SELECCION
OFICIAL INTERNACIONAL
Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo (México, 2008. Dirigida por
Yulene Olaizola). Este es un documental sobre un hombre con múltiples
aristas. Pintor, poeta, enamorado de las mujeres pero también sospechado de
ser homosexual, que vivió cerca de una esquina como cualquiera otra de la ciudad de
México (en este caso, la que intersecta la calle Shakespeare con la calle
Víctor Hugo). Apenas si se ven fotos de este hombre durante todo el transcurso de la
película. Son otras personas las que van construyendo su personalidad, los
hechos que lo formaron como persona. La directora va juntando fragmentos,
hilos sueltos de una trama que se escapa por momentos, que se hace inasible.
Y esa historia "real" va adquiriendo rasgos de ficción, haciendo transitar al documento que es este film de un género hacia otros: del social al melodramático, y de ahí
sin escalas al policial con altas dosis de suspenso, a partir de la
sospecha, nunca confirmada, de que el protagonista pudo haber sido un
asesino serial, una especie de Jack el Destripador en
versión mexicana. El protagonista no está para responder, pues
está muerto. Su ausencia es reconstruida por los personajes secundarios, en
sendos actos de poner en presencia, a través de la invocación, al sujeto
faltante; en un duelo frente a cámaras, con carácter público, pero contenidos
privados. Un film tan humilde como fascinante, construido a través de la
significación que aportan el vacío y la falta de certezas. Justo
premio a Mejor Película en la competencia internacional.
Rodrigo Seijas
Profit Motive And The Whispering Wind
(Estados Unidos, 2007.
Dirigida por John
Gianvito). En 1915, Edgar Lee Masters publicó uno de los más originales
libros de poesía del siglo pasado. La "Antología de Spoon River" consistía
en un conjunto de poemas que simulaban ser epitafios para armar de ese modo
un texto múltiple en el que podía leerse la historia de una comunidad. La
película de Gianvito se construye de forma similar y, en menos de una hora,
cuenta la historia de las luchas por los derechos civiles –que también es la
lucha de clases– en los Estados Unidos. El resultado es una película de guerra en la
que no se oye ni un solo tiro, pero que es atravesada de principio a fin por
la más vertical de las violencias. Los planos de lápidas que van desde la
época de la independencia hasta el presente son alternados con planos,
también fijos, de árboles, plantas o campos mecidos por el viento en una
suerte de contrapunto ritual, racional y sensual a la vez, historiográfico y
contemplativo. Las únicas variantes introducidas a este esquema incluyen
unas animaciones en blanco y negro de rostros y extremidades moviéndose
frenéticamente que se asocian peyorativamente con esa ordalía llamada Wall
Street, una grabación musical del siglo XIX que resucita una canción
indígena y fantasmal como la voz que la interpreta, y el montaje percusivo
de una manifestación actual en Nueva York con el que finaliza el film, acaso
la única irrupción explícita pero a la vez demasiado vaga del discurso en la
película. Mención aparte para la inclusión de los logos corporativos en
varios de los aparentemente bucólicos encuadres, y para las máscaras
mortuorias y el recipiente que contiene la cenizas de Sacco y Vanzetti.
Marcos Vieytes
Andalucía
(Francia, 2008. Dirigida por Alain Gomis). Yacine vive en Francia. Pero es
argelino, un hijo de las ex colonias galas con todo lo que eso implica para
una mentalidad eurocéntrica de estos tiempos. El no vive perseguido sino y
solamente por una idea un tanto obsesiva de cierta identidad esquiva y la
voluntad inquebrantable de no atarse a nada. La fijeza es una cualidad a
evitar por todos los medios. Y sabe como hacerlo: trabaja de suplencias,
vive en una casa rodante, tiene amoríos pasajeros. La misma película sabe
impregnarse de ese "estilo" de su protagonista para editar su vida en cortes
y montajes abruptos y casi sorpresivos, sin una narración temporalmente
lineal sino en una disposición de continuidades que suman en la construcción
de la personalidad de Yacine. El espejo de una sociedad agresora del
distinto y la Otredad que atemoriza se recorta una y otra vez en el film
mostrando la derechización del mundo, inteligente decisión del
director senegalés Alain Gomis.
