SECCION
FUTURO
Bagatela (Colombia-España, 2008. Dirigida por Jorge Caballero). Un documental sin
voces en off, ni entrevistados, que se obliga con
rigor, desde el principio al fin, a hacer hablar a
los "pedazos de realidad" que capturó la cámara. Pero vean qué
paradoja: la mayor parte de lo que capturó la cámara son entrevistas, dado que Bagatela se concentra en la judicialización de
delitos menores (robos, hurtos, posesión de
marihuana... ¡hasta piratería de CDs sobre "lona de feria"!) que
tienen por autores, o presuntos autores, a personas pobres, desclasadas, indigentes. Y
en una pequeña oficina de un tribunal penal de
Bogotá (la denominación específica de este dispositivo es URI: Unidad de
Reacción Inmediata), nos hará presenciar los encuentros que estas personas, luego de
haber sido detenidas, sostienen con los abogados defensores que de oficio
suele proveer el Estado
–en este caso el colombiano, por supuesto–
para estos trances. Algunos críticos extrajeron de aquí la conclusión de que estamos
ante un director modesto; como si Jorge Caballero hubiese dicho (y de suyo, decidido): "que hablen ellos". Es el cineasta, empero, quien los
hace hablar.Los defensores oficiosos
transitan un abanico mayormente dominado por la apatía mecánica del
empleado-público-de-atención-al-público arquetípico. ¡Pero estos son de
verdad! (Yo juraría, incluso, que más de uno habría sido mucho más
apático, cuando no antipático, de no saber que había una cámara de video
grabándolo... ¿cómo? ¿Es que lo sabían? Y si lo sabían, ¿también sabían que
ésa era una cámara de cine
–aunque en formato digital– trabajando
para una película? Bagatela deja picando este dilema y, con él, su
mismísima condición de documental parece reclamar un signo de pregunta.
¿Pero no hace acaso ya bastante tiempo que la especificidad documental en
general viene siendo sanamente cuestionada por la propia práctica
cinematográfica? En otras palabras: a este respecto Bagatela
inquieta, pero no molesta.) Alguno que otro defensor luce comprometido con
la que se supone su causa: asistir profesionalmente al ser humano que tiene
enfrente. Otros, repugnantitos, se abocan a despachar al reo vía
frío trámite veloz incluyendo
–para eso sí que hay tiempo– mirada de
sutil desprecio por cuenta de la casa. Dicho sea, y no de paso, que unos y
otros funcionarios están enlazados por la sensación de impotencia que todos
ellos trasuntan. Impotencia ante las consecuencias de una situación social que no
provocaron ni están en condiciones de enmendar, desde luego, pero también
–y
no es lo mismo– ante las quejas y los dramas que los detenidos cuentan y que
a ellos, buena o mala voluntad mediante, los desbordan. De ahí que tiendan a
recitar de memoria un menú con sólo dos opciones, ambas igualmente malas: declararse culpable para aspirar a una pena menor, o
declararse inocente para
arriesgarse a una condena mayor (casi siempre los disuaden de esto último).
Los chicos
–todos estos
detenidos en algún sentido lo son–
hablan de lo que
les falta: su propia presencia dramática, cinematográfica, ya nos dice que
les falta libertad (por eso están puestos en escena); y las oportunidades
laborales o culturales, así como los bienes personales que todos sabemos que
les faltan, también surgen de su "estar ahí", lo cual incluye su habla
(porque ellos hablan, y hablan por sí solos en esta película). Hasta cuando
niegan haber cometido los delitos que se les imputan están hablando de lo
que les falta, que es Justicia. ¿Pero han cometido esos delitos o no? También discurre por aquí el decir del cine, ya que la rutina
monocorde de las entrevistas sugiere que los defensores no confían siquiera
en la posibilidad de averiguarlo. Pocos tramos (alegatos y condena) de algún
juicio propiamente dicho, que también se nos muestra, deja entrever que al Juez,
que es el Estado a través de sus jueces, le importa todavía menos que Fulano
sea culpable o Mengano inocente. Simplemente puso en marcha un engranaje
jurídico y policíaco que hace desembocar en las cárceles a todos estos seres, o a
una gran parte de ellos; o sea que el Estado ideó un castigo y se los aplicó. Pero
atención: estos no son de los que "entran por una puerta para salir por la
otra", tan aludidos últimamente, sino los "ladrones de gallinas" de
una
metáfora menos de moda, pero aún vigente, que dice que son ellos, solamente
ellos, quienes
purgan verdaderas penas. Vamos: que a estos
les caen encima hasta con varios años, como si nada, por casi nada, sin pruebas casi.
