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OTOÑO EN NUEVA YORK
(Autumn In New York)

Estados Unidos, 2000


Dirigida por Joan Chen, con Richard Gere, Winona Ryder, Anthony LaPaglia, Elaine Stritch, Vera Farmiga.



Es una verdadera lástima que en los cines no exista una modalidad de pago de entrada proporcional al tiempo que el espectador necesita para saber qué es lo que cuentan las películas. Si tal metodología existiera, aquellos que fueran a ver Otoño en Nueva York sólo necesitarían pagar lo correspondiente a 15 minutos de función. En ese corto lapso y con la información que proporciona el slogan del afiche publicitario ("El se enamoró por primera vez, ella se enamoró para siempre"), los espectadores ya podrían saber a ciencia cierta qué es lo que pasará minuto a minuto en esta comedia romántica de las peores que ha ofrecido Hollywood.

La pareja de enamorados (Charlotte y Will) está interpretada por Winona Ryder y Richard Gere, dos superestrellas que demuestran su franco estado de decadencia. Nada se le puede creer a Richard Gere y menos a su joven enamorada.

En la ficción Winona tiene 22 años (sí, seguro...), él cerca de 50. Ella es una mujer "única": diseña sombreros, vive con su abuela porque sus padres murieron en un accidente y se cultiva con la poesía de Emily Dickinson. Este personaje parece un ideal femenino extraído del mundo de Eliseo Subiela. Como demostración, allí están las penosas metáforas que la comparan con las aves (la famosa mujer que "puede volar"). En cambio, la única poesía que él recepta –al menos hasta que la conoce a ella– proviene del aroma y el sabor de la comida porque es dueño de un exquisito restaurante de Nueva York. Will conoció a la madre de Charlotte cuando era joven y siempre fue un mujeriego temeroso del amor.

Como corresponde, porque es necesaria una trama, hay un obstáculo que impide la concreción de este amor apasionado y tierno. Contra lo que indica cualquier lógica o sentido común, lo que conspira contra ellos no es la diferencia de edad, ni la dureza de él para demostrar sus sentimientos o su infidelidad compulsiva. Lo que confabula y trunca la felicidad de ambos es... ¡la enfermedad terminal de Charlotte! Una manía norteamericana que tiene una trayectoria tan larga como la del cine industrial.

Pero el melodrama no sólo reside en este hecho: también hay hijos abandonados, padres abominables y lágrimas, muchas lágrimas que este forzado guión aspira a extraer de los espectadores sin lograrlo.

La directora es Joan Chen, una famosa actriz china a la que hemos visto en El último emperador y en Twin Peaks. Ojalá que Chen vuelva a poner toda su energía en la actuación y deje para los mercenarios películas tan aburridas, convencionales y melodramáticas como esta.

Eugenia Guevara