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XI Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente


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SECCION FUTURO
Bagatela
(Colombia-España, 2008. Dirigida por Jorge Caballero). Un documental sin voces en off, ni entrevistados, que se obliga con rigor, desde el principio al fin, a hacer hablar a los "pedazos de realidad" que capturó la cámara. Pero vean qué paradoja: la mayor parte de lo que capturó la cámara son entrevistas, dado que Bagatela se concentra en la judicialización de delitos menores (robos, hurtos, posesión de marihuana... ¡hasta piratería de CDs sobre "lona de feria"!) que tienen por autores, o presuntos autores, a personas pobres, desclasadas, indigentes. Y en una pequeña oficina de un tribunal penal de Bogotá (la denominación específica de este dispositivo es URI: Unidad de Reacción Inmediata), nos hará presenciar los encuentros que estas personas, luego de haber sido detenidas, sostienen con los abogados defensores que de oficio suele proveer el Estado
en este caso el colombiano, por supuesto para estos trances. Algunos críticos extrajeron de aquí la conclusión de que estamos ante un director modesto; como si Jorge Caballero hubiese dicho (y de suyo, decidido): "que hablen ellos". Es el cineasta, empero, quien los hace hablar.

Los defensores oficiosos transitan un abanico mayormente dominado por la apatía mecánica del empleado-público-de-atención-al-público arquetípico. ¡Pero estos son de verdad! (Yo juraría, incluso, que más de uno habría sido mucho más apático, cuando no antipático, de no saber que había una cámara de video grabándolo... ¿cómo? ¿Es que lo sabían? Y si lo sabían, ¿también sabían que ésa era una cámara de cine aunque en formato digital trabajando para una película? Bagatela deja picando este dilema y, con él, su mismísima condición de documental parece reclamar un signo de pregunta. ¿Pero no hace acaso ya bastante tiempo que la especificidad documental en general viene siendo sanamente cuestionada por la propia práctica cinematográfica? En otras palabras: a este respecto Bagatela inquieta, pero no molesta.) Alguno que otro defensor luce comprometido con la que se supone su causa: asistir profesionalmente al ser humano que tiene enfrente. Otros, repugnantitos, se abocan a despachar al reo vía frío trámite veloz incluyendo para eso sí que hay tiempo mirada de sutil desprecio por cuenta de la casa. Dicho sea, y no de paso, que unos y otros funcionarios están enlazados por la sensación de impotencia que todos ellos trasuntan. Impotencia ante las consecuencias de una situación social que no provocaron ni están en condiciones de enmendar, desde luego, pero también y no es lo mismo ante las quejas y los dramas que los detenidos cuentan y que a ellos, buena o mala voluntad mediante, los desbordan. De ahí que tiendan a recitar de memoria un menú con sólo dos opciones, ambas igualmente malas: declararse culpable para aspirar a una pena menor, o declararse inocente para arriesgarse a una condena mayor (casi siempre los disuaden de esto último).

Los chicos todos estos detenidos en algún sentido lo son hablan de lo que les falta: su propia presencia dramática, cinematográfica, ya nos dice que les falta libertad (por eso están puestos en escena); y las oportunidades laborales o culturales, así como los bienes personales que todos sabemos que les faltan, también surgen de su "estar ahí", lo cual incluye su habla (porque ellos hablan, y hablan por sí solos en esta película). Hasta cuando niegan haber cometido los delitos que se les imputan están hablando de lo que les falta, que es Justicia. ¿Pero han cometido esos delitos o no? También discurre por aquí el decir del cine, ya que la rutina monocorde de las entrevistas sugiere que los defensores no confían siquiera en la posibilidad de averiguarlo. Pocos tramos (alegatos y condena) de algún juicio propiamente dicho, que también se nos muestra, deja entrever que al Juez, que es el Estado a través de sus jueces, le importa todavía menos que Fulano sea culpable o Mengano inocente. Simplemente puso en marcha un engranaje jurídico y policíaco que hace desembocar en las cárceles a todos estos seres, o a una gran parte de ellos; o sea que el Estado ideó un castigo y se los aplicó. Pero atención: estos no son de los que "entran por una puerta para salir por la otra", tan aludidos últimamente, sino los "ladrones de gallinas" de una metáfora menos de moda, pero aún vigente, que dice que son ellos, solamente ellos, quienes purgan verdaderas penas. Vamos: que a estos les caen encima hasta con varios años, como si nada, por casi nada, sin pruebas casi. Y también sin casi.

