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EL SECRETO DE VERA DRAKE
(Vera Drake)

Inglaterra-Francia, 2004



Dirigida por Mike Leigh, con Imelda Staunton, Richard Graham, Philip Davis, Daniel Mays, Alex Kelly, Anna Keaveney, Sally Hawkins, Sandra Voe.



Londres, 1950. Inglaterra ha salido de la guerra bastante maltrecha, tiene heridas que no han cerrado aún, racionamiento, mercado negro, estrecheces; son los últimos estertores del Imperio. Está muy lejos todavía el resurgimiento de Europa. Allí circula Vera Drake, un personaje que pertenece al grupo de los bienaventurados: trabajadora, servicial, generosa y positiva, Vera atraviesa barrios ricos y pobres esparciendo la sabiduría de sus manos. Empleada de limpieza en casas de ricos, solícita amiga que lleva una taza de té a los enfermos, atiende con abnegación a su madre postrada, acoge a vecinos sin familia, dedica a la propia su extremo cuidado. No acaba aquí la tarea de Vera: algunos viernes a las 5 de la tarde, después de su tarea como doméstica practica abortos en secreto a mujeres que, por una u otra razón, no pueden continuar su embarazo. En movimiento perpetuo, Vera lleva todo a cabo entonando alguna canción o con una sonrisa en sus labios.

Imelda Staunton es la notable actriz que da carnadura y verosimilitud a esa mujer que vive con alegría y desinterés –Vera no cobra dinero por sus operaciones–, y la secunda un grupo parejo de actores extraordinarios. Phil Davis, Daniel Mays, Alex Kelly y Eddie Marsan componen el retrato perfecto de una familia de la clase media baja, con un hijo que se esfuerza para sobresalir de su clase. Una vez más, Mike Leigh supo sacar lo mejor de sus actores, gracias a un laborioso período de preparación conjunta, improvisaciones y ensayos. Una serie de viñetas presenta un fresco de esa familia y la sociedad londinense en esa época. La escena del pedido de matrimonio a la hija, entre dos personajes fuera de serie, pasará a la antología de las declaraciones de amor en el cine. El marido de Vera trabaja en el taller de su hermano, a quien su esposa impulsa para crecer social y económicamente. El espíritu puro de Vera no tiene esas ambiciones: ella y su compañero están muy agradecidos por lo que tienen. Todo ha ido bien durante 20 años hasta que algo sale mal, entonces el destino –en este caso, toda la fuerza represiva de una sociedad conservadora y patriarcal– cae implacable sobre Vera. El film queda entonces dividido en dos secciones de muy distinto tenor; si bien la segunda parte supera en intensidad dramática a la primera, nunca alcanzará su excelencia.

La última obra del guionista y director Mike Leigh está entre lo mejor de su cine de realismo social, a la altura de Secretos y mentiras, La vida es formidable y A todo o nada. El film está construido en base a las oposiciones y paralelismos. Leigh carga un poco las tintas al pintar el contraste entre clases sociales, cayendo en cierto maniqueísmo: todas las escenas ambientadas en las casas donde Vera hace la limpieza están muy iluminadas y con colores altos, mientras que la cámara fija fija filma los cuartos de la familia Drake y de los protegidos de Vera con su típico empapelado inglés de colores oscuros, en ambientes cerrados, pequeños, claustrofóbicos. Incluso las mujeres para quienes trabaja Vera resultan algo caricaturescas de tan excecrables, una característica del cine de Leigh. En este sentido, frente a personajes unívocos y algo monolíticos, es interesante observar la evolución de Sid, el hijo de Vera (el talentoso Daniel Mays, a quien ya vimos en A todo o nada), una vez que conoce las actividades de su madre. El film se toma su tiempo en mostrar también las condiciones muy distintas en que se practica el aborto a una mujer con dinero, quien gracias a una pequeña fortuna goza de ciertos privilegios: sanatorio privadísimo, asepsia, médicos y enfermeras. La pobre Vera y sus pacientes sólo cuentan con un cepillo de uñas, jabón, un rallador, desinfectante, una toalla y una enema de goma (instrumento prohibido en 1861). Deberían transcurrir casi veinte años hasta que Londres se convirtiera en el centro oficial al que acudían las mujeres del resto de Europa a practicarse abortos legales y seguros. No es casual la aparición de este film con una visión tan humanitaria hacia el aborto –pero que no pretende constituirse en alegato– en momentos en que el fundamentalismo redobla sus resistencias a la interrupción del embarazo.

Tenemos el recuerdo cercano del film de Chabrol Un asunto de mujeres, en que una madre de familia francesa practica abortos durante la ocupación nazi. Sin embargo, frente al frío tratamiento de Chabrol, se alza la solidaridad de Vera Drake. Gracias a la formidable actuación de Staunton podemos creerle a Vera su ingenuidad de sorprenderse porque alguna mujer muera por un aborto, palabra que siempre se niega a pronunciar: ella "ayuda a jóvenes con problemas".

Josefina Sartora      

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