Buenos climas,
logrados silencios y alguna que otra musicalización del tipo "world music"
consiguen un extraño film que comienza a mostrar ciertas fisuras en los
discursos de algunos personajes que van apareciendo por aquí y por allá, donde el mensaje se vuelve demasiado evidente y explícito (el loco, el
extranjero que habla en un inglés adoptado como segunda lengua) y esa
identidad concreta y fija, sólida y estanca, entra evidentemente en colisión con
lo que se venía mostrando. Esos personajes llevan al protagonista hasta España
–más
que al lugar del título a Toledo (la ciudad de la mezcla de culturas: judía,
católica, musulmana)–, donde cumple todas las palabras que le supieron decir
con voz profética, para cuasi místicamente elevarse de la tierra hasta
encontrar un lugar propio. Una pena semejante final, que derrapa hacia el
abismo de la seguridad y la tranquilidad para el espectador. Javier Luzi
Los paranoicos
(Argentina, 2008. Dirigida por Gabriel Medina). Luciano es un personaje.
En varios sentidos. Un
"personaje"
en sí mismo,
personaje involuntario de una
serie televisiva exitosa en España y personaje,
al fin, de la película que
estamos viendo. En los tres niveles funciona como un ser disfuncional, un
antihéroe del que todos tenemos algo también. Inseguro, al borde del
despegue o del hundimiento sin remedio, su relación con las mujeres y los
amigos nos descubre a un ser inestable y frágil.
Los paranoicos es una película con momentos bien diferenciados, bloques que
se unen por algo que trasciende la mera causalidad. Hay
"algo"
detrás de las
imágenes, un poder hipnótico, una música interna con melodías y ritmos que
construyen una narración de una fuerte voz personal. Cada una de las escenas
posee identidad propia, con variadas intensidades y tonalidades y va
mostrando la evolución de un personaje que, con tropiezos, busca su
identidad.
El humor aparece en situaciones inesperadas (el vómito en el baño, la nuez
de un amigo averiada accidentalmente) y la banda musical
funciona
dramáticamente,
no como un simple acompañamiento de las
acciones
de
los
personajes. Escenas como las del baile de Luciano al comienzo y la del mismo
Luciano con Sofía,
casi al final, marcan
de manera indeleble a una
película
que
confía en las imágenes y las dota de una banda sonora rica en matices.
Puede
que
suene
impropio
o
apresurado mencionar a uno de los más grandes
cineastas argentinos a la hora de hablar de Los paranoicos, pero la figura
de Leonardo Favio se cuela por momentos en esta película, a la que con
justicia se podría
asociar con lo
desparejo
e irregular, pero no como fallas
sino todo lo contrario, como atributos
que le dan
fuerza y seducción.
Sergio Zadunaisky
Help Me Eros
(Bangbang
Wo Aishen.
Taiwán, 2007.
Dirigida por Kang-sheng Lee). Kang-sheng Lee, el protagonista de muchos
films de Tsai Ming-liang, vuelve al cine con este segundo opus (que también
protagoniza) donde lo sexual puesto en primer plano demuestra que detrás del
deseo hay otra cosa. Un joven desempleado, que ha sabido de una vida mejor
en lujos económicos, vive del ayer, desesperado por un amor que ha perdido,
dependiente de un servicio de ayuda telefónico y de la marihuana que cultiva
en su hogar: un loft imponente y cerrado por ley. Cuando conoce a una
vendedora de un kiosco muy especial, que se encuentra debajo de su casa,
apuesta de nuevo por el amor con todo el temor que no sabe manejar.