Impacta, es un decir, la escasez de grandes sobresaltos (enojos, gritos). También que un film con estos personajes y temas transite sus 81 minutos sin una sola escena de violencia física (sí se ve, antes bien, a algunos vigilantes aparentemente listos para sofocar las que pudieren surgir). Angustia ver que todos juegan, de un modo o del otro, un juego en el que nadie gana, o que a ninguno sirve... pero que funciona. Como esas empleadas otras, aunque del mismo Estado, que puntúan Bagatela: prolijas, limpias, calladas, con guantes de látex y uniforme de mucamas barren invariablemente los pisos, lustran incansablemente los muebles para que los tribunales luzcan impolutos, impecables, inobjetables. Guillermo Ravaschino

La Neige Au Village (Francia, 2007. Dirigida por Martin Rit). En apenas 49 minutos el director francés Martin Rit (además coguionista y fotógrafo) basándose en un poema de Francis Yard, consigue armar un rompecabezas con pocas fichas y un entramado sencillo pero que muestra la complejidad de las relaciones. Relaciones humanas que no han forjado vínculo intenso más que el cruce de miradas y algún que otro diálogo mal encarado o forzado en su emisión.

Un joven persigue a una joven a la que descubre leyendo en el parque. Otro persigue al primero al observar que algo raro está sucediendo. Llegan al departamento de ella y el descubierto es el tercero quien se explica y le explica lo que vio, ella cree que es apenas una justificación ante una perversión y lo amenaza con recurrir a la policía. Cuando lo ve salir del edificio nota que atrás de el sale la persona que le acaba de describir como el perseguidor.

Más dispuesta a mostrar que a contar a través de la palabra, elidiendo explicitaciones, el filme apuesta a un espectador dispuesto a organizar las pistas. Uno de los jóvenes escribe y dibuja y alguna sensibilidad mal entendida sobrevuela sus actos (en una caminata por el bosque tropieza con una pareja tomando sol y bañándose en el lago y el encuentro termina mal); el otro está aburrido y se va viendo con unos amigos para matar el tiempo; la chica está esperando el resultado de un examen que se demoró en su publicación.

Resignificaciones de situaciones y acciones trabajados en saltos temporales (flashforwards y flashbacks), espacios y recorridos vueltos a transitar, en vacío y en presencia de los personajes, un montaje seco, un ritmo poético y un guión parco son los aciertos de un filme que a pesar de ello se muestra sumamente frío y calculado al milímetro lo que le quita bastante vida. Quizá sea esa nieve de la que da cuenta el título que no se deja ver en la superficie pero todo lo hiela. Javier Luzi

The Pleasure Of Being Robbed (Estados Unidos, 2008. Dirigida por Josh Safdie). El Cine Independiente, como concepto, ha sufrido en estos últimos años enormes malinterpretaciones y transgiversaciones: de ser un grito de autonomía pasó a convertirse en un género devorado y asimilado por los estudios de Hollywood, los cuales no tardaron en producir mediante subsidiarias gran de cantidad de títulos bajo este mote (recientemente, hasta se señalaron a películas de la talla de Slumdog Millonarie como “cine independiente”, vean ustedes). Pero ¿qué es hacer Cine Independiente? En palabras de Jonathan Rossembaum “un realizador independiente es alguien que tiene el control final de su trabajo”; y de eso se trata, más allá de que halla nacido como concepto pensado para denominar a todas las películas hechas por fuera de los grandes estudios, de un cine hecho por autores que no ceden libertades artísticas y creativas en manos de quienes financian sus obras.

En este contexto es importante encontrarse con una película como The pleasure of being roobed, que de la mano de Beeswax, de Andrew Bujalski, también proyectada durante el Festival, reivindican y aclaran ese concepto tan denostado de Cine Independiente. Indie auténtico, rodado en un 16 mm roñoso, con cámara en mano, escasísimo presupuesto y apenas un puñado de actores en locaciones a las que -se sospecha- han utilizado de forma clandestina, pero a la vez, plenamente vivo. The pleasure... narra unos días en la vida de Eleonore, una pelirroja vestida de minifalda que roba cuanto puede al primer cristiano que se le cruza por el camino. Pero no se trata de una ladrona de profesión, si no de alguien que utiliza el robo como camino hacia una vida libre y desprejuiciada. Lo que hace Eleonore es vivir, vivir por los demás, aprovechando los bienes que sus dueños poseen y muchas veces no saben o pueden valorar: en una de las mejores escenas roba un automovil con un amigo y ambos viajan hasta el amanecer hacia rumbos inciertos. Manifestación de su espíritu libre, fresco y carente de miedos que es el mismo que atraviesa la película toda.

