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EL SEKUESTRO

Argentina, 1997


Dirigida por
Eduardo Montes BradIey, con Sandra Ballesteros, Lázaro Pérez, Luis Fernández, Daniel Faraldo, Rodolfo Ranni.



Los créditos de apertura de El sekuestro, tercer largometraje del argentino Eduardo Montes Bradley, la definen como una historia tropikal, ambientada en una república bananera e inspirada en un "costado virgen" del Cinema Novo del brasileño Glauber Rocha, una de cuyas frases culmina el largo introito al film, entre cartones coloridos con reminiscencias de los años sesenta. La acción transcurre en una indefinida republiqueta latinoamericana en la que campean la corrupción, la torpeza y una música compuesta por boleros, salsas y el invariable cuchicheo de unos pájaros de selva que no dejan de sonar al fondo, como para dejar redondamente en claro lo que significa tropikalidad.

Hay que decir que el film de Bradley está permanentemente planteado en tono de farsa, lo que dificulta distinguir los yerros de los componentes necesarios de esta "ética y estética de lo tropical" (palabras del realizador) que nada tiene que ver con Glauber Rocha, por cierto, y sí con cierta orfandad técnica y expresiva en lo que a cine se refiere. ¿El que un tercio de lo que se dice quede en el camino por fallas de sonido forma parte de la mística latina? ¿El más flojo efecto de "noche americana" (que exige filmar con filtro azul a pleno sol para simular la noche, mientras que aquí lo hicieron bajo cielo nublado) hace al folklore de la región? ¿Que todos los personajes hablen y deambulen como imbéciles sin haber ingerido droga alguna es un dato de estas pampas?

La trama está erigida en torno de un suceso policial. Al empresario italiano Renato Cefalú lo secuestran unos cuantos hombres y una mujer (Sandra Ballesteros, por su simpatía, y el gallego de la banda, por su carácter, son los únicos que se salvan), quienes componen una célula del Frente Patriótico de Liberación de Río Hondo. ¿Homenaje o burla a la guerrilla setentista? Por supuesto que la banda carece de todo tipo de plan, y en esto está igual que la película: bananera si las hay, la de Montes Bradley gira en el vacío de sus chistes viejos (todos verbales, ninguno visual), de sus cocoliches (entre todos los actores, que provienen de múltiples países), de su cambalache, con policías de melena y uniforme y parejas que consuman coitos sin desabrocharse pantalones ni bajarse las bombachas.

Guillermo Ravaschino