"Debemos estar
locos", dice un personaje y uno se pregunta si no será eso el amor. En el
mundo actual y líquido –al decir del sociólogo Baumman–, las relaciones
sufren de esa misma liquidez y detrás de vidrios, espejos y superficies de
agua (la puesta en escena es sumamente cerebral en este uso calculado al
milímetro de espacios reflejantes), los personajes asoman sus cuerpos pero
más exponen sus almas. Así se muestran. Cuerpos como soportes o pantallas de
lo que quieran escribir y de lo que quieran usufructuar los otros.
La película
derrocha sexualidad en las imágenes, los cuerpos, las ropas, los cabellos,
todo es superficie de placer que a la larga se cobra el precio de la soledad
más cruel y la desazón y la tristeza y la melancolía del vacío final. Ningún
sustituto del deseo real da resultado: ni el sexo, ni la droga, ni el
dinero, ni la comida ni el chat. En la disputa entre Eros y Tanatos, en
plena posmodernidad, el triunfador es el más derrotado. Bellísimas escenas
como la de la persecución por la ciudad desierta o cualquiera de las tres
que, musicalizadas con canciones pop orientales que desgranan el desamor, se
convierten en coreografías increíbles, y la reconocida sapiencia oriental en
la colocación de la cámara en semejantes lugares que ni el más planeado de
los decorados, hacen de este film un objeto maravilloso para la vista y el
corazón.
Javier Luzi
Ballast (Estados Unidos, 2008. Dirigida por Lance Hammer). Aquí lo
extraordinario no es jamás pintoresco. A diferencia del cine industrial, que
opera espectacularizando la realidad, Lance Hammer naturaliza la excepción.
Básicamente, la historia de Ballast cuenta la de un hombre que se
suicida, tras lo cual lo intenta su hermano gemelo, que luego se enamora de
su excusada y comienza a ocuparse de la crianza de su sobrino púber e
involucrado con las drogas. La densidad de la situación, sin embargo, no es
jamás viscosa sino concreta. No hay especulación emotiva alguna ni subrayado
sonoro, sino la evolución emocional de unos pocos personajes durante un
breve lapso de tiempo. En medio de tanta vistosa contaminación audiovisual
cotidiana, las imágenes de Ballast deparan la misma poderosa
sensación que proviene de salir a caminar durante una noche muy fría de
invierno para despejarse de un embotamiento: aclaran, oxigenan, despiertan.
Marcos Vieytes
Correction (Grecia, 2008. Dirigida por Thanos Anastopoulos). Film
griego sobre un hombre recién salido de la cárcel, que intenta establecer
contacto con una mujer y su hija, a las que parece deberles algo muy pero
muy significativo. El relato se propone explorar cuestiones sociales
referidas a los problemas con la inmigración albanesa en Grecia, enlazándolas
con un drama de tono moral. Pero estas intersecciones resultan
forzadas, como si se quisiera encajar un cuadrado en un círculo.
Tanto la puesta en escena como las actuaciones son en extremo correctas,
pero al mismo tiempo no tienen vuelo propio, no son capaces de sobresalir. Y
el intento de establecer una tesis social particular termina ahogando
innecesariamente el núcleo dramático inicial, con los personajes
subordinados a una idea "mayor", que les quita espesor.
Rodrigo Seijas
Flower In The Pocket
(Flor
en el bolsillo.
Malasia, 2007.
Dirigida por Seng Tat Liew). Nobody knows pero sin la violencia
brutal y calculada de ésta. Una historia de chicos, dos hermanos: Ma Li Ohm y
Ma Li Ahh. Un instante en la vida de estos pequeños que van a la escuela por
rutina, viven fuera del alcance de la autoridad de un mayor que los conduzca
(a pesar de tenerlo), deciden sobre sí mismos con la inconciencia y la
inocencia de esa edad.
Más allá de
esos retazos que se asoman naturalmente para dibujar a los personajes
parecería que hay un abandono de los mismos, como si su funcionalidad (contribuir
al avance
de la trama –que no es tal– , exhibir contraposición de actitudes o modos de vida,
etc.) fuera el único motivo de su presencia. Familias disfuncionales,
desapariciones que no pueden superarse, el idioma como fuente de
incomunicación y eje diferencial, la violencia escolar y las cotidianas, las
contradicciones humanas (la maestra con hijo discapacitado que ejerce la
violencia sobre un alumno con claros problemas).
