Hacia
la mitad de El hombre araña 2, Peter Parker se dispone a saltar de
una azotea a otra. Había decidido dejar de ser Spiderman y vivir una vida
normal, plena y feliz, pero su tía le ha recordado cuán necesario es un
héroe que le dé esperanzas y un modelo a seguir a los demás. Pero Peter ha
perdido sus poderes debido a la escasa motivación que le encuentra a
"combatir el crimen". Intenta saltar pero, previsiblemente (muy
previsiblemente), no alcanza la otra azotea y se estrella de bestial manera
contra un auto y luego contra el piso. Por supuesto que sobrevive (si no, no
habría más película ni secuelas por venir). Y luego llega lo necesario para
darle el coraje y las ganas de ser de nuevo el superhéroe que Nueva York
necesita: el malo, el villano, el Dr. Octopus secuestra al amor de su vida,
Mary Jane Watson.
El párrafo
anterior resume algunas de las dificultades que padece El hombre araña 2,
secuela de la megaexitosa adaptación de la historieta creada por Stan Lee
para Marvel Comics.
La película de
Sam Raimi (también director de la anterior) se concentra en los múltiples
frentes problemáticos que afronta Parker (Tobey Maguire): su lucha contra el
Dr. Octopus, un científico en desgracia convertido en un monstruo tentacular
(Alfred Molina); los frustrados vaivenes en su relación con Mary Jane
(Kirsten Dunst), a la que ama pero no quiere poner en peligro; su
tempestuosa amistad con Harry Osborn (James Franco), quien quiere a Peter
como a un hermano pero está convencido de que el Hombre Araña mató a su
padre y, finalmente, su escaso y ya mencionado convencimiento de seguir
ocupando el rol de superhéroe.
Las premisas
son bastante buenas pero el tono casi nunca es el adecuado. El film se
desvive por dosificar las partes tristes con el humor y por combinar lo
ceremonioso con la ironía. Unas pocas veces encuentra el equilibrio, pero
muchas otras se pierde por completo. Esto sucede quizás porque tanto los
guionistas (entre los que destaca Michael Chabon, responsable del guión de
Fin de semana de locos) como el director han estado tan ocupados en
la persecución de ese "nivel medio" que no ofende a nadie que se olvidaron
que el mejor camino siempre pasa por el riesgo. Un camino que ellos mismos
habían recorrido en otros tiempos, y que otros realizadores, con resultados
más que interesantes, recorrieron en tiempos recientes (Peter Jackson con
El señor de los anillos, Alfonso Cuarón con Harry Potter y el
prisionero..., Bryan Singer con X-Men 2, Ang Lee con Hulk
y Gore Verbinski con La maldición del Perla Negra).
No es el caso
de Raimi aquí. El cineasta había demostrado en películas como Rápida y
mortal que no le temía al ridículo y que podía hilvanar historias
impactantes, conmovedoras por momentos y con auténticos "toques" de autor.
En El hombre araña 2, algo de eso sólo se nota en muy puntuales
ocasiones, como cuando aparece el cínico editor amarillista Jameson, cuando
se nos describe la incompatibilidad de la vida de Spiderman con la de Peter
Parker, o cuando delinea un nuevo villano para los films que todavía se nos
vienen.
El El
hombre araña 2 es una producción hollywoodiana más, con buenas
actuaciones y secuencias de acción pero tan fácil de predecir como esa caída
de Peter desde la azotea. Una película que pasa al lado del espectador como
el tren que Spiderman intenta salvar hacia el final del metraje. Y que es
tan artificial y carente de personalidad como esa formación de vagones al
aire libre, desde el momento en que ya no existen trenes al aire libre en
Nueva York.
Rodrigo Seijas
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