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TROYA
(Troy)

Estados Unidos, 2004


Dirigida por Wolfgang Petersen, con Brad Pitt, Orlando Bloom, Eric Bana, Diane Kruger, Sean Bean, Brian Cox, Peter O’Toole, Rose Byrne.



Señor o señora profesor o profesora de escuela:

Le escribo para informarle que en el día de ayer tuve la oportunidad de ver Troya. Después de padecer esa aberración leí, simplemente para alimentar mi propio morbo, una serie de críticas argentinas y extranjeras que elogiaban el mamarracho aduciendo que se trata de una representación perfecta del poema homérico. Uno de estos redactores, extranjero él, escribió en una publicación llamada Gazette que este film incluso puede ser una herramienta para que los educadores enseñen a sus educandos la cultura griega de manera “divertida”.

Fue en ese momento cuando me di cuenta que a usted, señor o señora profesor o profesora de escuela, podía ocurrírsele decir a esos simios con poco pelo que usted cariñosamente conoce como alumnos las siguientes palabras: “Ya que estamos por tocar el tema de la mitología griega, ¿por qué no van a ver la película Troya para informarse un poco?”

Grave error señor o señora profesor o profesora de escuela. Inmediatamente después de que los chicos vean Troya, usted se verá en grandes dificultades.

Se las enumero a continuación:

1. Ante las reiteradas quejas de sus alumnos tendrá que ver la película para comprobar si realmente es tan mala como dicen, y esas serán dos horas y cuarenta minutos que usted habrá desperdiciado de su vida.

2. Acto seguido, y exceptuando el caso de que sus alumnos hayan leído por cuenta propia a Homero (algo bastante difícil teniendo en cuenta que la generación actual está más cerca de cometer un matricidio que de agarrar un libro), tendrá que explicarles las 300 mil libertades que el film se tomó a la hora de adaptar el relato clásico. Y que incluyen, entre miles de otras: criaturas que quedan vivas en la obra homérica y que acá perecen, confusiones de identidad que en la "Ilíada" no existen, personajes completamente diferentes a los imaginados durante la Grecia clásica (Helena, vanidosa en la mitología, acá es altruista; Aquiles, un carnicero impiadoso, en la película es un hombre recio pero de buen corazón; Patroclo, guerrero experto, está retratado como un mero aficionado a las armas).

3. También tendrá que contarles que no entiende cómo Wolfgang Petersen, su guionista David Benioff y otros cómplices hicieron caso omiso de la contradicción que significa exaltar la figura del guerrero por un lado (algo bien visto por la moral griega) y hacer una película antibelicista por el otro (algo que tiene mucho más que ver con la moral –doble moral– actual). Y deberá agregar que plantar a la maravillosa figura de Aquiles (Brad Pitt) subrayando que las habilidades guerreras y las matanzas de este hombre van a hacerlo memorable por miles de años, alabando su decisión de morir gloriosamente en batalla… y al mismo tiempo pintar los horrores de la guerra tal como los concebimos hoy, subrayados a su turno por los insoportables dichos de Briseida (que la capacidad de matar de Aquiles es un defecto, que de haber optado por amar a una mujer para toda la vida hubiese sido un ser más noble y más feliz), es una reverenda estupidez.

4. Deberá enunciar lo insultante que le resulta que en una producción que supera los cien millones de dólares, con un director que supo de épocas mejores y que hasta exhibió un verdadero talento para filmar en ciertos títulos anteriores (Una tormenta perfecta), se note tan poco esfuerzo para crear imágenes originales o tan siquiera interesantes. Que teniendo entre manos una épica de semejante magnitud y todo el dinero para representarla es realmente desagradable que se haya optado por rodar la mayor parte de la película con una pereza y un desgano increíbles. Que no hay excusa posible para tomar una y otra vez a los actores en reiterativos, monótonos primeros planos que no dejan lugar a un plano general que resalte la belleza del paisaje o la ostentosa vida de los monarcas, cual si lo que se estuviese ofreciendo es una telenovela diaria, de esas que se hacen a las apuradas, y no un film de esos que prometen imágenes espectaculares.

5. Tendrá que devolverles el precio de las entradas, más un dinero extra por daños morales, pedirles perdón de rodillas por hacerles ver semejante basura e implorarles que no procedan a su muy cruel –y bastante merecida, diría yo– muerte por lapidación. Si sus alumnos se apiadan, quizá se salve de ser apedreado o apedreada (lo dudo).

Bien señor o señora profesor o profesora de escuela: dicho todo esto, espero que siga mis muy sabios consejos. De no hacerlo, mis más sentidas maldiciones ya que usted es una persona horrible.

Afectuosamente,

Hernán Schell      


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