Prolija, tierna
pero demasiado calculada. Sí, se evitan las moralejas y los golpes bajos,
pero el problema es esa morosidad que procura retratar unas vidas opacas y
parece confundir simpleza con apatía. Javier Luzi
Up the Yangtze
(Remontando
el Yangtze. Canadá, 2007. Dirigida por Chang Yung). En China, en el río
Yangtze, se está construyendo una gran-represa-gran, que forma parte del
emprendimiento energético más importante del mundo. Sí, la China comunista
se está adaptando rápidamente a las bondades del capitalismo. En el
medio, claro, hay pueblos que desaparecen bajo el agua y personas que ven
cómo sus vidas son modificadas para siempre.
Este documental
aborda las historias de dos jóvenes: un chico de familia más o menos
acomodada y una chica de una humilde familia, que desea adquirir dinero para
estudiar y poder sobrevivir en un mundo que le exige altas capacidades. Los
dos entran a trabajar en un crucero para turistas de todo el mundo, teniendo
que modificar sus pensamientos y concepciones a alta velocidad para no
quedarse atrás. El film observa su adaptación a los nuevos ritos y rutinas,
su relación con los compañeros de trabajo y el alejamiento de sus familias,
trazando así un panorama de una nación que está aprendiendo muy rápido
nuevas reglas, pero que en el medio está perdiendo su propia identidad.
Empantanada en ciertos momentos por la voz en off del director y secuencias
cuasi actuadas y ensayadas, la película nunca pierde un aire de
nostalgia y melancolía, de conciencia de una era que se extingue, mientras
otra comienza. Rodrigo Seijas
Una semana
solos
(Argentina, 2008. Dirigida por Celina Murga). Celina Murga se mete en un
country, para espiar un poquito a un grupo de chicos que se quedan solos en
la casa, ya que sus padres se fueron de viaje. Los filma con absoluta
pericia, pero al mismo tiempo, sin imaginación. En cierta forma, termina
estableciendo una simbiosis con sus personajes: no configura un mundo
propio, no es capaz de ver más allá del country, se limita a un andar
confundido y alienado, sin alma. Tarda mucho, demasiado en impulsar la
acción. Más de media hora pasa hasta que arranca el relato, hasta que pasa
algo, hasta que los personajes empiezan a tomar decisiones. Pero aun así, no
deja de ser previsible. Se regodea en la falta de objetivos y toma las
decisiones más obvias. Este segundo largo es lo opuesto al primero, que
tenía una protagonista decidida, llena de energía, dentro de un relato que
se activaba al instante, con una progresión narrativa inmejorable. Esa
pequeña maravilla se llamaba Ana y los otros. De esa cumbre, Murga
descendió unos cuantos escalones.
Rodrigo Seijas
SELECCION
OFICIAL ARGENTINA
Unidad 25 (Argentina-España-Francia, 2008. Dirigida por Alejo
Hoijman). "La unidad 25 es una iglesia", dice alguien ni bien comienza este
documental de Alejo Hoijman que se llevó el premio al mejor film de esta
sección. Una penitenciaría en la que los
reclusos son evangélicos y admitidos por tales. Con reglas y estatutos de
convivencia diferentes y que, afirman, resultan reformadores para aquellos
que infringieron la ley.
La institución
carcelaria y la institución religiosa, ¿cómo se cruzan? ¿Se complementan?
¿Se oponen? ¿Entran en contradicción? El ensamblaje resulta más posible de
lo que se cree. Ubicada en la localidad de Olmos, cerca de la otra famosa
cárcel, esta unidad goza de un régimen semiabierto limitado del que se
siente sumamente orgullosa.
