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FANTASIA 2000

Estados Unidos, 1999


Largometraje de animación producido por Walt Disney.



La primera Fantasia, estrenada en 1940, fue el glorioso puntapié inicial de una de las gestas más ambiciosas de Walt Disney. Estaba integrada por un puñado de cortometrajes de animación –o cartoons– relativamente autónomos, concebidos para honrar fragmentos musicales más o menos narrativos. Es decir permeables, por su progresión y ritmo, para sustentar historias breves con un planteamiento, desarrollo y desenlace. Sí, algo así como los abuelos de la mitad de los videoclips contemporáneos (la otra mitad es poco o nada "narrativa"). Lo ambicioso era el plan del tío Walt, que preveía la producción y el estreno de una nueva versión de Fantasía... ¡cada 12 meses! El plan no se cumplió y la factoría Disney –ya que no su fundador, muerto en 1966– hubo de esperar medio siglo, y aprovechar los fastos de un nuevo milenio, para la segunda entrega de la serie.

Fantasía 2000 llega con un pie apoyado en aquellas animaciones clásicas, dibujadas a mano y bidimensionales, y el otro sobre las últimas tendencias de la animación digital, tridimensional, generada por computadoras. Por lo demás, conserva la estructura de su predecesora. Las piezas musicales continúan abrevando en célebres compositores de la música clásica de todos los tiempos (de Beethoven a Elgar, pasando por Shostakovich y Stravinsky), excepción hecha de la famosa Rapsodia azul de George Gershwin, que aporta cierta cuota jazzística muy adecuada, por lo demás, para el fragmento "neoyorquino" del paquete: una fábula ambientada en Manhattan que remite a la década del '30. En tanto, y también al igual que en la versión original, numerosos actores y músicos muy prestigiosos se alternan para presentar, de cara al público y a modo de "anfitriones" (esa figura tan cara al american way of life), cada uno de los cortometrajes. Bette Midler, James Earl Jones, Steve Martin y Angela Lansbury desfilan junto a Quincy Jones, Itzhak Perlman y el ilustre Leopold Stokowski, entre algunos otros. Esto tiene algo de la ceremonia de entrega de los Oscar: cierta rigidez y esas sonrisas, que también parecen dibujadas. Pero claro, el plato fuerte no son los presentadores sino las animaciones.

Para empezar hay que decir que, en líneas generales, la premisa de Fantasía 2000 funciona. Hablo de la decisión de aprovechar texturas, colores y cadencias propios de los grandes hitos de la animación de ayer y, al mismo tiempo, las bondades de la tecnología de punta. No sólo no se nota la costura al interior de cada capítulo, sino que la media docena de cortos flamantes convive en términos apasibles –esto es, coherentes– con "The Sorcerer's Apprentice", el mayor hit de la versión original (que fue incluido intacto en ésta) en el que Mickey Mouse se luce, y luego frustra, como aprendiz de mago. En general, también, cabe destacar el hecho de que el formato de ambas Fantasía habilita el libre juego de los dibujantes y animadores mucho más allá de los estrictos límites que la factoría Disney, entre las más conservadoras del planeta, impone a los guionistas, directores y actores cada vez que financia un film con personajes de carne y hueso. Esto se traduce en la frescura y la poesía (muchas veces divorciada del realismo) que respiran los mejores tramos de la película, en los que el virtuosismo de los dibujantes se combina con los ritmos de la música y del montaje. Y confluye en lo más interesante de todo este asunto: los instantes en los que el film consigue dialogar con ese raro territorio de la mente en el que todos, para siempre, seguiremos siendo infantes.

Pero Fantasía 2000 no produce milagros. Como la original, sigue siendo esencialmente una película para niños. O en todo caso, con el correr del metraje se torna cada vez más restrictivamente infantil. Y el paladar adulto, en cierto punto, puede llegar a empalagarse. Quedan ustedes avisados.

Guillermo Ravaschino