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VIRGEN A LOS 40 AÑOS
(The 40 Year Old Virgin)

Estados Unidos, 2005


Dirigida por Judd Apatow, con Steve Carell, Catherine Keener, Paul Rudd, Romany Malco, Seth Rogen, Elizabeth Banks, Leslie Mann
, Jane Lynch.



Víctima de malas experiencias en sus intentos juveniles por tener sexo, Andy decidió desistir y mantenerse al margen. No lo volvió a intentar –ni siquiera con profesionales– y ni siquiera se hizo consumidor de pornografía. Tampoco tiene una vida social activa: al comenzar el film, sus únicos amigos son la pareja de ancianos del piso de arriba, con los que algunas noches mira televisión.

En una época en la que se propicia el consumo de sexo a toda hora y en todas sus variantes (televisiva, virtual, telefónica, paga, gratuita; cuerpo a cuerpo, las menos de las veces), todas las prácticas están contempladas y han desaparecido tabúes, pero el sexo ya no guarda misterio para nadie. Sí para el protagonista de Virgen a los 40 años, a quien este voluntario retiro le ha dado una inocencia mayor que al resto de los adultos. Rodeado de muñecos de colección y de las mejores consolas de videogame, Andy vive en el departamento ideal de un preadolescente. Una noche de poker, sus compañeros de trabajo descubren su secreto y se proponen ayudarlo. Aunque le facilitan el encuentro con diversas mujeres, Andy conoce a una sola que le gusta –Trish, madre de tres hijas–, a la que no se atreve a confesarle la verdad.

Virgen... hace reír con recursos genuinos, no abusa de la parodia de la parodia ni deja afuera a quienes no vieron una determinada película (aunque cita oportunamente al David Caruso de Jade, y a la ópera-rock Hair). Es zafada sin instalarse por completo en el terreno de la grosería, y (aunque haya varios) no basa su efectividad en chistes que involucran fluidos corporales. Tampoco muestra otra intención que la de divertir, pero puede ir más allá, porque tiene algo que a muchas películas que nos llegan de Hollywood les falta: un buen protagonista, inserto en un mundo creíble, que interactúa con otros personajes que son más que la excusa para el próximo gag. La lucha de Andy por perder la virginidad lo impulsa a hacer amistades, a mejorar en su trabajo, a enamorarse, a querer cumplir otros sueños.

Su sinceridad me lleva a disculpar al film de algunos defectos: sí, tal vez sea demasiado largo, aunque es cierto que decidir qué escena cortar debe haber sido un dilema; algunas sirven para hacer avanzar la trama, pero otras son meramente hilarantes. La de la depilación con cera, a la que el actor se somete en vivo, será recordada por mucho tiempo. Y otra vez sí, en los minutos finales, que incluyen malentendido, persecución, etc., el tono podrá volverse moralista, pero las decisiones de Andy guardan coherencia con quien él es.

Steve Carell (protagonista y coguionista) está sencillamente genial. Mientras veía su rostro impasible en las delirantes escenas de los créditos, recordé haber leído que personificará al Superagente 86 en una nueva versión para el cine, en reemplazo del (irreemplazable, inolvidable) Don Adams. Y entonces yo también comencé una espera difícil de sobrellevar.

María José Molteno      


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