El documentalista inglés Peter Chappell hizo lo que parecía imposible: durante catorce
meses registró con una pequeña cámara digital 430 horas de negociaciones entre el Banco
Mundial, el Fondo Monetario Internacional y las autoridades de Uganda. El resultado es un
peculiar documental de 90 minutos que permite ver, desde la butaca, algunos de los
encuentros en los que los poderosos deciden la vida (o la muerte) de millones de personas.
Con un enfoque que a cada paso busca ser neutral y un ritmo digno de un film de suspenso,
Chappell narra las pujas entre un gobierno que necesita dinero para realizar sus proyectos
políticos, un Banco Mundial que necesita colocar préstamos y un FMI que necesita imponer
un orden económico internacional a cualquier precio.Nuestros amigos de la banca
es el primero de los documentales que la productora y distribuidora Cine Ojo tiene
planeado estrenar en Buenos Aires durante el 2000 (seis títulos en total, cinco de ellos
documentales y un largometraje de ficción: la camboyana Gente del arrozal, de
Rithy Pahn). Todos ellos ya tuvieron su avant-première en el cine Cosmos y parecen
atravesados por un hilo en común: mostrar bien de cerca diversos aspectos del mundo en el
fin del siglo XX. El largometraje de Chappell fue exhibido por una cadena franco-alemana y
tuvo fuerte repercusión en toda Europa. En Argentina, tranto distribuidores como
exhibidores apuestan a que su paso por la cartelera atraiga la atención del público
universitario (especializado como el de la Facultad de Ciencias Económicas; militante
como el de la Facultad de Ciencias Sociales).
Uganda tiene dos prioridades: realizar grandes obras de vialidad para impulsar el
comercio y el turismo y mantener a su ejército en el norte del país, donde rebeldes
adeptos al régimen anterior amenazan con avanzar sobre la capital y derrocar al gobierno.
El BM está dispuesto a otorgarle créditos (con su "Estado de derecho" y su
"economía de mercado" en leve expansión, Uganda califica entre el grupo de
buenos alumnos del capital trasnacional), pero exige el achicamiento del Estado y el
redireccionamiento de inversiones en salud y educación. Por su parte, el Fondo presiona
con fuerza para que Uganda internacionalice su economía, renunciando al
proteccionismo.
La película narra, a través del montaje de una interminable serie de reuniones de acorbatados,
la maquillada tensión de la diplomacia, las estrategias de los enviados internacionales
para arrinconar a los ugandeses y los increíbles recursos de éstos últimos (tanto el
presidente como sus interlocutores son ex guerrilleros formados en las ideas y el discurso
de Mao Tse Tung) para esquivar las estocadas del Banco y sus expertos. También, las
contradicciones de un mundo sobrecargado de información y de intereses cruzados: miembros
ingleses del BM deciden el futuro de Uganda sobre la base de estudios de especialistas
egipcios o pakistaníes, pero... ¡cuidado!, Inglaterra es uno de los mayores exportadores
de armas y por lo tanto un interesado en que el país africano continúe con su conflicto.
Aunque la resolución del asunto pueda resultar un poco obvia, el film es ejemplar al
señalar que, a pesar de que el sistema mundial parece inamovible, no todo es tan
simple como parece ni todas las acciones responden a los mismos objetivos: este orden
está lleno de grietas. Uganda probablemente acabe sucumbiendo ante los intereses de otros
países, pero habrá recursos para dilatar, desviar o distraer la negociación. Nuestros
amigos de la banca nos pone en contacto con un escenario en el que pisan fuerte las
tradiciones capitalistas pero que se contradice y renueva (los emisarios del BM, dice
Chappell, cuentan con un poder inédito, y muchos de ellos creen estar ayudando realmente
a los habitantes del Tercer Mundo), con lo que el camino aparece sinuoso. Ya lo plantea el
encargado de la cartera económica ruandesa en un discurso de campaña: "Si ustedes
estuvieran avanzando por terreno resbaladizo, ¿arrojarían del auto al conductor?"