Y también sin casi.
Impacta, es un decir, la
escasez de grandes sobresaltos (enojos, gritos). También que un film con
estos personajes y temas transite sus 81 minutos sin una sola escena de
violencia física (sí se ve, antes bien, a algunos vigilantes aparentemente
listos para sofocar las que pudieren surgir). Angustia ver que todos juegan, de un modo
o del otro, un juego en el que nadie gana, o
que a ninguno sirve... pero que funciona. Como esas empleadas otras,
aunque del mismo Estado, que puntúan Bagatela: prolijas, limpias,
calladas, con guantes de látex y uniforme de mucamas barren invariablemente
los pisos, lustran incansablemente los muebles para que los tribunales luzcan impolutos,
impecables, inobjetables. Guillermo Ravaschino
La Neige Au
Village (Francia,
2007. Dirigida por Martin Rit). En apenas 49 minutos el director francés
Martin Rit (además coguionista y fotógrafo) basándose en un poema de Francis
Yard, consigue armar un rompecabezas con pocas fichas y un entramado
sencillo pero que muestra la complejidad de las relaciones. Relaciones
humanas que no han forjado vínculo intenso más que el cruce de miradas y
algún que otro diálogo mal encarado o forzado en su emisión.
Un joven
persigue a una joven a la que descubre leyendo en el parque. Otro persigue
al primero al observar que algo raro está sucediendo. Llegan al departamento
de ella y el descubierto es el tercero quien se explica y le explica lo que
vio, ella cree que es apenas una justificación ante una perversión y lo
amenaza con recurrir a la policía. Cuando lo ve salir del edificio nota que
atrás de el sale la persona que le acaba de describir como el perseguidor.
Más
dispuesta a mostrar que a contar a través de la palabra, elidiendo
explicitaciones, el filme apuesta a un espectador dispuesto a organizar las
pistas. Uno de los jóvenes escribe y dibuja y alguna sensibilidad mal
entendida sobrevuela sus actos (en una caminata por el bosque tropieza con
una pareja tomando sol y bañándose en el lago y el encuentro termina mal);
el otro está aburrido y se va viendo con unos amigos para matar el tiempo;
la chica está esperando el resultado de un examen que se demoró en su
publicación.
Resignificaciones de situaciones y acciones trabajados en saltos temporales
(flashforwards y flashbacks), espacios y recorridos vueltos a transitar, en
vacío y en presencia de los personajes, un montaje seco, un ritmo poético y
un guión parco son los aciertos de un filme que a pesar de ello se muestra
sumamente frío y calculado al milímetro lo que le quita bastante vida. Quizá
sea esa nieve de la que da cuenta el título que no se deja ver en la
superficie pero todo lo hiela. Javier Luzi
The
Pleasure Of Being Robbed (Estados Unidos, 2008. Dirigida por Josh
Safdie).
