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HISTORIAS BREVES IV

Argentina, 2004


Compilado de cortometrajes
dirigidos por Gabriel Dodero (Happy Cool), Paula Venditti y Jonathan Hoffman (, infierno grande), Daniel Bustamante (Avant Premier), Lautaro Núñez de Arco (Más quel mundo), Martín Mujica (Columbus), Pablo Pérez (Te llevo en la sangre), Cecilia Ulrich (Epitafio), Pablo Pupato (Paraíso viviente), Fernando Tranquillini (Paisanitos rubios) y Camilo José Gómez (El señor de los pájaros), con múltiples intérpretes.



Después de cinco años volvieron las historias breves al cine argentino (política y devaluación mediante, que atrasaron todo: la elección de estos diez cortos data del 2001). Y uno, como espectador atento a los directores argentinos que prometedores en ediciones anteriores hoy ya son una realidad, se lanza al cine a descubrir qué nuevos Martel o Burman o Hernández o Caetano o Gugliotta, entre otros, están naciendo.

Si hay algo que a primera vista resalta, y habrá que reconocerle al compilado de cortos que conforman estas Historias breves IV, es la solidez que presentan los aspectos técnicos. Ya no hay problemas de incomprensión derivados del eterno mal del sonido que aquejó tanto, siempre, al cine nacional (es más, en , infierno grande –atención que el título empieza con la coma– hay una búsqueda muy interesante que recuerda, de alguna manera, al trabajo con la discursividad polifónica de Puig en la literatura), la música no es intrusiva ni redundante sino que acompaña, y la fotografía, en muchos casos, es el rubro que más se destaca.

Otro ítem a tener en cuenta es abandono de los grandes nombres en los elencos, especie de padrinazgo y amparo que las más de las veces termina siendo un lastre. La prueba está en los pocos conocidos que aparecen: Lito Cruz, Celina Font, Alicia Aller, Roly Serrano y Juan Manuel Tenuta (muy bien en su papel). Así, la inscripción de estos noveles directores en la línea a la que nos está acostumbrando el nuevo cine argentino se torna clara. Pero a la vez queda en evidencia la dificultad que los aqueja por el lado de la (casi nula) dirección actoral. Esto y los problemas narrativos de los guiones siguen siendo los puntos más flojos de los trabajos, lo que no significa que no estemos frente a una selección cuya media es la corrección, sin llegar nunca a desniveles que provoquen vergüenza ajena.

Hay toda una apuesta política por dar cuenta de un federalismo abarcativo por parte del INCAA (y Bebe Kamin como coordinador de este proyecto). Más allá de las procedencias de cada director/a, en muchos cortos hay un descubrimiento del país del interior, de los espacios abiertos y los pueblos perdidos en el medio de la nada, con sus paisajes, su gente, sus costumbres y sus tiempos, que dejan en minoría a la urbanidad porteña, se encolumnan en una tradición que comprende a Favio, Martel, Sorín, Lerman, Murga, y se constituyen en lo más relevante del compilado.

Para destacar parcialmente: algunas escenas, algún clima que no termina de cuajar del todo en Avant Premier y su historia del doble y el sustituto; Epitafio con su recuperación de la identidad de un muerto desconocido a través de sus gustos personales por parte de un chico; lo ya enunciado sobre , infierno grande donde, sin embargo, cierto esteticismo y una edición demasiado modernosa terminan jugándole en contra a la tragedia. Y más en conjunto, El señor de los pájaros y Más quel mundo. El primero, un relato que transcurre en los esteros del Iberá, pombero incluido, donde resuenan ecos de Horacio Quiroga, que enlaza infancia y mito, inocencia e inconciencia, en un pasaje que va del temor que impone la ley paterna a la inquietud por el otro, propia de la curiosidad infantil, para llegar a la convivencia "civilizada"; y el segundo –el mejor de todos– que cuenta un amor impedido, a la par que desarrolla la relación hombre/animal que supera el sino trágico que el mundo le depara. Con un manejo de la tensión, de la puesta en escena y de los actores (perro incluido, el conocido Betún de "Los Simuladores") certero y justo, una escena de baile bellamente filmada, con la dificultad que, sabemos, entraña su traslado a la pantalla grande (Wainrot en 18-J es prueba de ello), un paisaje que hace a los personajes, una fotografía exquisita y un relato que no necesita de las palabras para decir en imagen-cine, podemos esperar bastante de Lautaro Núñez de Arco, su director.

No resulta azaroso que ciertas cuestiones epocales aparezcan, directa o tangencialmente, centrales o secundarias, en muchos de los cortos. La identidad, con sus derivados: el doble, el Otro y el origen (individual, grupal, histórico: la animación artesanal de Columbus), y la violencia, siempre mal entendida y preocupante por el tratamiento que se le concede (armas en abundancia, maltrato físico y psicológico, explosión de lo contenido por acción de la masa) en un marco de humor que o no se alcanza (el tono farsesco de Happy Cool con su congelamiento de los seres humanos en espera de conseguir un trabajo que su tiempo les niega) o destila reaccionarismo (Paisanitos rubios y El paraíso viviente).

Párrafo aparte merece Lo llevo en la sangre, al peor estilo televisivo Los Roldán (lejísimos de lo que alguna crítica leyó, equivocadamente, novelesco allà Migré). Grotesco, a puro grito, estereotipado, de humor grueso y previsible, efectista y de identificación facilona, la historia de un joven, que para ser futbolista de Chacarita debe pasar el trámite de un análisis de sangre que lo acredite hincha de ese equipo, y de su padre, que por el mismo análisis descubre su filiación (la diferencia, la pertenencia a la otredad se transmite por línea materna) con el eterno rival (Atlanta), biologiza peligrosamente enlazando con una impunidad que azora: machismo, homofobia, misoginia, violencia, irracionalidad, masificación, fanatismo. Todo finalmente licuado en la falsa premisa que cierra el corto que sostiene el triunfo de los lazos parentales sin permitirse el cuestionamiento de las heridas abiertas que estos mismos provocaron con una naturalización que atemoriza y da que pensar. Como si determinadas situaciones permitieran avalar o justificaran cualquier acto.

Javier Luzi      

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