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LOS INCREIBLES
(The Incredibles)

Estados Unidos, 2004



Largometraje de animación dirigido por Brad Bird
.



“No sé si prefiero días iguales o días distintos, ya guardé el instinto asesino en un cajón”, dice Andrés Calamaro en su tema Días distintos. Algo parecido les pasa en un principio a Bob Parr y su esposa Helen en Los Increíbles, la última joyita de Pixar. Ex superhéroes condenados a una existencia gris, a trabajos rutinarios y a esconder sus disfraces en algún baúl del sótano de su casa. Es que el Estado decidió incluirlos en un programa de protección de identidades luego de que los ciudadanos comenzaran a demandarlos judicialmente por sufrir diversas heridas cuando los héroes les salvaban la vida. Cualquier similitud con la ingratitud que se tiene a veces hacia los ídolos populares no es mera coincidencia.

Si bien Los Increíbles pinta con humor las desgracias de esta familia demasiado grande para el chato urbanismo, no es el humor lo que la transforma en una película interesante. Es decir, si esperan matarse de risa como con Shrek, no hallarán aquí su película. Lo gracioso en el film dirigido por Brad Bird, productor de "Los Simpson" y director de otra animada como El gigante de hierro, pasa por la sutileza, por el trazo fino para retratar a personajes. Y como en la serie animada de los amarillos de Springfield, la representación de la familia y su modernización es lo que importa. También a la manera de Mini espías, la saga creada por Robert Rodríguez, el núcleo familiar es puesto en observación para readecuarlo a los tiempos que corren a través de la aventura.

La familia Parr entonces se compone de Bob, un hombre con fuerza descomunal; Helen, mujer elástica, y los hijos Dash, que corre a la velocidad de la luz, y Violet, quien tiene la capacidad de hacerse invisible. Además está el pequeño bebé de quien se desconoce poder alguno. Todos ocupan una típica casa de suburbio estadounidense mantenida por el trabajo del padre en una compañía de seguros.

Esta primera parte del film es por lejos la mejor. Allí asistimos a una serie de situaciones en las que la monotonía le gana a personajes que están para cosas grandes, lo que en esta historia equivale a salvar el mundo. Es así como a la mujer elástica no le alcanza su elasticidad para contener a sus hijos, que se pelean utilizando sus poderes, mientras Bob asiste azorado sin lograr controlar la situación. Es decir, pequeñas bombas atómicas apenas utilizadas para destruir las comodidades del hogar.

Los protagonistas son expuestos lúcidamente en toda su mediocridad: Bob Parr conduce un ridículo auto que le queda tres números más chico y trabaja en una oficina opaca y sin luces; Helen se siente cómoda en su rol de ama de casa y resulta una mujer demasiado flexible; Dash es el único que parece divertirse con sus poderes pero sólo los usa para hacer maldades; mientras que Violet es la adolescente tímida que se esconde detrás de su cabello y aprovecha su invisibilidad para escapar del chico que le gusta. Por su ternura y humanidad, este último resulta el personaje mejor desarrollado.

Pero lo que pondrá en marcha la aventura será una intrigante llamada que convocará a Mr. Increíble a una isla para combatir contra una peligrosa máquina. Como el Hulk de Ang Lee, Bob Parr se sentirá feliz cuando tenga la posibilidad de utilizar su fuerza bruta. Se liberará de las garras de la sociedad abúlica y estará otra vez en el camino. Así es como baja esos kilos de más y le dice a su esposa que sigue en la aseguradora, cuando en realidad ha sido despedido y ahora se halla realizando peligrosas misiones para una misteriosa empresa, tras la que se esconde su némesis, el necesario villano de este tipo de historias. Esto pondrá en el ruedo no sólo al padre, sino a la mujer y a los hijos, definiendo a Los Increíbles como una película de aventuras.

No obstante, la referencia a las relaciones familiares estará siempre presente: Helen y Bob se harán reclamos constantemente, los hermanos se pelearán por nimiedades. Pero claro, a la hora de sobrevivir, "juntos somos indestructibles", como se oye en boca de uno de los personajes. Allí se resume la clave del film: la familia puesta en crisis (en este caso una familia de superhéroes, lo que es toda una crisis) para salvarla no ya como la representación tradicional y conservadora, sino como la más moderna de las estructuras: cada cual opera como un engranaje necesario para una máquina en perpetuo movimiento.

El mensaje que deja Los Increíbles es el de la liberación, y lo hace con una alegría constante y sin caer en excesos de sentimentalismo. Si bien se extraña la melancolía de Monsters Inc., la ternura de Toy Story y la gracia y emoción de la inigualable Buscando a Nemo, el film de Brad Bird se presenta como el más extraño y arriesgado producto de Pixar. Extraño porque ubica un drama familiar en el contexto de un film de aventuras animado, y arriesgado porque huye constantemente de la fórmula del gag efectista y del aprovechamiento del miserabilismo del héroe caído en desgracia, que le hubieran aportado mayor caudal humorístico. El film tiene puntos de contacto con Belleza americana, pero mientras el personaje de Kevin Spacey nos hablaba de lo bien que la estaba pasando como muerto, aquí se opta por la exposición de la grandeza y el heroísmo como contrapartida de la mediocridad ambiente.

Si bien es verdad que las secuencias de acción pueden terminar hastiando y transformando la película en "una más de acción", el ya clásico ingenio de la gente de Pixar para generar ideas novedosas alrededor de los mundos que crean siempre la salvan. Los Increíbles, por otra parte, mezcla referencias cruzadas al mejor cine de aventuras, de Indiana Jones y Star Wars hasta las películas de James Bond, pero sin utilizar la parodia de escenas. Se aprovecha de sus estructuras, sus formas y sus mecanismos. Los Increíbles, por esa intertextualidad que maneja con soltura, resulta un film adulto y no por eso destinado a los chistes de doble sentido. No obstante, Helen Parr en algún momento se mirará al espejo y sentirá muy sexy bajo su nuevo traje de superheroína.

Párrafo aparte merece el doblaje con el que se estrenó el film en la Argentina. Estas líneas serán leídas en otros países, donde el film tendrá otras voces, por lo que no me detendré demasiado en este asunto excesivamente localista. La idea de doblar con personalidades de la televisión y radio de este país no era mala a priori, pero la utilización excesiva de latiguillos como "che", "joya" y demás genera una distorsión entre film y espectador que por momentos resulta tediosa. Digámoslo de una vez: quedó horrible.

Sin embargo, volviendo a la obra en sí, hay que decir que a esta historia, en otro contexto, ya la había narrado James Cameron hace poco más de 10 años en Mentiras verdaderas. Allí también la familia era puesta en riesgo y sólo el trabajo en equipo, sin orden de escalas ni jerarquías, y con la más pura intención de divertirse, era lo que la salvaba. Por cierto que Los Increíbles no hará olvidar (y por momentos verdaderamente hace extrañar) a los productos Pixar mencionados anteriormente. Pero la personalidad arrolladora que posee, la energía que proyecta y la libertad que respira resultan algo poco habitual en el cine de hoy, tan contaminado por la moralina conservadora. Es esta una encantadora fábula de recomposición social, envuelta en un "simple" film de aventuras. Cuando termine la película, Bob Parr y su familia ya sabrán que prefieren días distintos.

Mauricio Faliero      

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