El Cine Independiente, como concepto, ha sufrido en estos últimos años
enormes malinterpretaciones y transgiversaciones: de ser un grito de
autonomía pasó a convertirse en un género devorado y asimilado por los
estudios de Hollywood, los cuales no tardaron en producir mediante
subsidiarias gran de cantidad de títulos bajo este mote (recientemente,
hasta se señalaron a películas de la talla de
Slumdog Millonarie como “cine independiente”, vean
ustedes). Pero ¿qué es hacer Cine Independiente? En palabras de Jonathan
Rossembaum “un realizador independiente es alguien que tiene el control
final de su trabajo”; y de eso se trata, más allá de que halla nacido como
concepto pensado para denominar a todas las películas hechas por fuera de
los grandes estudios, de un cine hecho por autores que no ceden libertades
artísticas y creativas en manos de quienes financian sus obras.
En este contexto es importante encontrarse con una película como
The pleasure of being
roobed, que de la
mano de
Beeswax, de Andrew Bujalski, también proyectada durante
el Festival, reivindican y aclaran ese concepto tan denostado de Cine
Independiente. Indie auténtico, rodado en un 16 mm roñoso, con cámara en
mano, escasísimo presupuesto y apenas un puñado de actores en locaciones a
las que -se sospecha- han utilizado de forma clandestina, pero a la vez,
plenamente vivo.
The pleasure...
narra unos días en la vida de Eleonore, una pelirroja vestida de minifalda
que roba cuanto puede al primer cristiano que se le cruza por el camino.
Pero no se trata de una ladrona de profesión, si no de alguien que utiliza
el robo como camino hacia una vida libre y desprejuiciada. Lo que hace
Eleonore es vivir, vivir por los demás, aprovechando los bienes que sus
dueños poseen y muchas veces no saben o pueden valorar: en una de las
mejores escenas roba un automovil con un amigo y ambos viajan hasta el
amanecer hacia rumbos inciertos. Manifestación de su espíritu libre, fresco
y carente de miedos que es el mismo que atraviesa la película toda.
Como es común en el indie,
The Pleasure... es transitada por personajes de estas
características, excéntricos y adorables a la vez, que dan lugar tanto al
gag como a la ternura, y que
acá, además, se erigen como expresión de una juventud norteamericana
desprovista de amor y repleta de incertidumbres. La inconciencia con que
Eleonore comete cada hurto hace que sea imposible no generar simpatía por
ella, y a la vez, consigue una tensión enorme, por que siempre parece que
está a punto de ser atrapada, y con ella, detenido el relato. Por otro lado,
el inmenso amor por la vida que tiene esta chica hace imposible que se la
juzgue por sus actos, sino que uno quiere salir a robar con ella; o mejor
dicho, a jugar con ella, por que de eso mismo se trata en definitiva.
Eleonore no solo roba carteras o coches sin saber conducir, sino que es
capaz de plantarse a jugar ping pong contra profesionales sin tener ni idea
de cómo agarrar una paleta (¿quién dijo que para jugar a un deporte hay que
ser un jugador experimentado?) o pedirle a los policías que la detienen
hacia los últimos tramos del film de que le permitan dar un paseo por el
zoológico esposada a ellos; algo que desemboca en una escena onírica con un
oso polar que hace imposible que uno no se entregue tanto a película como a
personaje.
Un cine ameno y placentero, como su título lo sugiere, que invita a eso, a
disfrutar de las pequeñas cosas que nos rodean y robarle a la vida
cotidianeidad aunque sea unos pequeños momentos de felicidad. Godard decía
que para hacer una buena película solo es necesario un auto, una mujer y un
revolver; a Safdie solo le alcanza con un auto, una mujer y un oso de
peluche gigante. Juan Schmidt
Iraqi
Short Films
(Argentina, 2008. Dirigida por Mauro Andrizzi). La película de Andrizzi es una suma de películas, una compilación de
imágenes sobre la guerra de Irak tomadas de Internet, acaso la única forma
posible de hacer cine bélico en la Argentina. Es un ejercicio de combinación
fascinante que incluye videoclips realizados por soldados británicos o
estadounidenses coreografiados con exquisita creatividad, planos secuencia
atravesados por el suspenso de saber si algo ha de explotar o no durante su
transcurso, textos sobre la guerra, videos islámicos cuya banda sonora
ritual los torna terroríficos, y una gran ausencia que define un punto de
vista moral: la de imágenes de ejecuciones de rehenes. Para verla y comparar
con esas dos fabulosas ficciones sobre la invasión a Irak que son
Redacted, de Brian De Palma, y The Hurt Locker, de Kathryn
Bigelow.