El director
elige contar este mundo cerrado y bastante claustrofóbico, con esos cánticos
que aúnan gritos y palmas en igual grado, a través de la mirada inocente y
virgen de religiosidad de Simón Pedro, un joven que es trasladado a pedido
de su hermano, pero que lejos está de saber en qué baile se ha metido, y que
funciona como espejo del espectador. Lentamente lo vemos pasar de la
indiferencia a la aceptación (un poco "ayudado" por los ministros internos)
mientras entre lecturas y canciones –un adoctrinamiento que de sutil tiene
nada– se muestran diálogos entre los presos que relatan sus acciones
anteriores o su matar el tiempo a la espera del resultado de sus abogados
con un nivel de violencia asombroso para quien se muestra creyente sin
medida.
Obediencia es
la palabra más enunciada y el reclamo más repetido durante todo el metraje.
Dios como fuente de toda justicia es loado por un grupo de personas (a las
que nadie niega la posibilidad del cambio) que parecen haber olvidado su
grado de responsabilidad en las acciones que los llevaron a ese lugar en el
que están purgando su condena.
Sólo me
pregunto, ¿eran necesarias esas imágenes de hormigas por las paredes del
penal que aparecen en tres momentos distintos de la película? ¿Qué nos
quieren decir como metáfora algo explícita que no haya sido dicho por las
mismas voces a las que se les da voz? Javier Luzi
Construcción de una ciudad (Argentina, 2007. Dirigida por Néstor
Frenkel). Esta película de Frenkel es la mejor comedia argentina de las
últimas décadas, sin dejar por ello de ser un documental sobre el pasado de
Federación y el presente de Nueva Federación, la ciudad de Entre Ríos
trasladada a unos pocos kilómetros de su ubicación original en 1979 debido a
la construcción de la represa de Salto Grande. Diseñado en base a
testimonios actuales de los habitantes y, en menor medida, a material de
archivo, el film se transforma en mucho más que una investigación objetiva
debido al uso del montaje, el casting y las intervenciones de la
cámara-director, que consiguen algunos de los mejores gags de la historia
cinematográfica nacional. La película tiene un efecto innegable: hace reír y
mucho, para algunos quizá demasiado. Digo esto porque no son pocos los que
se preguntan si Frenkel –y con él los espectadores– no se ríe de sus
entrevistados en lugar de con ellos. El dilema no es menor, aunque en
mi opinión está saldado en favor del director. Frenkel no diseña situaciones
que ridiculizan a las personas filmadas, sino que registra las
particularidades muchas veces ridículas de las mismas, así como no tenía
empacho en convertir en el eje de su anterior película –Buscando a Reynols– a
un músico con síndrome de Down que vociferaba opiniones políticamente
incorrectas a cámara. En uno y otro caso, creo que asistimos al registro
fascinado de unas voluntades afirmándose desvergonzadamente sobre sí mismas
y lo que hace el director –mediante la edición, la filmación de silencios o
sus acotaciones– no es más que garantizar las condiciones para que esa
confianza se expanda hasta límites insospechados, no pocas veces incómodos
para todos los involucrados.
Marcos Vieytes
Resfriada
(Argentina,
2008. Dirigida por Gonzalo Castro). La opera prima de Gonzalo Castro
(escritor, dueño del sello editorial Entropía y ahora cineasta) se centra en
la historia de Nadia, Ernesto y Juan. Nadia se peleó con su novia y buscó
refugio momentáneo en la casa de Juan, que es editor de libros, casi jefe
suyo y amigo de su hermano Ernesto. Estos dos tienen en danza varios
proyectos de trabajo (la compra de derechos del libro de filmación de Herzog
de Fiztcarraldo por ejemplo) difíciles pero no imposibles en un mundo
globalizado como el de hoy.
