Otra
película diferente, valiosa y sorprendente de la nueva generación del cine
argentino. Diego Lerman presentó esta opera prima en el Bafici 2002, donde
ganó varios premios, y siguiendo un itinerario que ya parece habitual para
el cine actual, la película se exhibió en varios festivales europeos, donde
cosechó más triunfos. ¿Por qué debimos esperar más de un año hasta su
estreno en Buenos Aires? Este es un film que se inscribe entre los mejores
de los presentados últimamente: no está en la línea del nadismo, que
ya resulta una corriente interna en la nueva camada del cine argentino, con
Sábado, ¿Sabés nadar? y Nadar solo –que corren
el peligro de caer rápidamente en el olvido– y si bien sus personajes
también forman parte de una generación sin rumbo, Tan de repente
propone un cúmulo de ideas, como el mejor cine de Albertina Carri, Martín
Rejtman o Lisandro Alonso, sin parecerse a ninguno de ellos.
Quienes
realizamos estudios sobre el cine atravesamos un momento estimulante ante la
renovación de todas las categorías, ya que en la posmodernidad se acabaron
las clasificaciones cerradas y ortodoxas. Esto vale para el documental, y
también para los géneros cinematográficos, que se han flexibilizado y
ampliado. Con esta consigna, podría decirse que Tan de repente es un
film inencasillable, que juega sabiamente con la melancolía y el humor a
través de la comedia, la road movie o película de camino iniciático,
y el melodrama.
La vida le
llega de repente a Marcia, una gorda bella, solitaria y soñadora, quien ve
interrumpidas sus horas de soledad en su departamento y de aburrimiento en
una lencería con su tropiezo fortuito con Mao y Lenin, dos chicas punk,
duras y desprejuiciadas, que le manifiestan su amor. Este es el
desencadenante de la acción que las empujará hacia delante, unidas por un
vínculo tan bizarro como inexplicable. Una estupenda fotografía en blanco y
negro de grano grueso responde a los fines de retratar la soledad y la
incomunicación, y acentúa los contrastes que propone el film. Lerman había
realizado un corto sobre un relato de César Aira, La prueba, y la
primera mitad de este largometraje es una reelaboración de aquel corto, con
el viaje de las chicas a conocer el mar como una prueba de amor. Hasta allí
el film resulta innovador, sumamente sugestivo, de un humor áspero, una
ironía seca, llevado adelante por tres actrices muy talentosas (Tatiana
Saphir, Carla Crespi y Verónica Hassan), quienes tensan la cuerda de esa
actitud aparentemente prescindente, ajena y ausente que exhiben los jóvenes.
Es muy interesante el trabajo que el film lleva a cabo con el lenguaje:
también en Sábado se exploraban los nuevos códigos de lengua que está
imponiendo la juventud, que aquí se expresa con una economía expresiva, una
articulación neutra que llega al despojamiento de todo sentimentalismo, y
hasta de entusiasmo.
Hacia la
mitad, la película toma otro rumbo, casi opuesto: cuando un camino azaroso
las deposita en Rosario, en casa de la tía abuela de Lenin, el tono modula
del humor hacia la melancolía, del movimiento a la quietud. Marcia se quita
su máscara de hastío al mismo tiempo que Lenin olvida su rudeza en la
intimidad, cuando vuelve a llamarse Verónica. Las tres chicas se unen a
otros tres seres con los que formarán una suerte de familia, insólita,
surreal si se quiere, pero familia al fin, la que la vida les permite. Otros
tres actores notables se suman: Beatriz Thibaudin, María Merlino y Marcos
Ferrante, que interpeta a Felipe, único hombre desorientado en ese mundo
femenino. En ese ámbito familiar afloran los sentimientos, la
vulnerabilidad, las emociones hasta entonces agazapadas. Lerman parece
experimentar con una nueva expresividad, con otros códigos de la
sociabilidad. Es notable que, a pesar de su juventud e inexperiencia, el
director demuestra gran solvencia en la creación de climas, delinea
distintos caracteres de honda humanidad –femeninos por añadidura– y realiza
un notable manejo de actores. La música está pensada para lograr esos
climas, y ayuda a la caracterización de cada personaje. No es poco añadir
que el film echa una mirada de simpatía hacia el lesbianismo, tema al que
pocas veces se había animado el cine nacional. Y si el lenguaje había
impactado en su primera parte, en Rosario gira hacia el coloquialismo
costumbrista propio de las mujeres mayores. Lerman está interesado en las
fórmulas que el lenguaje reserva para el tiempo: su próximo film se llamará
Mientras tanto.
El
director como sus actrices provienen del nuevo teatro, de experiencias con
Ricardo Bartis y Federico León entre otros. Su formación actoral resulta tan
dúctil como para experimentar con éxito nuevas vías interpretativas frente a
las cámaras.
El tema de la
errancia juvenil que impuso la Nouvelle Vague en los ‘60 se ha
instalado entre los jóvenes cineastas argentinos. En Tan de repente
muestra una variante, por centrarse casi exclusivamente en el género
femenino y por la evolución que sostiene hacia una suerte de reconciliación
en el encuentro y el contacto, en hermosas escenas como la de tía y sobrina
fumando juntas.
Gran debut de
Lerman, con una película pequeña y valiosa.
Josefina Sartora
|