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GITANO

España-Francia, 2000


Dirigida por Tony Gatlif, con Antonio Canales, Orestes Villasan Rodríguez, Antonio Perez Dechent, Bobote, Juan-Luis Corrientes.



Cuando supe que Gitano estaba dirigida por Tony Gatlif me alegré. Todavía recordaba vivamente a El extranjero loco, de este mismo director y poblada de gitanos, una película que me emocionó hasta las lágrimas. También me intrigué: ¿qué hará ahora Gatlif con los gitanos? ¿Qué le habrá quedado por decir?

La estructura de Gitano es mucho más sencilla que la de El extranjero loco. Por un lado hay una trama policial: la familia de un joven que ha sido asesinado busca vengarlo cobrándose la vida del matador, a la sazón miembro de una familia vecina en la que otra joven también murió violentamente. Estamos en España, ambas familias son bastante pudientes y esta es la base de un interesante juego de paralelismos-antagonismos. Como el asesino se ha puesto en fuga, la venganza podría desplazarse para recaer en alguno de sus parientes próximos; de aquí proviene la tensión. Por otro lado hay una trama musical: rasgueos, cantes y bailes flamencos (puros, no de aquellos que se conocen como flamenco-pop) entran y salen todo el tiempo de la historia.

El gran desafío para Gatlif consistía en integrar a estas dos vertientes sin que el policial resultara inverosímil, ni los números musicales injertados a la fuerza. Lo consiguió parcialmente.

Los gitanos pasan por gitanos, ya que lo son de veras, y cantan y bailan muy bien, muy visceralmente. Eso es algo que se puede disfrutar. No siempre salen del todo airosos, en cambio, de las alternativas policiales del relato, que son las que reclamaban un compromiso más riguroso desde lo actoral.

La historia es llamativamente simple. Poco se sabe del pasado del conflicto inter-familias o de las causas que propiciaron las muertes. Esta extrema simplicidad argumental por momentos opera en favor de la obra, ya que presta el marco para que las canciones, las tonadas y los gestos, es decir las costumbres, se hagan cargo del conflicto metáforicamente, ocupando el centro de la escena. Otras veces, en lugar de sumar, resta. Y uno añora otros conflictos más concretos, más complejos, más palpables, como los que hicieron del El extranjero loco una película excepcional.

Guillermo Ravaschino     

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