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SHAKESPEARE APASIONADO
(Shakespeare In Love)

Estados Unidos, 1998


Dirigida por
John Madden, con Gwyneth Paltrow, Joseph Fiennes, Geoffrey Rush, Judi Dench.



Shakespeare apasionado es una película del montón. No de cualquier montón, por cierto, sino de aquel que agrupa a ciertas hiperproducciones puntillosamente elaboradas para alzarse con todos los Oscar. Y recaudar muchos millones antes, y otros tantos después, de la entrega de las estatuillas. Que lo haya conseguido –fue nada más y nada menos que la gran triunfadora de la Noche de los Oscar– ilustra hasta qué punto se puede tornar patético este rito argentino, que es internacional, de velar hasta las dos de la mañana, en día de semana, orejeando tristes ternas (o quinternas) conocidas con antelación.

Pero también habla del creciente, impune, escandaloso abismo que separa al arte cinematográfico de la desfachatada fiesta montada por la "industria" con el proclamado fin de homenajear al "espectáculo". A la consagración de esta obra decididamente menor (que es un producto mayor) hay que sumarle el enojoso homenaje a Elia Kazan, alcahuete number one del macarthismo, y la insólita aparición del general Colin Powell como introductor de los films de tema bélico en competencia. Los capitanes de la industria, el chauvinismo, una caradurez de mercachifles... los mejores actores del mundo, algunos de los mejores directores... Una alianza peligrosa, espeluznante, lleva las riendas del negocio cinematográfico a nivel mundial.

La idea original de Shakespeare apasionado era para tener en cuenta. A diferencia de las numerosas obras de Shakespeare que han sido cinematografiadas últimamente, el film hace del escritor su personaje. Y lo convierte en el eje de un relato vagamente histórico, signado por las desventuras de ese artista joven, poco menos que desconocido, que pugna por estrenar una obra que finalmente será "Romeo y Julieta". El film parece sugerir que el impulso, musa y/o motor de ese muchacho al que llaman Will (Joseph Fiennes) es Viola De Lesseps (Gwyneth Paltrow), una especie de muchacha rica con tristeza. O con inquietudes dramáticas, que canaliza tras fugar de palacio, inmiscuyéndose en los ensayos que preside Will obligadamente disfrazada de varón, ya que las "buenas costumbres" de la época marginaban a las damiselas de los escenarios.

El romance naufraga por cuestión de nula química, poca onda o como quiera llamársele: la oscarizada Paltrow lució más atractiva y seductora –y mucho– en cualquiera de los títulos que engrosaron su filmografía previa. Antes que nada, parece estar aquí para recitar sus diálogos sin furcios y oficiar de lujosa percha para el vestuario diseñado por Sandy Powell (¡otro Oscar!). A Fiennes se lo ve demasiado atareado en otras cosas (se la pasa corriendo como si fuera un saltimbanqui) como para enamorarse. En realidad, la frágil compenetración de Fiennes tampoco abona la credibilidad de sus compromisos dramatúrgicos. La comedia fracasa más estruedosamente, al compás de un ejército de chistes tibios, generalmente reciclados, apoyados en cuestiones de época (como la hipocresía cortesana) que ya fueron largamente superadas, y anuladas, por el tiempo.

El recurrente travestismo de Viola resulta francamente indigesto. Un absurdo bigotito y un corsé le alcanzan para engañar a todo el mundo –novio incluido– aunque su identidad real salta a la vista del espectador más miope. El contrapunto entre los ensayos de "Romeo y Julieta" y su relación con Will, supuestamente reflejada en las alternativas de la obra, no podía prosperar jamás: la manifiesta levedad del film –que no hace reír pero es insuperablemente light– está en las antípodas de la amarga tragedia de los enamorados célebres. La reina Isabel (Judi Dench, también contenta con su Oscar) juega el papel de árbitro en cuestiones morales, sociales y amorosas. Y sus fallos son tan ejemplares que Shakespeare apasionado bien podría pervivir en la memoria como el último gran bodrio monárquico del siglo XX.

Guillermo Ravaschino