Como es común en el indie, The Pleasure... es transitada por personajes de estas características, excéntricos y adorables a la vez, que dan lugar tanto al gag como a la ternura, y que acá, además, se erigen como expresión de una juventud norteamericana desprovista de amor y repleta de incertidumbres. La inconciencia con que Eleonore comete cada hurto hace que sea imposible no generar simpatía por ella, y a la vez, consigue una tensión enorme, por que siempre parece que está a punto de ser atrapada, y con ella, detenido el relato. Por otro lado, el inmenso amor por la vida que tiene esta chica hace imposible que se la juzgue por sus actos, sino que uno quiere salir a robar con ella; o mejor dicho, a jugar con ella, por que de eso mismo se trata en definitiva. Eleonore no solo roba carteras o coches sin saber conducir, sino que es capaz de plantarse a jugar ping pong contra profesionales sin tener ni idea de cómo agarrar una paleta (¿quién dijo que para jugar a un deporte hay que ser un jugador experimentado?) o pedirle a los policías que la detienen hacia los últimos tramos del film de que le permitan dar un paseo por el zoológico esposada a ellos; algo que desemboca en una escena onírica con un oso polar que hace imposible que uno no se entregue tanto a película como a personaje.

Un cine ameno y placentero, como su título lo sugiere, que invita a eso, a disfrutar de las pequeñas cosas que nos rodean y robarle a la vida cotidianeidad aunque sea unos pequeños momentos de felicidad. Godard decía que para hacer una buena película solo es necesario un auto, una mujer y un revolver; a Safdie solo le alcanza con un auto, una mujer y un oso de peluche gigante. Juan Schmidt

Iraqi Short Films (Argentina, 2008. Dirigida por Mauro Andrizzi). La película de Andrizzi es una suma de películas, una compilación de imágenes sobre la guerra de Irak tomadas de Internet, acaso la única forma posible de hacer cine bélico en la Argentina. Es un ejercicio de combinación fascinante que incluye videoclips realizados por soldados británicos o estadounidenses coreografiados con exquisita creatividad, planos secuencia atravesados por el suspenso de saber si algo ha de explotar o no durante su transcurso, textos sobre la guerra, videos islámicos cuya banda sonora ritual los torna terroríficos, y una gran ausencia que define un punto de vista moral: la de imágenes de ejecuciones de rehenes. Para verla y comparar con esas dos fabulosas ficciones sobre la invasión a Irak que son Redacted, de Brian De Palma, y The Hurt Locker, de Kathryn Bigelow. Marcos Vieytes

SECCION RETROS & FOCOS
Un hombre aparte (Chile, 2001. Dirigida por Bettina Perut e Iván Osnovikoff). Menos que una continuación de Martín Vargas, esta película empieza siendo algo así como un desprendimiento de aquella (a propósito de un personaje episódico que aparecía por allí y se fagocita ésta) y termina tirándonos a la lona con una seguidilla de golpes propinados en pleno rostro y en el corazón de la mirada. Está hecha de la tensión que se establece entre los realizadores y el protagonista, uno de esos personajes bigger than life que no se contenta con ser el objeto pasivo de un documental de observación sino que incluso se propone dirigirlo. El sujeto en cuestión es Ricardo Liaño, ex promotor de boxeo, ex productor de cine, ex millonario, ex amigo de Salvador Dalí, ex responsable de haber llevado a Julio Iglesias a Chile, entre otras hazañas declaradas sin falsa modestia por este exuberante mitómano. Contra sus declaraciones se alza un presente con 80 años a cuestas, mala salud, ceguera parcial de un ojo, indiferencia social, pobreza y soledad que, pese a todo, no consiguen quebrarlo nunca del todo. Encima, los directores le ponen de sparring moral a un poeta maldito que no cesa de hostigarlo con la verdad de su condición. Hubo pocas experiencias fílmicas más poderosas que esta en el festival. Marcos Vieytes

Hide and Seek (Estados Unidos, 1996. Dirigida por Su Friedrich). Su Friedrich es una cineasta de vanguardia estadounidense con varias décadas de trayectoria, documentalista y portavoz fílmica de la condición lésbica. Su cine hace de la autobiografía uno de los ejes centrales, ejerciendo la militancia homosexual desde un espacio no institucional y más bien íntimo. Otro de los elementos que caracterizan a sus películas es la exhibición de su material. En varios de sus films escribe literalmente sobre el celuloide, deja marcas propias en la banda de imagen, inscribe su pensamiento en la cinta, graba palabras, hace cine de puño y letra. Además, suele usar material filmado para revelar el modo en que los discursos institucionales usaron el audiovisual como herramienta de pedagogía heterosexual. Así vemos desfilar por esta película metraje de películas de educación sentimental, más bien que sexual, proveniente de las décadas del 40 y 50, intercalados con testimonios de mujeres que cuentan su despertar lésbico, así como recreaciones de esos mismos testimonio en blanco y negro, que acaban por conformar un contra discurso desestructurado de las imágenes originales. Marcos Vieytes

First Comes Love (Estados Unidos, 1991. Dirigida por Su Friedrich). Durante este corto documental sólo se ven imágenes de un casamiento como cualquier otro. La gente esperando en la puerta de la iglesia, el novio que arriba, la llegada de la novia, la ceremonia de casamiento, la salida de los recién casados, la despedida. Todo pautado por una banda sonora tan ecléctica como agradable. E interrumpido por una serie de carteles que reflexionan sobre la prohibición de los casamientos entre homosexuales.