El ámbito
retratado muestra tipos bastante reconocibles para el mundillo de las
letras, Púan mediante –así se conoce también a la Facultad de Filosofía y
Letras por la calle donde se encuentra situada–. Y su director sabe
usufructuar lo conocido para construir entonces modos y discursos que
reflejen ese transitar. Jerga y preocupaciones propias de una "comunidad"
bastante especial. Quizás esa (in)comunicación y la franja etaria
representada le jueguen en contra a la masividad por el lado del receptor
pero también
aportan extrañeza y risa a quien no conoce ese submundo. De allí lo novedoso
de este film que introduce el mundo de la literatura, y mejor aún de lo que
hoy se conoce como industria cultural, en el cine sin demasiadas concesiones
para captar la atención fácil.
Historias
pequeñísimas de la cotidianidad de los vínculos afectivos (amorosos,
filiales), casi sensaciones que se procuran transmitir (muchas veces más que
logradas a través de actuaciones que parecen improvisaciones y provenientes
de esa pureza no contaminada que aportan los no actores) mezcladas con lo
propio de lo profesional del rubro retratado (reuniones de trabajo,
conversaciones sobre investigaciones literarias y conferencias sobre autores
consagrados) construyen una obra original y poco común.
Personajes que
conversan de traducciones, dialogan sobre el lenguaje y sus funciones y
viven su complicada manera de amar casi mostrando que uno es lo que habla y
como habla son un aire fresco para el cine argentino pero eso no implica ni
una ruptura de barreras de gueto, ni una ampliación de público. Javier
Luzi
La orilla que se
abisma
(Argentina, 2008. Dirigida por Gustavo Fontán). “Juanele” (el entrerriano
Juan L. Ortiz) es el poeta de los detalles, de lo minúsculo, de ese pequeño
elemento que se hace vida merced a la lupa misteriosa y querida de su vista.
Venerado por sus colegas y la crítica, todavía por descubrir (la dictadura
ordenó quemar toda su obra y su edición completa –después de su muerte– es
relativamente reciente) para el público en general, encontró en Gustavo
Fontán un traductor eficaz que supo volver imágenes cinematográficas sus
palabras poéticas casi arriesgándose a la experimentación. El director, ya en
su anterior El árbol, había conseguido, aunque con menores aciertos,
hacer del sencillismo virtud. Acá aboga por hacer verdad las palabras del
poeta en eso de la apuesta por lo simple. “La revolución del descanso” que
se patentiza en esas imágenes reposadas, lentas, que se articulan
para dar cuenta de la naturaleza (árboles, gato, hombre, río) filmadas
siempre con sonido directo.
Fontán utiliza los
recursos que tiene a su alcance para, evitando ilustrar la poesía, volver
lírica la pantalla misma. Con un fuera de foco convierte lo que se ve en
algo así como aquello que resulta del uso de una técnica puntillista en lo
pictórico y busca en la luz de las cosas enfocadas borronear las formas o en
la filmación en movimiento también diluir los límites. Lo móvil, lo fluyente
en lo acuoso como fuente originaria. Los espacios que se vuelven ámbitos y
después el hombre de pronto, de repente, apenas como un eslabón más.
Apropiándose de
imágenes de documentales anteriores a las que suma en su cadena de
significación y trastocando lo cinemático, por momentos, en los trazos de
pinceladas como si la pantalla fuera un lienzo, La orilla que se abisma
consigue, sin recurrir sino en el cierre a la voz del homenajeado leyendo un
poema, emocionar profundamente. Javier Luzi
Historias
extraordinarias (Argentina, 2008. Dirigida por Mariano Llinás). Tres
historias, tres enigmas con ribetes policiales, tres viajes a través de la
llanura bonaerense con derivaciones espaciales al Africa y Guyana,
temporales a mediados del siglo pasado, y fantásticas al corazón de las
tinieblas y del milagro. Tres protagonistas sin diálogo, una voz en off
omnipresente, informante y mecedora, cuatro horas y media de duración
–contando un par de intervalos de diez minutos cada uno– perfectamente
dosificadas para intrigarnos primero, involucrarnos después, y por último
maravillarnos. La película de Mariano Llinás (Balnearios) está
destinada a marcar un antes y un después en la historia del cine argentino,
a la manera de Invasión (Hugo Santiago) o Pizza, birra, faso
(Caetano y Stagnaro), y lo único que lamento –quizá demasiado
apresuradamente– es su restringida circulación, habida cuenta de que
difícilmente sea exhibida en alguna otra sala que no sea la del Malba. Y
sería una verdadera lástima que no se viera, porque es apta para todo tipo
de público gracias a la renovada fe en el relato que evidencia, la variedad
de tópicos y recursos que utiliza, y las emociones universales que genera.
