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FUNNY HA HA

Estados Unidos, 2002



Dirigida por Andrew Bujalski, con Kate Dollenmayer, Mark Herlehy, Christian Rudder, Jennifer Schaper, Myles Paige, Danny Miller, Marshall Lewy.



¿Qué tiene que ver Funny Ha Ha, película independiente del estadounidense Andrew Bujalski sobre unos veinteañeros de Maine en plena construcción de su adultez, con la clásica serie de televisión llamada Dimensión desconocida, pieza clave en la historia del género fantástico más popular e inteligente? El sentido común indicaría que nada, y a mí jamás se me hubiera ocurrido comenzar esta crítica intentando vincular objetos culturales aparentemente tan disímiles si no fuera porque uno de los personajes de la película hace mención al programa mientras conversa con una chica. El comentario parece casual pero no lo es, y ese es uno de los méritos de esta gran película: hacernos creer que lo que vemos sucede por que sí, que la cámara no existe, que nadie intervino sobre la realidad para mostrarnos lo que aparece en la pantalla como si fuera lo que vemos todos los días.

En otra de las conversaciones que sostienen los personajes, ocurrida acaso tres o cuatro minutos antes de la citada, una chica le dice a su interlocutora lo mucho que le gusta un chico y le cuenta el temor que tiene a exponerse de nuevo, a lo que aquella responde, luego de animarla a no ocultar sus sentimientos, con la siguiente frase: "Nunca sabemos qué puede pasar." Esa declaración también dicha sin énfasis tiende la sinapsis que nos permitirá tejer uno de los vínculos posibles entre Funny Ha Ha y Dimensión desconocida, para darnos cuenta de que no hay entre ellas una distancia tan grande como la que podíamos suponer. En el universo Bujalski, al igual que en el de la mítica serie, se tiene la sensación de que todo puede pasar (lo que no es igual a decir que puede pasar cualquier cosa), de que en ese marco dramático autónomo y preciso, siempre hay espacio para la sorpresa, el libre cambio de ideas, emociones y recursos cinematográficos varios.

Lo dicho hasta ahora podría hacer pensar que la palabra tiene un papel preponderante en el desarrollo de Funny Ha Ha, pero no es tan así pues la mayor parte de las veces en que los personajes se ponen a conversar no transmiten demasiada información. Lo que Bujalski filma, en realidad, es el impulso que los hace ir hacia el otro sin un discurso preparado de antemano, y el natural balbuceo posterior a dicho impulso. El fulgor sonoro de la frase interrumpida, más que su valor semántico. Los muchachos de Funny Ha Ha se abordan entre sí aunque no sepan exactamente qué van a decirse ni cómo, y es conmovedor verlos tirarse a la pileta sin medir demasiado cuánta agua hay en ella pero también sin sacarse toda la ropa, sin animarse a quedar por completo desnudos. Es que al momento en que Bujalski los filma todos ellos han cursado la universidad, se independizaron de su familia, tiene o buscan una pareja más o menos estable y se preguntan, sin formularlo abiertamente, adónde irán a parar con el tiempo o, más serio aun, adónde diablos habrán de ponerlos las decisiones que ellos mismos comienzan a tomar.

Marnie vuelve a pensar en Alex cuando se entera de que éste se ha separado de Susan. Sale a comer con Dave y su novia, le cuenta a ésta lo que siente, aparece la hermana de Alex y percibe lo que le pasa. Algunos planos más tarde Alex llama a Marnie para decirle que no cree que sea buen momento para empezar una relación (allí nos damos cuenta que la elipsis evitó que oyéramos a la hermana de Alex contándole lo que Marnie sentía por él), pese a lo cual salen juntos unos días después. Marnie empieza a trabajar temporalmente en una oficina y Mitchell, un compañero no precisamente agraciado, la invita a salir. Más tarde, mientras participa de una fiesta en casa de Dave, éste la acompaña hasta su auto, la besa, le dice cuánto le gusta y se va cuando Marnie le recuerda que su novia lo espera adentro de la casa. Al tiempo consigue, por medio de Alex, un trabajo estable como ayudante de un profesor de religión. Cuando va a agradecérselo, se entera de que Alex se ha casado sorpresivamente con Susan. Entonces vuelve a salir con Mitchell: ninguno de los dos lo disfruta especialmente. Se cruza con Alex después de unas semanas y quedan en verse para conversar. La última secuencia los junta una tarde de sol en un parque. Hablan pavadas, se ríen, le gastan bromas a unos muchachos. El plano final –repentino, justo, hermoso– cierra sobre el sol en la cara de Marnie.

La enumeración de situaciones podría continuar indefinidamente y debo confesar que estoy sorprendido de haber escrito el párrafo anterior sin el más mínimo tedio, poco afecto como soy a la descripción argumental de las películas. Pero la fluidez con que suceden las cosas en Funny Ha Ha es contagiosa. La película termina y uno sabe que podrían continuar compartiendo esas vidas, siempre con la de Marnie como centro, por dos o tres horas más sin aburrirnos. Es que se percibe a un grupo de amigos detrás de la ficción (hecho que se confirma al ver Mutual Appreciation, recientemente proyectada en el Festival de Mar del Plata), una comunidad no profesional –entendida como no contratada– de gente que se ha unido detrás de un proyecto que los retrata sin renunciar a la búsqueda de un lenguaje cinematográfico propio, sin olvidar que toda representación es artificio y responde mejor a la idea de transformación, así parezca mínima, que a la de reproducción. Con sólo un par de películas, Andrew Bujalski demuestra que domina el oficio y que piensa la puesta en escena como un espacio no clausurado por el guión y la planificación previa a la película. Las dos que ha filmado inscriben la espontánea tensión del presente en la piel del espectador y nos hacen pensar en el futuro con una dosis parecida de vértigo, alegría y aprensión. Como pasa con las cosas que no están resueltas. Como pasa con todas las cosas.

Marcos Vieytes      


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