HOMEPAGE
ESTRENOS
VIDEOS
ARCHIVO
MOVIOLA
FORO
CARTELERA
PRENSA
ACERCA...
LINKS















CINEISMORECOMIENDA

SARABANDA
(Saraband)

Suecia, 2003



Dirigida por Ingmar Bergman, con Liv Ullmann, Erland Josephson, Börje Ahlstedt
, Julia Dufvenius.



Qué privilegio para el artista, envejecer con dignidad, con plena lucidez y sus facultades creativas en actividad. Bergman tiene 86 años, una filmografía de unos 60 títulos para cine y televisión e infinidad de puestas teatrales, y a pesar de haber anunciado varias veces su retiro, con cierta periodicidad sigue entregando nuevas creaciones. En esta última, vuelve sobre la pareja que había filmado exactamente treinta años antes en Escenas de la vida conyugal, aunque no la entiende como una secuela sino que se revela como una obra independiente. La pareja que no se ha visto durante muchos años se reencuentra y restablece una relación que, naturalmente, ya no será la misma. Tampoco Bergman lo es: lo que antes se había constituido en una despiadada radiografía de las relaciones conyugales se transforma hoy en una comprensiva mirada sobre los temas más esenciales del hombre y las causas de la angustia humana de todas las épocas: el amor, la pareja, la muerte y, sobre todo, las relaciones entre padres e hijos. Y por supuesto, en Bergman no podía faltar el momento para la iluminación de la fe.

Sarabanda remite desde el título a la forma musical. Las suites barrocas para orquesta o instrumento solista están formadas por varios números o momentos musicales, que derivan de antiguas danzas. Una de ellas es la zarabanda, que originalmente era una danza para dos bailarines. Bergman reúne en su film a cuatro personajes: Johan y Marianne, separados hace muchos años; el hijo de él, Henrik, y la joven hija de Henrik, Karin. Estructura este encuentro en varios momentos, como una suite: un prólogo y un epílogo a cargo de Marianne, y diez sucesivos números ejecutados cada uno por dos personajes. Ambos entablan un diálogo, a veces un duelo, de manera encadenada: el feliz reencuentro Marianne-Johan; una primera aproximación entre Marianne y Karin, reveladora de la naturaleza de la relación de Karin y su padre –quien busca reemplazar a su esposa con su hija–; la brutal, feroz discusión entre Henrik y su propio padre; la imposible mediación de Marianne ante Henrik. En el sexto encuentro, comienza la segunda serie. Y en uno de los momentos claves, Karin ejecuta en chelo la zarabanda de la dramática quinta suite de Bach. En toda la historia pesa el recuerdo de una gran ausente: Anna, la madre de Karin, quien ha muerto dos años antes y sigue presente en el corazón de todos los personajes. Ella es la que posibilita la aceptación de unos y otros, y quien con sus gestos de amor ha generado la posibilidad de comunicación. En cada encuentro Bergman desnuda a sus personajes, y este desnudo no es sólo metafórico; sin embargo, el director quita las máscaras con cierta benevolencia, con una madura comprensión y compasión por las miserias humanas: amor-odio, resentimiento-reconciliación, poder-dependencia, están tratadas por el mejor Bergman. Es este un film que parece provenir del pasado, una obra clásica en medio de tanto cine moderno de espectáculo, más cercana a Dreyer que a Antes del atardecer, con la que aparentemente podría tener algunos puntos de contacto. Pero aunque ambos films estén apoyados en los diálogos, la obra de Bergman es una lección de cine, que Linklater no llega a articular. Cada movimiento, cada número musical tiene un particular tratamiento visual, una fotografía propia, una distintiva composición de cuadro: el primer encuentro (el único en semi-exteriores, no olvidemos que ésta es una pieza de cámara) toma a Marianne y Johan juntos en planos secuencia; el diálogo entre Mariannne y Karin varía entre el plano-contraplano, con una dramática iluminación lateral para el momento del dolor que recuerda a Rembrandt, y un relajado plano compartido entre risas para las confidencias mutuas; por fin, el último y conmocionante encuentro entre los ancianos presenta duros contraluces. Bergman es un exquisito compositor de planos, y sabe como pocos trabajar con "la magia de la luz" como él la ha llamado. La película está grabada en video digital, originalmente para la televisión, y la copia que hemos visto no es por lejos la ideal: algo quemada, oscura y enrojecida. Ojalá podamos ver otra mejor.

¿Un testamento? Esperemos que no lo sea, pero el film resume los temas y motivos de tantos otros anteriores del autor sueco, que algunos lo han tomado por tal. Encontramos referencias –algunas literales, otras sugeridas– a muchos de sus títulos famosos: Cuando huye el día (inevitablemente), Sonata de otoño, Luz de invierno, La hora del lobo, Después del ensayo, Gritos y susurros, Escenas de la vida conyugal están evocados por momentos o resumidos, ya fuere por el tratamiento o por el tema: el paso del tiempo, el padre tirano, la enfermedad y la muerte. Bergman ha capitalizado la sabiduría que da la vejez, se ha despojado de todo elemento superfluo o aleatorio para quedarse con la esencia del hueso saturnino.

El cineasta tampoco ha perdido la mano con los actores. Liv Ullmann y Erland Josephson siguen transmitiendo estupendamente todo el dramatismo de su relación, y la nueva revelación es la joven Julia Dufvenius como Karin.

En un mundo de culpas y expiaciones, las mujeres son una vez más las redentoras de los hombres, presos de su odio y resentimiento.

Josefina Sartora      


Enviá tu crítica al Foro