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EL GRINCH
(The Grinch)

Estados Unidos, 2000


Dirigida
por Ron Howard, con Jim Carrey, Jeffrey Tambor, Christine Baranski, Molly Shannon, Josh Ryan Evans,Taylor Momsen.



Con el único antecedente en medios electrónicos de una versión que data de 1966 –y que se repone en la TV norteamericana cada año–, el popular cuento How The Grinch Stole Christmas, escrito en 1957 por Theodore Geisel, más conocido por Dr. Seus, aterrizó en el cine con festividades soporíferas, mucho merchandising y un Jim Carrey valiente que soportó –con veinte millones de dólares a favor– veinte kilos de pelos de yak a cuestas.

La fábula de la extraña criatura verde y solitaria que vive en una caverna, mira con desdén a la gente festiva y aborrece la Navidad es usada en el país del Norte para asustar a los pequeños (haría las veces de nuestro "viejo de la bolsa"). La versión en celuloide dirigida por Ron Howard (Apollo XIII) está centrada en este ser de corazón dos talles más chico, pero también despojada de ese clima de oscuridad gótica a lo Tim Burton que ofrece el libro del Dr. Seus. Por eso y a pesar de un no menos bello universo al estilo de los comics –con vestimentas de corte exótico y peinados altos como los de Marge Simpson–; del maquillaje del quíntuple ganador del Oscar Rick Baker; y de los variopintos personajes de feria, la historia de los "Quienes" que viven en la "Villa de Quien" resulta deshilvanada, producto de un guión previsible al que sólo parece importarle que se luzca El Grinch... que para eso se le pagó a Carrey. La narración oscila entre los flashbacks a la simpática infancia del muchachito peludo, y los mil y un festejos por el Quienjúbilo, fecha en que los Quienes, hablando siempre en tonta rima, festejan consumiendo su invariable pantomima.

Whoville en la última Navidad del milenio es una absurda competencia. Los Quienes, sus habitantes, se desviven por tener la casa más iluminada del pueblo, por cantar fuerte los archisabidos villancicos, por consumir a mitad de precio y hacer los más bellos regalos, que terminan en la basura. Es decir, donde El Grinch, que vendrá a demostrarles a los Quienes que desconocen el verdadero sentido de la Navidad. Y aunque el discriminado rival de Santa Claus odie los festejos, festejará a su propio modo: robando la Navidad. Esto es, sacándoles a los vecinos de Whoville todo lo que para ellos vertebra a esta festividad: una masa deforme de regalos, moños, postales y premios. Desde su vivienda en lo alto de la montaña Crumpit, que en realidad funciona como una perfecta recicladora de basura, e invadiendo el pueblo adornado de verde y rojo, el malo del Grinch reactualiza su propio mito con maldades tales como cambiar las cartas de casillero, agregar algún que otro impuesto y "chupar" regalos por la chimenea. ¿Será Cindy Lou (Taylor Momsen), la pequeña hija del empleado de correos, quien se encargue de blanquear la imagen de esta criatura verde ante un vecindario frívolo, sólo ocupado en sus quehaceres utilísimos?

Doblada al castellano –ni siquiera podemos escuchar la voz en off de Anthony Hopkins, que relata– y con moraleja aleccionadora, El Grinch se pierde en eso de lucir a toda costa a Carrey –parádojicamente escondido tras ese horrible traje–, rebosa de una imaginería verdirroja que intenta mofarse sin suerte de la propia cultura navideña y no ofrece más que dos o tres gags rescatables. No así para recordar.

Karina Noriega      


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