En verdad, no se puede llamar a eso interrupción, porque la habilidad y el mérito de la directora (y militante lesbiana) Su Friedrich consiste en fusionar sin ruido alguno imagen y discurso, destacando coincidencias (el amor como motor primario en las uniones maritales) y diferencias (las particularidades de la homosexualidad). Su cine es activo, que no reaccionario; obliga a la pregunta, sin dar necesariamente la respuesta; no apunta a los convencidos, sino a los más reticentes e indecisos. El suyo es, en definitiva, el mejor de los cines políticos. Rodrigo Seijas

Rules Of The Road (Estados Unidos, 1993. Dirigida por Su Friedrich). Tomando al automóvil como institución social, Su Friedrich va narrando con neutra pero firme voz en off una historia de amor frustrada con otra mujer. Historia que gira alrededor de ese bien preciado, que se convierte en símbolo y recordatorio de los mejores momentos de la pareja, pero también de los peores; de los encuentros y desencuentros; de las manías, costumbres, discusiones, charlas, viajes; del fin de la relación.

Friedrich sigue fiel a su método, yendo y viniendo de lo particular a lo general, delatando las especificidades de cada pareja, pero también las coexistencias. Esta película, como toda la filmografía de la directora, es un cine que no necesita gritar ni bombardear con su punto de vista ideológico. Le alcanza con el poder de las imágenes y una narración seca, clara, que nunca patea el estómago pero tampoco cede un centímetro en lo que a corrección política se refiere. Rodrigo Seijas

Chi-chi-chi Le-le-le, Martín Vargas de Chile (Chile, 2000. Dirigida por Bettina Perut e Iván Osnovikoff). Bettina Perut e Iván Osnovikoff son dos cineastas chilenos cuya filmografía conjunta, que ahora consta de cinco películas, comenzó con este trabajo sobre el ex campeón de boxeo Martín Vargas, quien más o menos diez años después de su retiro planea volver al ring en una serie de peleas sobre las que desde el vamos se cierne la sospecha de estar arregladas. La historia es conocida y la forma en que la cuentan no es novedosa pero sí tremendamente efectiva. Martín Vargas no solo es un documental sobre un deporte o sobre un deportista, sino un documental deportivo en plena forma. Ahí donde Martín Vargas-boxeador es viejo, lento y previsible, Martín Vargas-película es increíblemente joven, veloz, ágil y hasta insolente. Nada de corrección política, nada de chauvinismo nacionalista, nada de falsa piedad. Piña (¿verdadera?) va, piña (¿falsa?) viene, los espectadores se entretienen. Marcos Vieytes

SECCION CLASICOS MODERNOS
The Housemaid (Corea del Sur, 1960. Dirigida por Kim Ki-young). En un texto sobre el melodrama coreano, Earl Jackson Jr. cuenta que a finales de la década del ’50, un profesor de enseñanza secundaria mantuvo un affaire con su criada y, cuando rompió la relación, ella se vengó asesinando al hijo de cinco años de aquel y arrojando el cadáver a un lago próximo a la casa familiar. Esta película de 1960 se basa en ese caso y anticipa las mejores características del cine coreano de género contemporáneo: riesgo, brutalidad y refinamiento. La tensión sexual de las imágenes es inimaginable, menos por lo que se muestra de los cuerpos que por el movimiento espasmódico, instintivo, animal de estos. El montaje de Kim Ki-young tiene filo, corta los planos pero también el ojo del que mira, como el cine-navaja de Buñuel que ya desde la primera imagen de Un perro andaluz declaraba su voluntad de cercenamiento lúcido. El plano de una mano de mujer cogida entre el brazo de un hombre y su axila es orgásmico. Un relámpago atraviesa un árbol con la misma ferocidad con que una elipsis nos traslada en el tiempo y el espacio. Una escalera puede ser más fatal que un arma, y un melodrama familiar más políticamente incorrecto que cualquier panfleto. En 1971 y 1982, Kim Ki-young filmó dos secuelas que, junto al film original, forman una trilogía destinada a corroer la fantasía familiar idílica de la pequeña burguesía coreana. Marcos Vieytes


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