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REENCARNACION
(Birth)

Estados Unidos, 2004


Dirigida por Jonathan Glazer, con Nicole Kidman, Cameron Bright, Danny Huston, Lauren Bacall, Alison Elliott, Arliss Howard
.



De no ser por sus primeros minutos y un plano bellísimo que se detiene durante un tiempo larguísimo en el rostro de su protagonista, Reencarnación, segunda película del realizador de la imperfecta aunque más que interesante Bestia salvaje (Sexy Beast, 2000), padecería de una puesta en escena absolutamente cuadrada de principio a fin. Sucede que la nueva obra de Jonathan Glazer no es más que una serie de diálogos filmados en sencillísimo plano-contraplano, adocenada con escenas eróticas mostradas con un pudor impropio de una película con este nivel de perversión. Reencarnación narra las peripecias de una viuda que a días de volver a casarse se ve sorprendida por la visita un niño de diez años que no sólo asegura ser la reencarnación de su esposo muerto sino que además posee gran cantidad de conocimiento sobre la vida de este hombre para probarlo. El tratamiento del film es de una solemnidad extrema, llevada hasta el paroxismo más insoportable en el personaje del niño supuestamente reencarnado que, por razones desconocidas, se ve incapaz de emitir una sola sonrisa en toda la película y suele permanecer en silencio durante unos treinta segundos para luego enunciar alguna frase supuestamente reveladora o impactante.

Hay que decir sin embargo que Reencarnación tiene sus virtudes. La primera y más notoria es la, cuándo no, excelente interpretación de Nicole Kidman. La segunda reside en uno de los planteos más importantes del film. El tema principal de Reencarnación es la fe. Pero no una fe acotada al credo religioso: para Reencarnación la fe es una creencia apoyada en una intuición y no en un hecho; un enamorado que idealiza a su pareja está alimentado de tanta fe como alguien que cree en la vida después de la muerte.

A este planteo interesante se suma el hecho de que la película muestra el costado demente de este sentimiento, haciendo de algo que suena tan sancto como "un gran acto de fe" toda una perversión (el progresivo erotismo que va sintiendo o, mejor dicho, que siente el deber de sentir la protagonista por el niño de diez años que cree ser su esposo habla a las claras de esto).

Pero estas virtudes empalidecen, hasta prácticamente anularse, no sólo frente a los defectos anteriormente señalados sino ante la idea –siempre presente en el film– de que la fe puede ser aniquilada por el uso de la ciencia y la lógica.

Reencarnación sugiere que todo enamoramiento puede ser explicado y resuelto por la psiquiatría/psicología, que todo enigma puede rastrearse en hechos lógicos, y que no hay alma o espíritu que escape a la confirmación o refutación de la ciencia. El film quita al hombre sus rasgos trágicos, y postula la posibilidad de hacerlo prácticamente ilimitado en su conocimiento sobre el mundo y su propia especie. Un planteo no solamente ingenuo sino, además, reaccionario.

Hernán Schell      


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