Marcos Vieytes
SECCION
RETROS & FOCOS
Un
hombre aparte
(Chile, 2001. Dirigida por Bettina Perut e Iván
Osnovikoff). Menos que una continuación de Martín Vargas, esta película
empieza siendo algo así como un desprendimiento de aquella (a propósito de
un personaje episódico que aparecía por allí y se fagocita ésta) y termina
tirándonos a la lona con una seguidilla de golpes propinados en pleno rostro
y en el corazón de la mirada. Está hecha de la tensión que se establece
entre los realizadores y el protagonista, uno de esos personajes bigger
than life que no se contenta con ser el objeto pasivo de un documental
de observación sino que incluso se propone dirigirlo. El sujeto en cuestión
es Ricardo Liaño, ex promotor de boxeo, ex productor de cine, ex millonario,
ex amigo de Salvador Dalí, ex responsable de haber llevado a Julio Iglesias
a Chile, entre otras hazañas declaradas sin falsa modestia por este
exuberante mitómano. Contra sus declaraciones se alza un presente con 80
años a cuestas, mala salud, ceguera parcial de un ojo, indiferencia social,
pobreza y soledad que, pese a todo, no consiguen quebrarlo nunca del todo.
Encima, los directores le ponen de sparring moral a un poeta maldito que no
cesa de hostigarlo con la verdad de su condición. Hubo pocas experiencias
fílmicas más poderosas que esta en el festival.
Marcos Vieytes
Hide
and Seek
(Estados Unidos, 1996. Dirigida por Su Friedrich). Su Friedrich es una cineasta de vanguardia estadounidense con varias
décadas de trayectoria, documentalista y portavoz fílmica de la condición
lésbica. Su cine hace de la autobiografía uno de los ejes centrales,
ejerciendo la militancia homosexual desde un espacio no institucional y más
bien íntimo. Otro de los elementos que caracterizan a sus películas es la
exhibición de su material. En varios de sus films escribe literalmente sobre
el celuloide, deja marcas propias en la banda de imagen, inscribe su
pensamiento en la cinta, graba palabras, hace cine de puño y letra. Además,
suele usar material filmado para revelar el modo en que los discursos
institucionales usaron el audiovisual como herramienta de pedagogía
heterosexual. Así vemos desfilar por esta película metraje de películas de
educación sentimental, más bien que sexual, proveniente de las décadas del
40 y 50, intercalados con testimonios de mujeres que cuentan su despertar
lésbico, así como recreaciones de esos mismos testimonio en blanco y negro,
que acaban por conformar un contra discurso desestructurado de las imágenes
originales. Marcos Vieytes
First Comes
Love
(Estados Unidos, 1991.
Dirigida por Su Friedrich). Durante este corto documental sólo se ven
imágenes de un casamiento como cualquier otro. La gente esperando en la
puerta de la iglesia, el novio que arriba, la llegada de la novia, la
ceremonia de casamiento, la salida de los recién casados, la despedida. Todo
pautado por una banda sonora tan ecléctica como agradable. E interrumpido
por una serie de carteles que reflexionan sobre la prohibición de los
casamientos entre homosexuales.
