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MI VIDA
(My Life)

Estados Unidos, 1993


Dirigida por Bruce Joel Rubin, con Michael Keaton, Nicole Kidman y Bradley Whifford.



A Bruce Joel Rubin, oscarizado guionista de Ghost, le aconteció debutar como director con un bodrio que no excluye cierta cuota de originalidad. A nivel argumental, Mi vida podría considerarse un fortísimo golpe bajo sin interrupciones. Pero para su desarrollo, Rubin decidió prescindir de los golpes bajos puntuales. Ahí está lo singular.

Bob Jones (Michael Keaton) es un exitoso ejecutivo que embolsa 250 mil dólares al año. Cuarentón, hombre de pocas luces, con hermosa esposa (Nicole Kidman) y una hija por venir, se parece al ciudadano-yanqui-modelo-que-todos-deberíamos-envidiar. En otras palabras: es un papanatas (no diré boludo) de proporciones. El asunto es que tiene los días contados por un horrible cáncer en los pulmones. La voz de la ciencia –un doc canoso y gordo– lo desahucia sin demasiadas vueltas. Más diplomática, la paraciencia (un oriental misticoso encarnado por Haing S. Ngor, el funesto correveidile de Los gritos del silencio) le diagnostica exceso de tensiones. Veamos cuáles son: Bob nació en el seno de una familia modesta que sigue viviendo ahí, a un par de horas-avión de la gran ciudad. Y hace ya tiempo que cortó amarras con los suyos, harto de esos desharrapados que no soñaban con escalar la pirámide social. Actualmente se ven muy poco y, dicho sea de paso, el ascendente Bob selló su desprecio cambiándose el apellido, que originariamente era Ivanovich.

Pues bien, a ese resentimiento aludía el paramédico nipón. Ahora Bob tiene una oportunidad de oro para superarlo, reencontrarse con su familia (como quien dice, firmar el pacto social) y morir con la casa en orden. El hecho es que Bruce Joel Rubin –hombre evidentemente despojado de vergüenza– se propuso sembrar el suspense en torno de la siguiente cuestión: ¿le quedará tiempo a Bobby para ver el alumbramiento de su criatura...? Y es el propio film quien se ocupará de anular la intriga a los pocos minutos de esbozarla: noche estrellada, Bobby que sale al balcón de un hotel pituco y eleva la vista al cielo. "Una sola cosa te pido, Dios: déjame vivir para conocerlo." Ahora bien, Ud. y yo ya estamos convencidos de que Ivanovich vivirá hasta el parto... pero Ivanovich no está seguro. Entonces decide dejarle al crío un testimonio visual de su persona y circunstancias. Habrá que verlo, en adelante, con la palmcorder lista para grabar cada maldita escena de su vida. Esto incluirá la vieja casa de la familia y cientos de imágenes relacionadas con ese pasado que aún no termina de digerir.

Por desgracia el protagonista vive lo suficiente como para amortizar su videocámara con un tendal de imágenes cursis. Trámite al que se entrega con el mejor buen humor terminal, inacabables chistes y sonrisas que se esfuerzan por encarnar esos "antigolpes bajos" apuntados al comienzo de esta nota. Nicole Kidman es un capítulo aparte, pero tan nimio que no vale la pena desgranarlo.

Guillermo Ravaschino