HOMEPAGE
ESTRENOS
VIDEOS
ARCHIVO
MOVIOLA
FORO
CARTELERA
PRENSA
ACERCA...
LINKS















NADJA

Estados Unidos, 1994


Dirigida por Michael Almereyda, con Suzy Amis, Martin Donovan, Peter Fonda, Elina Lowensohn, Galaxy Craze, Jared Harris.



No es casual que este film semi-experimental, pretensioso, parcialmente interesante por el lado visual, haya sido producido por David Lynch. Nadja arranca deslumbrando, como la mayor parte de los films dirigidos por Lynch (ahí está Terciopelo azul, su mejor cosecha, que redondea una formidable... primera mitad), y se va apagando sin prisa ni pausa hasta promediar. Los últimos veinte minutos son oscuros sin ton ni son, aburridos, masoquistas.

La acción vuelve sobre el transitado tema de los muertos vivos. John Carpenter lo retomó hace poco con Vampiros, un film estupendo (linkeado al pie). Pero el de Michael Almereyda no ofrece absolutamente nada nuevo bajo el sol. Ni a su sombra. La mayor parte de la historia transcurre naturalmente de noche. Arranca vigorosamente en Nueva York, con el asesinato del mismísimo conde Drácula a manos del no menos sempiterno Dr. Van Helsing (animado por Peter Fonda con aspecto de hippie y modales psicopáticos). Y culmina en una versión de Transilvania que es lo más parecido al viejo tren fantasma del Ital Park. Esto es: quiere dar miedo pero provoca risa.

En el medio hay un farragoso trámite protagonizado por los hijos gemelos del conde: Nadja (Elina Lowensohn) habla con acento centroeuropeo y consume cada minuto de su no-vida con tanta melancolía que recuerda al vampiro animado por Klaus Kinski para Werner Herzog (Nosferatu, 1979), el muerto vivo más triste de la historia. Nadja debe ser la más bella. Edgar, en cambio, es previsiblemente fiero y ominoso. Revelar otros datos de la trama no es tarea fácil, habida cuenta de lo enrarecido y confuso de su desarrollo. Que mecha, anticipado está, impactantes tomas cinematográficas con otras provenientes de una videocámara de juguete (siempre en blanco y negro), humo, niebla, espejos, filosofía barata, gritos y susurros y un sinfín de ingredientes que ya no dan miedo ni risa, sino sueño.

Guillermo Ravaschino    

ARTICULOS RELACIONADOS:
Crítica de Vampiros