En
verdad, no se puede llamar a eso interrupción, porque la habilidad y el
mérito de la directora (y militante lesbiana) Su Friedrich consiste en
fusionar sin ruido alguno imagen y discurso, destacando coincidencias (el
amor como motor primario en las uniones maritales) y diferencias (las
particularidades de la homosexualidad). Su cine es activo, que no
reaccionario; obliga a la pregunta, sin dar necesariamente la respuesta; no
apunta a los convencidos, sino a los más reticentes e indecisos. El suyo es,
en definitiva, el mejor de los cines políticos. Rodrigo Seijas
Rules Of The Road
(Estados Unidos, 1993. Dirigida por Su Friedrich). Tomando al automóvil como
institución social, Su Friedrich va narrando con neutra pero firme voz en
off una historia de amor frustrada con otra mujer. Historia que gira
alrededor de ese bien preciado, que se convierte en símbolo y recordatorio
de los mejores momentos de la pareja, pero también de los peores; de los
encuentros y desencuentros; de las manías, costumbres, discusiones, charlas,
viajes; del fin de la relación.
Friedrich sigue fiel a su método, yendo y viniendo de lo particular a lo
general, delatando las especificidades de cada pareja, pero también las
coexistencias. Esta película, como toda la filmografía de la directora, es
un cine que no necesita gritar ni bombardear con su punto de vista
ideológico. Le alcanza con el poder de las imágenes y una narración seca,
clara, que nunca patea el estómago pero tampoco cede un centímetro en lo que
a corrección política se refiere. Rodrigo Seijas
Chi-chi-chi Le-le-le, Martín Vargas de Chile
(Chile, 2000. Dirigida por Bettina Perut e Iván Osnovikoff). Bettina Perut e Iván Osnovikoff son dos cineastas chilenos cuya
filmografía conjunta, que ahora consta de cinco películas, comenzó con este
trabajo sobre el ex campeón de boxeo Martín Vargas, quien más o menos diez
años después de su retiro planea volver al ring en una serie de peleas sobre
las que desde el vamos se cierne la sospecha de estar arregladas. La
historia es conocida y la forma en que la cuentan no es novedosa pero sí
tremendamente efectiva. Martín Vargas no solo es un documental sobre
un deporte o sobre un deportista, sino un documental deportivo en plena
forma. Ahí donde Martín Vargas-boxeador es viejo, lento y previsible, Martín
Vargas-película es increíblemente joven, veloz, ágil y hasta insolente. Nada
de corrección política, nada de chauvinismo nacionalista, nada de falsa
piedad. Piña (¿verdadera?) va, piña (¿falsa?) viene, los espectadores se
entretienen. Marcos Vieytes
SECCION CLASICOS MODERNOS
The
Housemaid
(Corea del Sur, 1960. Dirigida por Kim Ki-young). En un texto sobre el melodrama coreano, Earl Jackson Jr. cuenta que a
finales de la década del ’50, un profesor de enseñanza secundaria mantuvo un
affaire con su criada y, cuando rompió la relación, ella se vengó asesinando
al hijo de cinco años de aquel y arrojando el cadáver a un lago próximo a la
casa familiar. Esta película de 1960 se basa en ese caso y anticipa las
mejores características del cine coreano de género contemporáneo: riesgo,
brutalidad y refinamiento. La tensión sexual de las imágenes es
inimaginable, menos por lo que se muestra de los cuerpos que por el
movimiento espasmódico, instintivo, animal de estos. El montaje de Kim
Ki-young tiene filo, corta los planos pero también el ojo del que mira, como
el cine-navaja de Buñuel que ya desde la primera imagen de Un perro
andaluz declaraba su voluntad de cercenamiento lúcido. El plano de una
mano de mujer cogida entre el brazo de un hombre y su axila es orgásmico. Un
relámpago atraviesa un árbol con la misma ferocidad con que una elipsis nos
traslada en el tiempo y el espacio. Una escalera puede ser más fatal que un
arma, y un melodrama familiar más políticamente incorrecto que cualquier
panfleto. En 1971 y 1982, Kim Ki-young filmó dos secuelas que, junto al film
original, forman una trilogía destinada a corroer la fantasía familiar
idílica de la pequeña burguesía coreana. Marcos Vieytes
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