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¿QUIERES SER JOHN MALKOVICH?
(Beeing John Malkovich)

Estados Unidos, 1999


Dirigida por Spike Jonze, con John Cusack, Catherine Keener, Cameron Diaz, John Malkovich, Orson Bean, Mary Kay Place, Carlos Jacott.



El film que nos ocupa reposa casi por entero en el ingenio. A veces para bien, otras no tanto. Beeing John Malkovich ofrece numerosos rasgos insólitos, empezando por su ocurrente urdimbre argumental. Pero en el film de Spike Jonze también puede verse la acumulación desordenada, por momentos gratuita, de pequeños hallazgos sin mayores consecuencias ni vasos comunicantes.

Craig Schwartz, un titiritero eximio aunque desocupado (John Cusack, más natural que nunca), descubre por casualidad un "portal" hacia la mente del famoso John Malkovich. En realidad es una puerta que da a un túnel. Ese túnel chupa a la persona que franqueó la puerta para situarla "en los ojos" del actor. Y hasta cierto punto (esto nunca está del todo claro) le permite ser John Malkovich, vivir en él, o desde él, durante quince minutos. Después, no me pregunten cómo, el agraciado es "escupido" a un costado de la ruta en los alrededores de Manhattan.

La cuestión es que esta especie de comedia fantástica se toma mucho tiempo para arribar al punto. Antes de ver por primera vez a Malkovich hay que atravesar una larguísima primera etapa que no está mal ni desprovista –precisamente– de ingenio, pero a la que le falta coherencia. Y pertinencia. La nutren por un lado las desavenencias de Craig y su pareja, Lotte, animada por una Cameron Diaz irreconocible (básicamente porque no abreva en el perfil sexy que explotaron todas sus películas recientes). Lotte tiene la casa atiborrada de animalitos que parecen atraerla más que su concubino. Otra veta está centrada en la comprensible angustia de Craig: es endiabladamente bueno con los títeres (y lo es el film a la hora de exhibir su talento) pero se ve forzado a conchabarse como empleado de comercio. La empresa que lo ocupa es rara: tiene oficinas en un piso "séptimo y medio", y los techos son tan bajos que hay que caminar agachado. Esta circunstancia y las mascotas de Lotte (cuyo chimpancé, por caso, concurre al psicoanalista) están sobradamente amortizadas por una abrumadora avalancha de chistes. Unos pocos son muy buenos. Otra que está muy exprimida es la actriz-fetiche-independiente Catherine Keener, aquí en el rol de Maxine, compañera de trabajo de Craig. El film le exige tantas sonrisas sensuales que uno llega a temer que se le deforme la boca... y la sensualidad.

Tarde pero seguro aparece en pantalla el celebérrimo intérprete nacido en Illinois. Craig, Maxine y Lotte, en este orden, tendrán sus quince minutos de John Malkovich. Las consecuencias no se hacen esperar, aunque tal vez sean demasiadas consecuencias como para que el film alcance a barajarlas con la debida solidez. A saber: para Lotte, ser Malkovich se convertirá en un vicio, casi como una droga; para Maxine y Craig será inicialmente un negocio (sí: se puede cobrar entrada para cualquier cosa en esta vida). Para todos, acabará siendo la ocasión irresistible de realizar aquel slogan que la promoción del film coloca en forma de pregunta: "¿te gustaría ser otra persona?". Lo que incluye la posibilidad de manipular a terceros, ya que ser Malkovich, por ejemplo, puede servir para acostarse con alguien que jamás lo hubiera hecho con uno (o con una). La cosa se complica cuando el propio Malkovich, otrora completamente ajeno a las experiencias, empieza a ser objeto de la manipulación. Y se retuerce –por lo menos– cuando una extraña cofradía de gerontes busca usurpar ese mismo cuerpo para sus propios fines. ¿Qué quieren que les diga? Como plato es abundante. Lo que le falta es algo de sabor.

Guillermo Ravaschino