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HERENCIA

Argentina, 1998



Dirigida por Paula Hernández, con Rita Cortese, Adrián Witzke, Martín Adjemián, Héctor Anglada, Julieta Díaz, Cutuli.



Herencia no sólo es el título de la ópera prima de Paula Hernández, es además, y principalmente, una palabra que resume el espíritu de este nuevo film argentino. Una palabra cargada de sentidos que se irán develando –irán apareciendo, se irán resignificando– a medida que avance la trama. Esta "herencia" de la que habla la película remite a los lugares donde nacieron los personajes centrales; a lo que quieren dejar atrás y buscar en otro lado; es aquello de lo que no pueden desprenderse; además de aquello que logran encontrar en los demás y en si mismos para seguir. La herencia es la marca de lo que fue, pero también el camino de lo que podría ser si se presta atención al pasado y a la nueva oportunidad que se les presenta.

Y lo mejor es que la narración que construye la directora nunca pone estas ideas en primer plano. Las mismas se van extrayendo a partir de un relato intimista, en el que se suceden situaciones cotidianas retratadas con sencillez, humor y, por momentos, algo de bienvenida nostalgia. En ese sentido aportan lo suyo los encuadres precisos, la atractiva fotografía; una cámara fija que nunca está "por encima" de lo que se está contando; la buena música que acompaña las imágenes y algunas escenas que requieren ciertos climas; y una excelente dirección de actores que permite que todos se luzcan (aunque Rita Cortese se lleva todos los aplausos) en favor de la historia.

Herencia se centra en el encuentro casual de Olinda (Cortese) y Peter (Adrián Witzke). Ella es inmigrante italiana, cocina y atiende su propio restaurante en un barrio de Buenos Aires y sus días transcurren entre sus charlas con Federico (Martín Adjemián), sus peleas con Angel (Héctor Anglada), sus recuerdos del pasado y dudas sobre el futuro. El es alemán, está de viaje en busca de un viejo amor adolescente y no tiene más que una dirección, una foto, algo de dinero y muchas ilusiones. Ganas de partir, ganas de quedarse, motivos para tomar una u otra decisión se pondrán en juego a partir del cruce entre ambos y de la relación de solidaridad y comprensión que irán entablando.

El pasado de los personajes, esta "herencia" a la que hacía referencia más arriba que los va definiendo a lo largo del film, se hace presente a través de la puesta en escena. Son elementos que se repiten y que aportan valiosa información como una antigua foto de la protagonista; los dibujos de los clientes del bar que durante años ha hecho Federico; el propio restaurante de Olinda que refleja el paso del tiempo; las comidas italianas que allí prepara o las canciones que recuerda en ese idioma. El "futuro" posible se (re)presenta en las puertas y persianas que se abren y se cierran; en la llave que Olinda lleva siempre consigo; en los aviones; en el puente que Peter –y a su debido tiempo también Olinda– transita una y otra vez.

Herencia habla de segundas oportunidades, de amor, de esperanzas. Herencia habla sobre la identidad, algo para nada desdeñable también a la hora de hacer cine, de realizar una película. Sentirse identificado con cierta manera de narrar y de filmar y poder plasmar con inteligencia y sensibilidad esas intenciones son méritos muy destacables que Paula Hernández –también guionista del film– logró demostrar en esta, su primera oportunidad; y no habría que dejarla pasar.

Yvonne Yolis      


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