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YO, ROBOT
(I, Robot)

Estados Unidos, 2004


Dirigida por Alex Proyas, con Will Smith, Bridget Moynahan, Bruce Greenwood, James Cromwell, Chi McBride, Alan Tudyk.



Yo, robot transcurre a mediados del siglo XXI. En el futuro imaginado por esta película los robots son recursos inofensivos utilizados diariamente por los hombres para, aparentemente, facilitarles su existencia. Pero un día el detective Del Spooner (Will Smith), quien por razones personales detesta estas máquinas, sospecha que un robot cometió un asesinato.

Hay un momento en el que Yo, robot amaga ser una película interesante; pero ojo, que amagar no es lo mismo que ser, e interesante no es lo mismo que buena. El film tiene demasiados defectos. Estéticamente, es feo. Su director, Alex Proyas (El cuervo, Dark City), es un tipo que siempre se empeña en mostrarnos planos horribles, recargados de efectos digitales gratuitos (¡ni el puto sol puede ser real!), colores gélidos; imágenes que se pretenden transgresoras pero que son menos novedosas que un programa de Gerardo Sofovich.

Además, los personajes están mal desarrollados, y algunos sólo están ahí para dar pie a un chiste (y eso se nota). Hay por ejemplo un pibito canchero que aparece de vez en cuando y que conoce a Spooner vaya uno a saber de dónde y por qué. Otros (la psiquiatra y el jefe de policía) parecen ser realmente importantes para la historia pero poco a poco van siendo dejados de lado para terminar hablando de un robot con problemas existenciales llamado Sonny. Incluso el propio Del Spooner no es más que un detective que tira chistes de vez en cuando y que esconde tras su apariencia fría y temeraria un costado sensible (¡obvio!) que lo muestra preocupado por la humanidad en general y por una nena muerta en particular, lo que no es más que un golpe bajo que da pie, encima, a un monólogo espantoso sobre la falta de emociones de las máquinas (sí, ni siquiera fueron capaces de esquivar semejante huevada).

¿Por qué, entonces, Yo, robot amaga ser interesante? Básicamente por la visión del sistema capitalista que parece ofrecer una película con características tan "mainstream". Veamos si no:

1. Al principio, Spooner dice estar resentido con las máquinas porque quitan el trabajo al trabajador de carne y hueso.

2. La empresa que maneja los robots es intocable para la Justicia.

3. Los humanos, a pesar de saber que los robots son potencialmente asesinos y peligrosos, los siguen produciendo. La causa de esto, aparentemente, tiene que ver con la ambición de un magnate capitalista.

4. A juzgar por las condiciones de vida de los ciudadanos de clase media (que sin ser paupérrimas tampoco lucen opulentas), las grandes empresas parecen concentrar abrumadoramente la riqueza.

Que una película destinada a perdurar –a lo sumo– como dibujito en algún vaso de plástico presente, al menos en forma indirecta, características subversivas es inquietante. Ahora bien, al final del film hay un giro ridículo que rompe o llanamente ignora los cuatro puntos anteriormente mencionados: los magnates terminan siendo inocentes, la humanidad vive feliz con su preciosa tecnología y hombres y robots acaban conviviendo de la mano en un mundo que es hermoso porque... al film se le da la gana. Y todas las contradicciones son dejadas de lado (pensar, para qué, si igual se vive diría un tango) para dar pie a un amanecer similar al de Matrix: Revoluciones que, de paso, constituye sin lugar a dudas el plano de cierre más feo del 2004.

O sea que si la película empieza cuestionando el progreso, la tecnología y el capitalismo a lo Ernesto Sábato, termina convertida en una utopía new age a lo Nacha Guevara.

Yo, robot no solamente es mala, es cobarde.

Hernán Schell      


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