emplea: gags reiterados, efectos especiales para evocar los comics y, sobre todo, un ritmo vertiginoso que no conoce pausas ni momentos remansos. A caballo de una historia de humor absurdo sobre espionaje, adelantos tecnológicos y agentes secretos caricaturescos, el film reproduce la estética y la lógica de las historietas, pero a mí no me arrancó una sola carcajada, y su ritmo monocorde me resultó un error mayúsculo. ¿Un problema de sensibilidad? Puede ser… pero no fui la única que se retiró de la sala más agobiada que divertida.

Alegrías
Al segundo día, luego de muchas películas mediocres, la programación del Festival empezó a darme algunas alegrías. Unas las motivó American Splendor, de Shari Springer Berman y Robert Pulcini. Junto con Vai E Vem, la película más interesante, original e inteligente que vi en esta temporada. Se trata de un cruce entre documental y ficción sobre el protagonista de una historieta de mucho éxito en Estados Unidos, un seudo perdedor que ironiza sobre la cotidianidad americana. El film articula la historia retrospectiva actuada por Paul Giamatti y Hope Davis con entrevistas y declaraciones del personaje real, su esposa y sus compañeros de trabajo, un conjunto de freaks. Y por supuesto, las tiras cómicas. Brillante, y con una extraordinaria banda sonora, ya que el protagonista es fan del jazz. Por suerte, ya ha sido confirmado su estreno comercial.

Los lectores de estas páginas saben que no soy devota de Lars Von Trier. Por ello, tuve una agradable sorpresa con el interesantísimo Las cinco obstrucciones. Claro que no fue gracias a Von Trier sino al otro codirector danés, Jorgen Leth, quien en 1967 había realizado un corto notable, El perfecto humano, sobre el comportamiento de hombres y mujeres. Von Trier desafía a Leth a reelaborar ese corto cinco veces, proponiéndole distintas limitaciones de tiempo, espacio, actores. El juego se convierte en un tour de force que exprime la capacidad del director, quien sale victorioso de la prueba. La confrontación del petulante Von Trier con el verdadero artista y creador que tiene delante empequeñece una vez más su figura y pone en evidencia dónde reside el verdadero talento. Por añadidura, Leth se presentaba al final de las exhibiciones del film a dialogar con el público. El film podrá volver a verse en el inminente Bafici (Festival de Cine Independiente de Buenos Aires).

Otros aciertos fueron la turca Uzak y la danesa Reconstrucción de un amor (que después llegó a las salas comerciales, y ya ha sido criticada en CINEISMO).

Competencia
Como ya viene siendo habitual, fue la sección más pobre del evento. ¿No será hora de cambiar el status del Festival de Mar del Plata? Su condición de Clase A limita las posibilidades a la hora de elegir los films en competencia, porque las obras más interesantes se presentan con antelación en los grandes festivales Clase A del mundo, y Mar del Plata se las pierde. Ergo, lo que llega suele ser material de descarte. Vi muy poco, desalentada por los comentarios tantos colegas que habían arribado antes. Por eso, cuando vi Buena vida delivery, en seguida sentí que ganaría algún premio. La opera prima del argentino Leonardo di Cesare presenta un drama privado derivado de la crisis pública: un muchacho ve su casa invadida (y su vida arruinada) por una familia que ha quedado en la calle. Sin caer en el sentimentalismo ni en los golpes bajos, el film de Di Cesare encuentra el tono justo para presentar un cuadro de la realidad social argentina, que algunos críticos acusaron de fascista, por la imagen negativa que presenta de las clases más castigadas. También a Julio Cortázar lo acusaron de gorila cuando en “Casa tomada” simbolizó el avance imparable del peronismo. Buena vida delivery habla de algo más: de la crisis actual, de sus consecuencias mediatas, de la solidaridad y de la estafa social. Sin haber visto algunos films de competencia, acuerdo con el primer premio que se le concedió.

Nicoletta Braschi (la principessa de La vida es bella) ganó con toda justicia el premio a la mejor actriz por su interpretación, en Mi Piace Lavorare, de una trabajadora que es víctima de la flexibilización laboral y el capitalismo salvaje. A partir de Recursos humanos, de Laurent Cantet, los europeos por fin están tomándose en serio el tema del trabajo como sujeto cinematográfico, algo que reclamaba Godard en el documental sobre su film Pasión. Esta película de la directora italiana Francesca Comencini presenta muy sobria y ajustadamente la manera en que las grandes empresas anónimas se fagocitan a sus trabajadores. Sin explicitar nunca el sufrimiento que atraviesa una trabajadora mientras es sistemáticamente humillada, el film sólo patina al final, pero resultó un título –y una directora– a tener en cuenta.

