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UNA PAREJA PERFECTA
(Un Couple Parfait)

Japón-Francia, 2005


Dirigida por Nobuhiro Suwa, con Valeria Bruni Tedeschi, Bruno Todeschini, Nathalie Boutefeu, Loui Do De Lencquesaing.



Las tres películas previas de Nobuhiro Suwa sólo pudieron verse aquí en una revisión que realizó el Bafici en 2003. Este realizador japonés siempre se ha sentido identificado con el cine francés de la Nouvelle Vague, como lo había demostrado en H/Story, un film sobre la (im)posibilidad de filmar una remake de Hiroshima Mon Amour, y ahora filma en Francia. En el caso de Una pareja perfecta, Suwa retoma su puesta en escena ya conocida, con la consigna del largo plano secuencia que al tiempo que instala un realismo inmediato, explora las posibilidades de los actores.

La anécdota es mínima y arquetípica: una pareja (Valeria Bruni Tedeschi y Bruno Todeschini, y el eco no es broma) viaja a París al casamiento de unos amigos, y allí comunican que van a divorciarse, para asombro de quienes los consideran modelo de pareja ideal. Al parecer, Suwa les dio a los actores una sinopsis y total libertad para improvisar. Con mínimas consignas, Suwa planta su cámara estática muy japonesa tomando encuadres fijos, muchos dentro de la habitación del hotel donde se alojan, y específicamente de la puerta que comunica o divide las dos habitaciones. Abierta, cerrada o entornada, esa puerta deviene símbolo de las comunicaciones o altercados que tienen los protagonistas en distintos momentos. Esa cámara seca fija, en interiores austeros, deja muchas veces a uno de los actores fuera de campo, o incluso a ambos. La estética de Suwa –y su fotógrafa Caroline Champetier– se completa con una deliberada oscuridad permanente, luces bajas que dejan adivinar la escena, nunca destacada, y unos tonos medios, casi monocromáticos.

Con un criterio minimalista, la pareja aparece retratada en escenas de la cotidianidad, y Suwa les da todo el tiempo necesario en sus largos planos intimistas para que entablen su conversación, a menudo sus discusiones banales, que cobran un realismo apabullante, y sus silencios, sin apuro por cortar la toma. El plano secuencia exige el talento de los actores para una actuación a veces teatral, pero siempre realista, que exprime al máximo los matices de la situación. A veces el plano secuencia fijo y prolongado se interrumpe con un primer plano que parece escudriñar qué subyace tras la expresión del personaje, pero esos primeros planos no aportan al drama.

La sugerente actriz italiana Valeria Bruni-Tedeschi ya había interpretado a una mujer en el final de una relación en Vida en pareja (5x2) de François Ozon, y sin duda pone mucho de su propia experiencia en la improvisación. Los personajes –sobre todo ella– van atravesando los rencores, la resignación, la culpa y sobre todo la contradicción, en una relación en la que todavía sobrevive el amor. El film plasma cabalmente la difícil separación de quienes se aman pero ya no se entienden. Su alternativa parece ser la libertad, o la soledad. La iluminación, la puesta en escena y el encierro se corresponden con un estado de conflicto y vacío, de duda y vacilación, de difícil salida. Y las habitaciones separadas figuran la puesta en espacio de ese estado.

Resta lamentar que la versión de estreno en DVD no sea clara, por momentos la imagen es borrosa y los colores indefinidos; fue mucho mejor su visión en fílmico en el Festival de Mar del Plata.

Es éste un film de menos de cincuenta planos que, en su morosidad y su melancolía, exige la participación del espectador amante del cine moderno.

Josefina Sartora      


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