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VUELO EN BUSCA DEL AMOR
(The Theory Of Flight)

Gran Bretaña, 1998


Dirigida por Paul Greengrass, con Kenneth Branagh, Helena Bonham Carter, Gemma Jones, Holly Aird, Jill James, Ray Stevenson.



Aviso a navegantes de toda edad y condición (económica y sexual): independientemente de la apreciación artística que inspire, para ver esta peli hay que tener un amplio umbral de tolerancia para con el británico Kenneth Branagh, un requisito del que carece la cronista que desgrana estas líneas. Más aun, a fuer de honesta, debería empezar reconociendo que odia integralmente a Branagh: los rasgos de su cara, sus presunciones de superactor, su mediocridad rimbombante como director (sobre todo cuando se atrevió con Hamlet, en 1996). En fin, que vale hacer esta salvedad porque la opinión sobre esta comedia que se pretende sensible, simbólica y poética, inevitablemente estará teñida de esta antipatía incontrolable.

Dicho lo cual, pasemos a los hechos que se narran en esta Teoría del vuelo, según reza el ya pomposo título original: para empezar, el film que dirige con prolijidad visual Paul Greengrass pone en escena a dos personajes con serios handicaps de todo tipo. A saber: él, Richard, es una especie de chiflado fracasado en el arte y en la vida que (observen la ingeniosa metáfora) hace máquinas de volar con los bastidores donde pinta, cual si fuese un Leonardo venidísimo a menos, con la diferencia de que nuestro loser se larga a volar lastimosamente, es abandonado por su novia y condenado a unas cuantas horas de trabajo comunitario. Este es el preciso momento en que la conoce a ella, Jane, una chica de 25 años en silla de ruedas a la que debe acompañar. La pobre Jane (Helena Bonham Carter) está aun en peores condiciones que Richard (aunque a esta altura, los reflejos cinefílicos nos indican que ambos discapacitados van a "aunar carencias" después de los consabidos roces): la chica sufre desde los 17 esclerosis lateral amitrófica, grave enfermedad neuromuscular que produce una degeneración de las neuronas, según informa con infrecuente minuciosidad la gacetilla de prensa correspondiente. De modo tal que, reducida a la silla de ruedas sin la menor movilidad propia (a propósito, nunca le pide ir al baño a su excéntrico cuidador), no es de extrañar que Jane haya desarrollado un carácter sombrío, chúcaro, caprichoso, apenas atenuado por rasgos de humor (negro, claro).

¿Qué podía suceder luego del encuentro forzado entre Richard y Jane? Sí, exactamente eso que ustedes están pensando, con la inexorable exaltación de los valores humanos por encima de las limitaciones físicas. Pero para que "eso" ocurra antes tenemos que sobrellevar las conversaciones entre la futura pareja, el berretín de Jane de perder la virginidad antes de morir (le queda poco tiempo) y un nuevo intento de levantar vuelo de Ricky (cosa que logra con ella de copilota, en obvia alegoría). El planteo argumental más atractivo que pudo surgir del empecinamiento de la enferma por tener sexo a cualquier precio queda diluido por la resolución: él le contrata un gigoló carísimo, aunque para pagarlo a Rick no le queda más remedio que... asaltar un banco. Todo está presto para la consumación, pero he aquí que a último momento, en vez de darse el gusto con el guapo prostituto, la muchacha se achica. Imagínense: ¡comprende que todo lo que necesita es AMOR!

Por alguna razón que tiene que ver con los cargos de conciencia, casi todas las películas protagonizada por subnormales o minusválidos llegan con un mensaje didáctico demasiado evidente, donde se nos explica que los discapacitados son gente como nosotros, si no mejores (ver El octavo día y Mi pie izquierdo, entre otras). Tanta sobreprotección suele restar (cuando no anular) la validez artística a producciones de este subgénero. De todos modos, pasando por encima de Kenneth, hay en esta comedia epidérmica y previsible momentos logrados de un humor sarcástico. En este sentido, cabe destacar la escena en que una nueva acompañante intenta congraciarse con Jane y su madre con todos los tics de psi de bolsillo. Ojalá este hubiese sido el tono general de este film que, justo es reconocerlo, también ofrece una elaborada composición de Helena Bonham Carter.

Moira Soto      


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