Intermezzi
Mi amigo Jorge García contabilizó 13, entre cócteles, almuerzos y cenas, financiados por el INCAA, las delegaciones extranjeras, la ciudad de Mar del Plata, etc. Yo sólo fui invitada a 2 de ellos, lo que demuestra que en la Oficina de Prensa (que funcionó mucho más organizadamente que en años anteriores) hubo hijos y entenados. De todas maneras, no lamenté ocuparme del cine más que de las fiestas, pues para eso había viajado. Un cóctel estuvo organizado por el programa Raíces, de coproducción y distribución cinematográfica entre Argentina y los países de donde provienen nuestros antepasados inmigrantes, que este año se desarrolla en colaboración con Italia. El otro, la fiesta de cierre, fue un bochorno, especialmente –aunque no sólo– por el calor que hacía en la carpa que montaron especialmente para el evento en la rambla Bristol.

Birri
Fue una oportunidad única poder ver la retrospectiva-homenaje a Fernando Birri (quien estuvo presente), ya que sus documentales clásicos circulan en video, pero no se presentan muchas ocasiones de verlos en fílmico. Títulos ineludibles como Tire dié o Los inundados –que no han envejecido un ápice–, La pampa gringa o Un señor muy viejo con unas alas enormes confirman que sigue siendo el pope del cine social en Argentina.

La mujer y el cine
La que fuera en años anteriores una de las secciones más pródigas en felices hallazgos, en esta oportunidad (ya con competencia y premios propios) ofreció un nivel mediocre, sin un solo punto sobresaliente… fuera de la extraordinaria actuación de la siempre gratificante Frances McDormand en Laurel Canyon, el film independiente de Lisa Cholodenko.

Joyitas
El último de Manoel de Oliveira, Um Film Falado, no fue ninguna joyita: me dejó indiferente con su temática y tratamiento. Y me pareció demasiado didáctico su planteo sobre la historia del Mediterráneo y la posibilidad de comprensión de la humanidad, más allá de las lenguas y nacionalidades. Aunque fue un placer volver a ver en pantalla a Irene Papas (ah, la nostalgia). El que me dejó maravillada es otro gran realizador portugués, Joao Cesar Monteiro, con su maratónico Vai E Vem. Film inclasificable, que sigue el derrotero de la figura desgarbada del viejo Vuvu, su protagonista (el mismo Monteiro, poco antes de morir) en su recorrido diario en ómnibus desde su departamento hasta una plaza donde transcurren sus horas. Después de varios viajes casi idénticos, en los que nada sucede más allá de lo habitual en un transporte urbano, descubrimos que el protagonista es un personaje interesantísimo, un loco lindo original y absolutamente libertino, amante del sexo, de las mujeres hermosas, de la escatología, del lenguaje y la literatura. En larguísimos, bellísimos planos fijos en interiores, asistimos a sus encuentros eróticos y no tanto, siempre disparatados y estrafalarios, con diversas jóvenes que escuchan al viejo en sus recitados, parlamentos, citas literarias, etc., como si de un maestro se tratara. Y es que Monteiro sí es un maestro: de la vida, el arte, el amor y la libertad. Volví de Mar del Plata con “tarea”: ver los films anteriores de Monteiro (dicho sea de paso, Vai E Vem volverá a exhibirse en el próximo Bafici).

El otro descubrimiento fue Last Life In The Universe, de Pen-ek Ratanuang. A juzgar por ésta y por Blissfully Yours, premiada en Bafici 2003, la emergente cinematografía tailandesa promete ser tan digna de interés como la coreana. Mezcla de thriller y melodrama romántico, con toques de realismo mágico, Last Life In The Universe relata la historia de un joven obsesivo (el actor japonés Asano Tadanobu, quien ha filmado con Kitano y Miike) al que el destino libera del suicidio para mezclarlo con algunos yakuzas y dos muchachas que alterarán su vida definitivamente. El film avanza al compás de los dos jóvenes que profundizan su relación a pesar de las diferencias sociales y culturales, en un clima de irrealidad, humor y suspenso poco habitual en el cine que solemos ver. Aunque el final no está a la altura del resto, lo rescata la fugaz presencia de Takeshii Miike como un yakuza en una escena divertidamente violenta. Por lo diferente, sugestiva y bien realizada, con una fotografía fría y magistral, resultó una de las perlas más inesperadas del Festival.

Josefina Sartora