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14º Bafici (2012)


Baficidólares



Se sabe que las instituciones del Estado suelen serlo del gobierno de turno; no debería sorprender, pues, que el Bafici se haya convertido en un festival de derechas. Lo que llama la atención es el punto, el grado de derechismo que alcanzó en esta, su decimocuarta edición. Esa cuestión de grado explica que el fenómeno haya sido percibido por una heterogénea, no pequeña, cantidad de espectadores, estudiantes de cine y críticos a los que el festival macrista irritó de variados modos. El paso al costado de Sergio Wolf, director artístico durante toda la etapa Pro, y el hecho de que su partida haya sido anunciada inmediatamente después de la finalización del evento podrían ser consecuencias de lo extendido de esa percepción, de esa irritación. (Ya se comunicó que su reemplazante será el periodista Marcelo Panozzo, de quien se dijo que ama el rock, entre otras cualidades que se descuentan nodales para el cargo de marras. Ahora habrá que hacer lo que un detective le sugería a Cliff Robertson en Obsesión: esperar lo mejor, y prepararse para lo peor.)

Pero... ¿por dónde pasa el derechismo del 14º Bafici? Muchos repudiaron la actitud y las acciones intimidatorias de unos men in black que parecían vigilantes de la División Fornida de la Metropolitana haciendo horas extra en los rincones más inapropiados del Hoyts. Narices de lo más diversas olieron una mezcla rancia: la de los intereses de la principal empresa de enseñanza de cine con unos criterios de programación que medirían con una vara a los candidatos de la FUC y con otra, menos generosa, al resto. Otros señalaron que no por casualidad al ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi, se le da tan bien presidir ceremonias junto al director del festi, mientras que en otras circunstancias se le da tan mal, habida cuenta del escaso afecto que desde el campo cultural le prodigan. Hubo reacciones, en fin, contra el esponsoreo a mansalva, ese que tiñe a los premios más importantes con los nombres de compañías a las que el cine independiente les importa un belín... ¿será tal esponsoreo imprescindible para cubrir un exiguo presupuesto festivalero? Pues el exiguo presupuesto, en un evento sociocultural de este porte, no es otra cosa que un rasgo derechista.

Algo de todo aquello hubo (¿algo no hubo, acaso, de todo aquello?). También hubo, entre medio millar de títulos, algunos buenos films de esos que nunca faltan. Pero corrió la sensación de que esta ha sido una de las ediciones más flojamente programadas desde 1999, año en que comenzó esta historia. Y es allí, esencialmente allí, donde su derechismo reluce. Este Bafici promueve una modalidad del cine que podríamos denominar portfolio: un cine que no se aboca a narrar historias (aunque las toma, como mal menor, y hace de cuenta que las narra), sino que se postula como vidriera de ciertas aptitudes profesionales que confluyen en la materialización de las películas: buena iluminación, buena toma de sonido, buen trabajo de cámara. ¿Qué más podría desear "el cine", en cuanto negocio publicitario, ficcional o documental, que tener a su disposición a profesionales capaces de esas correcciones técnicas? Si para muestra basta un botón, presento dos. Igual si llueve, desde la competencia argentina de largometrajes, invierte más de una hora en contar la historia de dos pibes que van al río... ¡y no les pasa naranja! O sea: no cuenta ninguna historia (más cuenta, por caso, "Juan y Pinchame"), pero parece decir: "estoy hecha por unos tipos que podrían hilvanar prolijamente cualquier relato audiovisual... ¡contrátenlos!". Tormenta, que hace lo mismo pero en menos tiempo (su título lo dice todo: muestra nomás que se viene una de esas), fue recompensada con el pasaporte a la competencia local de cortos. Claro que podríamos ensayar otra lectura, y considerar que estas películas nos están diciendo, pura y brutalmente, que no hay ninguna historia que contar. Por cierto que también es eso lo que hacen, pero eso se parece demasiado al consabido "fin de la Historia" que ya no propaga casi nadie. Y tiene todos los ingredientes de una proclama reaccionaria: la que invita a revivir los tiempos de los hermanos Lumière. Con tecnología de punta, claro está, y vuelta de tuerca desfavorable, porque los hermanos testimoniaban todo mientras que el cine portfolio simula testimoniar nada. Un festival de cine que postula a esta clase de no-cine para los premios grandes, además de acogerlo y desperdigarlo por muchos otros rincones de su inflacionada programación, muestra que perdió la brújula.

Ahora les propongo una de terror realista: imaginen cinco años más de Macri para Buenos Aires y otros tantos para un Bafici cuya evolución ideal, a partir de su momento actual (digo momento en sentido cinemático: peso, dirección, velocidad), lo transforma en la bolsa de trabajo a la que acude el Mainstream para seleccionar la mano de obra profesionalmente apta, y artísticamente desahuciada, necesaria para convertir en realidad sus bodrios rutilantes. La buena fama del profesionalismo criollo logra que se arrimen al Hoyts los capitanes de Hollywood, para posar la lupa y optimizar así su selección de personal (nuestros matones de negro se sentirán menos solos, porque los yanquis traerán sus propios patovicas y los pondrán a patrullar los pasillos del shopping). El cine portfolio Pro se fusiona conceptualmente con el compre cine nacional K para enchufarle cine argentino al mundo mediante un trámite asombroso: la exportación de cineastas argentinos independientes. Esto naturalmente provoca una sangría de recursos humanos (los independientes exportados exitosamente sin solución de continuidad) y la consiguiente necesidad de formar constantemente nuevas camadas... ya saben cuál será la escuela que se hará felizmente cargo de entrenarlas y cobrar las cuotas. Por si fuera poco, quienes preconizan un cine argentino "popular y profesional" celebrarán a lo pavote (¿no son acaso populares y profesionales los tanques de Hollywood?), los que lo quieren profesional a secas se darán por satisfechos, y los que lo reclaman provocador a como sea bailarán en una pata. "Clarín" contento, "La Nación" contenta, Antín contento, y lo más importante: la Ciudad y la Nación habrán cerrado al fin su lastimoso y prolongado enfrentamiento gracias a los baficidólares (vía retenciones a la exportación de independientes) que aportarán cuantiosa caja para ambas bandas. No queda claro si Cristina seguirá de presi y Macri de alcalde, o viceversa. El resto de Argentina, en cualquier caso, seguirá cagándose de frío y hambre, pero qué quieren: nunca se puede conformar a todos. Ay, me olvidaba: se montará también un Mini Bafici offshore... ¡para beneplácito de los kelpers!

Este paisaje explica que el mayor debate despertado por la presente edición del Bafici no girase en torno de ninguna película programada sino de una que quedó afuera, descartada por el festival: Tierra de los padres, del ex colaborador de este sitio Nicolás Prividera. Y aunque aún no he podido verla, sospecho que la ola de indignación suscitada por su rechazo no tiene tanto que ver con los valores intrínsecos de la película como con el festival de miserias que hemos ido recorriendo.

Abordamos puntualmente varias decenas de películas. Vean los links al pie.

Guillermo Ravaschino