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YO, SOR ALICE

Argentina-Francia, 2000


Documental dirigido por Alberto Marquardt.



"Hoy, no puedo decir que esta película hable por los miles de personas desaparecidas de Argentina. En todo caso, creo que habla de lo que yo sentí por una de ellas: Alice Domon, y quisiera que lo que este film haya conseguido reflejar sobre su historia, resuene en nuestras historias y en nuestra Historia".

Sin estridencia, las palabras del realizador Alberto Marquardt, oriundo de Mar del Plata pero habitante de París desde 1982, transmiten con elocuencia su férrea voluntad de despertar conciencias cómodamente adormecidas, a la vez que apelan a mantener vivita y coleando tanto la memoria individual, como la de todo un "pueblo", en el sentido más amplio del término.

Y si bien su primer largometraje documental peca de ser absolutamente convencional, ya que no hay búsqueda estética ni narrativa que reformule o resignifique código alguno (a diferencia de, por ejemplo, Saluzzi, de Diego Rosenfeld, o de Garage Olimpo, de Marcos Bechis, a pesar de que no es un documental, cosa que poco importa en este punto).

Sin embargo, y a pesar de lo anterior, Yo, sor Alice es una obra tan digna como comprometida con su tema. De hecho, lo más notable es la habilidad del director-guionista para esquivar los lugares comunes y el tono crispado de tantos largometrajes que entienden a la denuncia como una serie de gritos desde la barricada, escupidos a los cuatro vientos.

Alice Domon fue una religiosa francesa perteneciente a la congregación Hermanas de las Misiones Extranjeras, que llegó a la Argentina en 1967 para iniciar un activo trabajo de asistencia social, y repudió los atropellos a los derechos humanos durante los infames años de plomo. Como tantos otros "disidentes", Alice Domon fue, finalmente, secuestrada y desaparecida por la última dictadura militar (1976-1983).

Para Marquardt, también activista, su periplo fue un tanto menos trágico que el de Domon. Secuestrado en 1975, estuvo preso durante 4 años y medio en las cárceles de Rosario, Córdoba, y finalmente Caseros. Después de 9 meses de libertad vigilada, se exilió en Brasil hasta su "mudanza" a Francia.

El relato de la vida de Alice Domon se articula a través de tres elementos primordiales. 1) Testimonios a cámara de familiares y amigos. "Ella era una mujer muy feliz, demasiado alegre como para que la gente la identifique con la Iglesia", tal como la recuerda una de sus vecinas de la casita prefabricada de Alice en Villa Lugano. 2) Cartas que la monja enviaba a su familia, leídas por una voz femenina en off, como si la propia Alice, aún con vida, narrara su historia. Ante la visión del horror, escribió: "Dios no puede quedarse quieto. Seguramente dará una respuesta". 3) Imágenes de archivo: fotos, fragmentos de material de noticieros de la época, viejos objetos que hablan por sí solos.

Al tiempo que el film reconstruye la historia de la monja francesa, es ineludible que también se convierta en una crónica de esos años ominosos. La ceguera voluntaria de un gran sector de la Iglesia; la aparición de Las Madres de Plaza de Mayo; la cobardía de los militares a cargo y sus abominables ultrajes; la traición del último gobierno de Perón...

Todos estos puntos de nuestra Historia –y muchos más, como la infiltración del genocida Astiz, a quién Alice bautizó como "un muchacho que parece un ángel"– son revisitados, ante espectadores que quizá prefieran no recordarlos. A esta altura, alguien podrá estar preguntándose qué hay de nuevo en esta película. Pero la cosa no pasa por ahí. Los hechos que se recuerdan y se hacen presentes son los que ya conocemos. No se trata de buscar "un nuevo dato", ni tampoco de explicar cómo y dónde fue asesinada Alice Domon (algo desconocido hasta el día de hoy). El punto es, lisa y llanamente, trasladar, una vez más, ese infierno tan temido del "pasado", mientras que en nuestro presente muchos de esos genocidas y sus cómplices siguen evitando –aunque cada vez un poco menos–ser juzgados, condenados y encarcelados de una vez por todas.

Ese es el mérito más grande de este film: recordar que este presente aún alberga a ese pasado.

Pablo Suárez     


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