Junto con Los paranoicos y Construcción de una ciudad, viene a
demostrar que este año el cine argentino es capaz de hacer contacto.
Marcos Vieytes
El sueño del perro
(Argentina, 2007. Dirigida por Paulo Pécora). Con un buen manejo de
dirección y un pulso seguro en su narración esta opera prima de Paulo Pécora
nos entrega un relato que borra los límites de la ensoñación y la realidad.
Un hombre, victima de la desgracia, busca derrumbarse en el abismo o salir
casi sin quererlo. Una casa en la ribera del río, dueña de los recuerdos de
aquellos instantes de felicidad, será también el refugio de una futura
esperanza. Un chico huérfano y un perro se cruzarán en su camino.
Hasta bien entrada
la media hora inicial no sabremos de qué va la historia que aun así atrapa.
Una voz infantil cuenta en off el cuento que puntúa la narración
cinematográfica. El paisaje se vuelve personaje: la costa, el río, los
árboles, la selva, el sonido del agua y del viento y de los animales que
pueblan el lugar. El hombre, el niño y el perro sabrán de dolores y pérdidas
y portarán las marcas de las heridas como estandarte.
Como un cruce
entre Cortazar y Quiroga, –el cuento del que se sueña otro y el ámbito de la
selva y sus acechanzas–, este film aporta misterio y desolación y alguna
esperanza final. Son de lamentar algunos problemas de montaje que enrarecen
por demás los saltos temporales que se enrevesan quizá innecesariamente, y
cierta pobre marcación actoral que se intenta desdibujar detrás de los
silencios y el laconismo discursivo. Un poco menos de metraje (hay escenas
estiradas o que no aportan) sumaría puntos. Javier Luzi
Luego
(Argentina, 2008.
Dirigida por Carola Gliksberg). Tres historias pequeñas de lo que pasa
cuando no se dice algo. Cuando no se dice aquello que más nos cuesta y nos
enredamos en un círculo infernal. Dos jóvenes enamorados. Una joven
embarazada cuya pareja se va de viaje. Un joven cuya madre planifica un
viaje como premio a su final de carrera universitaria.
La directora
Carola Gliksberg en su opera prima eligió contar desde el artificio
evidenciado, puesto de relieve y en primerísimo plano. Los escenarios, casi
vacíos (sillón, mesa, cama, bañera, escritorio, pared), dan cuenta de la
imposibilidad de esos personajes de llenar algún espacio o denotan que
semejantes seres sólo pueden habitar esos ámbitos. Las actuaciones, planas o
bastante cercanas a la ausencia de sentimentalidad.
En semejante
coyuntura únicamente podrán darse situaciones cíclicas que repiten las
figuras de lo ya vivido y sirven para evitar las palabras verdaderas. Esos
espacios de tiempo en los que no se puede decir lo que se quiere decir y se
llenan con banalidades y cosas que poco importan. "Me gustan las cosas
iguales", dice una de las protagonistas y explicita ese limbo en el que
transitan las tres historias donde el transcurrir sólo aporta tiempo sin
vida. Como el de un pasajero en tránsito, ¿serán por eso los viajes que
surcan las tres historias? Los que acaban de volver, los que se van. Así
como de niños esconderse resultaba la manera más a mano para escapar de los
malos tragos y los problemas, ahora los silencios y lo implícito son el
mejor disfraz. Tampoco creo que sea casual tanta madre enunciada en los
primeros tramos hasta su aparición protagónica en el tercer episodio. Dejar para
después puede ser una opción, pero siempre falsa. Javier Luzi
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