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UN VUELCO DEL CORAZON
(Bounce)

Estados Unidos, 2000


Dirigida por
Don Roos, con Ben Affleck, Gwyneth Paltrow, Tony Goldwyn, Alex D'Linz, David Dorfman, Natasha Henstridge.



Frente a Un vuelco al corazón se tiene la impresión de estar ante hechos conocidos. Una sensación de déja vu instalada por cada uno de los lugares comunes que jalonan el film. El principal es el catalizador de la acción: un accidente de aviación y las consecuencias que el mismo acarrea en quienes, de una u otra manera, están vinculados al mismo. Súbitamente, sus vidas experimentan un cambio de rumbo; el destino parece haberles dado la oportunidad de replantear sus existencias, de medir las cosas con una escala de valores diferente. Otro clisé de la película: el retrato de un yuppie de nuestros días, exitoso y arrogante profesional que esconde en su interior un ser vulnerable, inmaduro y lleno de miedos, humano al fin. Y por último, toda la manipulación económica que una empresa de aviación puede hacer de un accidente en el que han muerto más de 200 personas, manejo que en la Argentina los familiares de las víctimas de las tristemente célebres catástrofes de LAPA o Austral conocen muy bien.

No hay sorpresas en el guión de este drama romántico que habla de las dificultades del amor, del trabajo y compromiso que implica un romance, de cómo el destino puede unir los caminos de dos seres humanos, más allá de su voluntad o su control. Buddy (Ben Affleck) es el publicista triunfador que a último momento cede su lugar en un avión a un hombre que acaba de conocer casualmente en el aeropuerto. Así salva su vida, pues el avión cae y otro muere en su lugar. Abrumado por el peso de la culpa, Buddy se hunde en la depresión y el alcohol. Un año después, ya recuperado, decide ayudar a la familia de ese desconocido: su viuda Abby (Gwyneth Paltrow) mantiene a sus dos hijos como agente inmobiliaria y él le hace hacer un buen negocio, tranquilizando su conciencia. Claro, no menciona su vínculo con el muerto, ella se siente atraída por él y surge el romance.

Está fresco el recuerdo de Mis dos vidas contigo, película que tiene unos cuantos puntos en común con ésta. Con una estructura similar, en ambas la línea romántica dista de sorprender al espectador, que adivina el final desde el comienzo. Ambas se ajustan a la fórmula y requisitos del subgénero. El interés del film está en otro lado: en cómo la pareja va construyendo su relación, superando las culpas.

Buddy y Abby: dos nombres que señalan lo reales, comunes y corrientes que son los personajes. Hasta hay una ironía con el nombre del protagonista, que se llama como el perro familiar (y el parecido no se limita al nombre). Hay poco espacio para otra cosa que no sea la historia de los dos personajes centrales, filmada con abundancia de dramáticos primeros planos. Todo eso densifica al film, aligerado sólo por la presencia del agudo ayudante de Buddy, un mordaz observador de escenas animado por el excelente Johnny Galecki. Aquí se reconoce la mano y el estilo del director y guionista Don Roos, cuya previa Lo opuesto del sexo tenía un guión mucho más jugado, ácido y punzante que el de este film, que cumple prolijamente con todas las convenciones y queda muy lejos de la originalidad del anterior.

Está la crítica al sistema publicitario perverso y no falta la amiga que da sabios consejos ni la idealización de la vida familiar suburbana. La pareja funciona bien, dentro de sus limitaciones actorales. Affleck vuelve a hacer el papel ya conocido (de Doble traición, por ejemplo) de un hombre no muy brillante intelectualmente, que escamotea datos sobre su vida. Y Paltrow no cambia, sigue haciendo de Paltrow.

Josefina Sartora      


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